
Fin de semana en la Casa Blanca
La principal baza de Donald Trump ha sido el manejo del nuevo ecosistema mediático, al margen de los tradicionales

Desde Europa, suele olvidarse que Donald Trump, para el gran público americano, antes que cualquier otra cosa, era una celebrity televisiva; una especie de Bertín Osborne de la Quinta Avenida: un poco gandul, un poco mujeriego, un poco impresentable, un poco juerguista, un poco conservador. Su principal baza no ha sido la ideología, sino el dominio de un nuevo ecosistema mediático al margen de los outlets tradicionales. Su sentido de la política es el de un programa de entretenimiento en prime time: a esto no le gana nadie.
Este fin de semana no hemos podido quejarnos. Nos ha ofrecido un espectáculo de comedia de la mejor calidad. Aceptó que Zelensky se presentara junto a su pandilla de líderes europeos a cambio de poder tratarlos más o menos como Peret trataba a sus palmeros. Ya el hecho de que se presentaran en grupo les restó cualquier rastro de solemnidad. Cada uno intentaba mantener su pose, pero todos fracasaban.

Ursula fue despreciada en público cuando intentó colocar una arenga estúpida sobre la paz y el diálogo: Trump le recordó el acuerdo comercial con la UE firmado hace dos semanas, lo que viene a ser como recordarle a alguien que tienes bofetadas de sobras en el caso de que no le hayan bastado las dos últimas. Starmer balbuceó como solo él sabe, dando la impresión de que la ropa le viene pequeña y el cargo demasiado grande. Macron no trajo a su Brigitte para que le maltratara, de modo que se limitó a poner cara de Macron, es decir, de señor bajito con las horas contadas. La única que mantuvo el tipo fue Giorgia Meloni, que jugaba en casa y podía permitirse relajar tensiones.
La cita dejó varias fotos humillantes. La primera, la de los líderes europeos sentados en un pasillo como si fueran alumnos a la puerta del despacho del director, esperando su castigo. La segunda, la de todos ellos sentados en semicírculo alrededor del escritorio de Trump, en disposición de absoluto vasallaje. El protocolo de la Casa Blanca, en la actualidad, es el de una picadora de carne.
Faltó a la cita el 'Perrosanxe', ocupado como está en ir ganando aspecto de muerto viviente. El deterioro físico del tirano es el de un Dorian Grey de provincias. Piel macilenta, raquitismo, ojos hundidos, rictus de sapo venenoso. En estas condiciones no está para hacer visitas a ningún sitio. Se dejó ver por los incendios, recibió los insultos debidos por parte de las víctimas de su maldad y se volvió a sus vacaciones en Lanzarote, quizás las últimas que pase fuera de la cárcel.
Zelensky, otro animal televisivo, se puso un traje para la ocasión y estuvo bromeando con los periodistas. Como todo el mundo sabe que va a tener que ceder de manera definitiva Crimea y el Dombás, ahora ya solo busca una salida digna a la sombra del amigo americano. La guerra se está acabando y habrá que reconstruir el país y gestionar de nuevo sus reservas naturales: los amigos van a cobrarse sus facturas y más le vale no ser un estorbo en la nueva época.

Frente a todo este espectáculo de película de Berlanga, el bueno de Putin solo tenía que preocuparse de no atragantarse por las carcajadas. Sin haber cedido un milímetro, va a ver como sus tesis se imponen por la propia naturaleza de las cosas. El momento en el que la UE levante las sanciones va a constar, en los libros de historia, como uno de los grandes ridículos geoplíticos de todos los tiempos.
Su única concesión habrá sido el tema iraní, pero allí tampoco pierde nada. Si finalmente caen los ayatolás y se consolida la alianza entre los países árabes e Israel, libres ya de Hamás y Hezbolá y demás proxys terroristas, Oriente Medio puede quedar estabilizado y Ruisa puede ejercer su influencia hacia el Sur sin meterse en demasiados líos. En una palabra, cada uno en su casa y Dios en la de todos.
Más noticias: