
De incendios y pirómanos
Cuando las autonomías se ven por completo superadas, el Estado debe intervenir sin esperar a que se lo pidan
España ha vivido en las últimas semanas la peor ola de incendios que ha sufrido este país. Y, como siempre ocurre en estas ocasiones, la catástrofe que se ha cobrado cuatro vidas humanas, cientos de animales y ha calcinado gran parte de nuestro territorio, ha mostrado lo mejor de nuestra sociedad y lo peor de nuestros políticos.
Es cierto que la competencia en materia forestal, en la prevención y extinción de incendios, depende de las comunidades autónomas. Por tanto, deben ser ellas quienes lideren la respuesta, primero cuidando los bosques para evitar que se generen los fuegos y, posteriormente, apagándolos.
En casos como los de este verano, sin embargo, que han superado todos los escenarios previsibles, las autonomías necesitan al Estado. Y no hace falta que le pidan ayuda, como ha dicho en varias ocasiones Pedro Sánchez, en situaciones de emergencia: el Estado debe ser capaz de responder sin ninguna solicitud. Ya somos todos mayorcitos.

Y si no puede dar esta ayuda, porque los recursos son limitados, debe ser el Estado quien se encargue de buscar apoyo fuera de nuestras fronteras. Ningún Estado puede renunciar a querer serlo, a querer liderar. Y el Estado español, lo hemos visto con la DANA o los últimos incendios, ha renunciado a hacerlo para sacar rédito electoral contra la oposición.
A la ciudadanía le da igual de quién son las competencias de cada cosa. Cuando se te quema la casa, lo que quieres son soluciones. Y estas no llegan. Tenemos ayuntamientos, consejos comarcales, diputaciones provinciales, gobiernos autonómicos, gobierno del Estado y la Unión Europea. No creo que sea por falta de administraciones y políticos, que para hacer lo que hacen, lanzarse los platos por la cabeza, sobran.
Seguramente algunos de los incendios de este año eran inevitables. Son consecuencias del cambio climático. Pero otros se podrían haber evitado limpiando los bosques en invierno, cuando tocaba. Generalmente, gastar en prevención es ahorrar a largo plazo, tanto económicamente como en esfuerzos, además de poder evitar la pérdida de vidas humanas.
Pero cuando ocurre, lo que hace falta es destinar todos los recursos disponibles. Da igual qué bandera lleven en el uniforme o quién les pague la nómina. Hacienda, que es a quien pagamos los impuestos, es de casi todos —vascos, navarros y próximamente catalanes al margen—. Y la única bandera de Hacienda es la española y la del euro.

Dicho todo esto sobre los incendios, hablemos también de los 'pirómanos'. De los ministros que utilizan sus redes sociales para banalizar sobre los incendios y cargar contra el adversario, representantes del Estado dejando que "se quemen" políticamente los dirigentes territoriales, políticos autonómicos evitando pedir la ayuda que no tendrían que solicitar si el Estado funcionara, y acusaciones cruzadas entre responsables políticos que resultan repugnantes.
O hacemos algo para acabar con este politiqueo constante, somos más exigentes con nuestros representantes y los obligamos a poner a los ciudadanos en el centro de su acción, o las consecuencias de este incendio llamado confrontación, provocado por pirómanos que habitan los despachos más nobles, pueden tener efectos irreversibles como sociedad.
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