
El teatro del tripartito y los presupuestos: ahora, prohibir la compra de vivienda ‘especulativa’
Continúa la subasta de medidas intervencionistas: más leña para un fuego que ya tiene vida propia
El presidente Illa no presentará presupuestos al Parlament hasta tenerlos cerrados con ERC y los Comuns. Lo anunció él mismo, dejando claro que nada se moverá sin el visto bueno de sus socios. No hay, pues, novedad: el tripartito escenifica tensiones y opiniones encontradas. El objetivo de esta situación es crear espacios para que ERC y Comuns puedan salir con propuestas que les proporcionen un poco de combustible electoral.
Los Comuns, por ejemplo, han puesto una nueva condición sobre la mesa: prohibir la compra de vivienda “especulativa” en los municipios más tensionados. Su líder, Jéssica Albiach, considera que esta medida debe ser “central” en la negociación de las cuentas. De este modo, avanzamos en la subasta de medidas intervencionistas que se veía venir desde el inicio de la legislatura.

El Govern, por su parte, ha admitido que la medida es casi imposible jurídicamente. Illa lo dijo con claridad: “No haré nada que no tenga certidumbre legal”. Pero el PSC no ha querido cerrarse en falso. Ha optado por su fórmula habitual: decir que lo estudiará, que lo verá con informes, que “no es sencillo”.
Es el guion clásico del tripartito. Un socio propone una ocurrencia electoralista, el otro finge considerarla, y el tercero - en este caso, ERC - aprovecha la escena para ganar tiempo con otro pretexto, como su exigencia de un modelo de financiación singular. Mientras tanto, el precio de la vivienda rompe sus máximos históricos con una manifiesta facilidad.
El PSC mantiene el decorado
La creación de este teatro presupuestario responde a una lógica que el Govern repite desde el inicio de la legislatura. El PSC necesita mantener a sus socios contentos para poder aprobar las cuentas, aunque sepa que muchas de sus demandas son inviables. La “prohibición de la compra especulativa” es un ejemplo de manual.
El Govern reconoce que requeriría modificar leyes urbanísticas, sortear competencias estatales y enfrentarse a la Constitución. Aun así, la idea sigue viva, no por su viabilidad, sino por su valor simbólico y mediático.
Los Comuns necesitan exhibir músculo ideológico y marcar distancia del PSC, aunque su supervivencia política dependa de él. Illa, en cambio, prefiere dejar que hablen. Mientras ellos se desahogan con titulares, él gana tiempo y oxígeno institucional. En definitiva, una traslación a Cataluña de la metodología sanchista.

Una izquierda que se alimenta del problema de la vivienda
El episodio confirma una tendencia estructural. Desde que han probado la decadencia electoral, la izquierda catalana ha convertido la vivienda en su refugio político. Los Comuns, ERC y la CUP han encontrado en el mercado inmobiliario un terreno perfecto para proyectar discurso social, aunque no puedan ofrecer soluciones reales.
Como es evidente, la vivienda es la gran bomba de relojería de la política catalana, incluso de su economía por el efecto-sumidero del PIB per cápita. Afecta a millones de personas, tiene una enorme carga emocional. Pero, sobre todo, permite hablar de “fondos buitre”, “especuladores” y “ricos” sin asumir responsabilidades de gestión.
El problema, sin embargo, no radica en la especulación, sino en el desajuste brutal entre demanda y oferta. Cataluña vive una presión demográfica y migratoria muy superior a su capacidad de construcción. Cada intento de control político sobre el mercado - topes, restricciones, prohibiciones - reduce la oferta y agrava el problema.
Más ideología, menos vivienda
Las medidas intervencionistas no solo no han frenado los precios, sino que los han disparado. El Govern dice que han bajado los precios, pero se trata de una bajada técnica derivada del hecho de que los pisos "buenos" se han ido del mercado. Muchos propietarios han retirado sus pisos del mercado o los han trasladado a modalidades alternativas como el alquiler temporal o por habitaciones.

El problema a medio plazo es que los pisos "malos" se pegan al techo de precios. Nuevamente, esto beneficia a los ricos, es decir, a los que disponen de capital para aprovechar esta clase de oportunidades. Como se explicaba en E-Notícies, incluso la okupación es un buen negocio para los que disponen de suficiente liquidez.
Pese a ello, la izquierda insiste en el discurso del “enemigo externo”: los especuladores. Una retórica cómoda y electoralmente rentable. ERC la utiliza en el Congreso de los Diputados; los Comuns la amplifican en Cataluña; y el PSC la tolera para mantener el equilibrio del tripartito.
La consecuencia es un bucle político sin salida. Cuanto más se habla de “combatir la especulación”, más se restringe la oferta, y cuanto más se restringe la oferta, más suben los precios. Pero ese aumento refuerza el relato de la izquierda, que puede señalar al mercado como culpable.
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