Montaje con una bandera palestina desenfocada, una bandera catalana ondeando, un cartel con la imagen de un hombre tras rejas y dos personas abrazadas en actitud de consuelo sobre un fondo rosa con detalles en negro
OPINIÓN

Antisemitas...¿y excatalanes?

En una España tradicionalmente antisionista, Cataluña siempre ha destacado por su simpatía con Israel

Algunos wokes, si estudiaran, se enterarían asombrados de que, en los albores del Estado de Israel, a Estados Unidos le daba bastante pereza "mojarse" a su favor y sus mayores apoyos procedían de la URSS. Así fuese porque los kibbutzim parecían la expresión más pura de la utopía socialista. Vamos, la única en la Historia que ha salido bien. Su éxito fue aplicar los principios del "de cada cual su capacidad, a cada cual según sus necesidades" no a disparatados imperios sino a comunidades pequeñas, motivadas y muy cohesionadas.

Cuando Ben Gurion tuvo que buscar armas para defenderse de las cinco (¡cinco!) potencias árabes que en 1948 se alzaron, no para dar una tierra a los palestinos, sino para quitársela a los judíos, no se las vendía el 'Tío Sam', sino proveedores del bloque soviético. Los primeros aviones de la fuerza aérea israelí se compraron de contrabando en Checoslovaquia, etc.

Manifestación con una bandera palestina y un cartel que muestra a una persona tras las rejas con la palabra terrorista

Luego vino la guerra fría y los rusos cambiaron de caballo, mandando instrucciones a todas sus terminales (incluidos los mandarines de la intelectualidad dogmática de izquierdas) de que había que ir antes con Irán o con Yemen que con Israel. Y hasta hoy, cuando se puede ser antisemita solo por hacerle la puñeta a Donald Trump.

Entrevisté hace un año a Itzik Horn, un judío argentino, superviviente del atentado contra la AMIA en Buenos Aires, emigrado después a Israel, hombre de izquierdas, pacifista, razonablemente crítico con su gobierno. Dos de sus hijos fueron secuestrados por Hamás el 7 de Octubre. A uno ya lo soltaron. Había perdido más de 40 kg durante su cautiverio.

El otro hermano sigue en los túneles. Itzik Horn vino a Barcelona en verano de 2024 para contar su historia y pedir solidaridad. Muchos medios de comunicación le ignoraron. Yo le hice una entrevista para mi canal de Youtube (@GrauTalks2024) y el pobre hombre no sabía por dónde empezar a entender el mundo al revés: "¿En qué momento defender la vida de mis hijos se convirtió en ser de extrema derecha?".

Itzik Horn, un padre entre el terror y la pared @GrauTalks2024

Era una buena pregunta, sobre todo en Barcelona. Y es que también en este tema, como en tantos otros, Catalonia is different. ¿O lo era? En una España tradicionalmente antisionista (y que cada vez hace más tristemente bueno el dicho de que un antisionista no deja de ser un antisemita cobarde...), Cataluña se distinguió durante muchos años por ser una isla de empatía con Israel.

Una multitud de personas se reúne frente a un edificio histórico mientras ondea una gran bandera palestina sobre la multitud

Vayamos por partes. La izquierda española hace lo que le mandan. Odia a Israel y no pregunta. Pero es que encima la derecha española viene de una tradición africanista y proárabe que se remonta a Franco. En Cataluña, en cambio, la existencia de un político como Jordi Pujol (que tendría sus defectos, pero sabía Historia) marcó durante años una sensible diferencia. Simplificando y generalizando, los nacionalistas catalanes admiraban a Israel porque les habría gustado hacer lo mismo, reconstruir una identidad y hasta una lengua propia como quien dice de la nada. Los de derechas no tenían dudas. Los de izquierdas un poquito más por lo que antes comentábamos, porque el 'Gran Hermano' rojo es muy exigente; pero aun así, el antisemitismo catalán fue durante muchos años más discreto que el del resto de España. 

O menos hipócrita, según se quiera ver. El ya mencionado Franco, mientras se negaba a reconocer al Estado de Israel, hacía la vista gorda cuando los aviones americanos repostaban en las bases españolas para ir en auxilio del Estado hebreo en sucesivas guerras de las que ahora nadie quiere acordarse. De hecho, sin esas guerras, aquellas bases americanas habrían perdido rápido todo su valor estratégico. Por no hablar de que el Mossad ayudó a formar a los primeros servicios secretos españoles de la democracia. Ah, y diseñó la seguridad de los Juegos Olímpicos de Barcelona, etc. Que le pregunten a nuestra propia inteligencia militar qué le parece la genial idea de hacerle un "embargo de armas" a Israel. ¿Embargo de armas nosotros a ellos? Por Dios. ¿Tendrá que ir la Guardia Civil con escopetas de balines a cazar narcos?

La primera vez que yo pisé Israel fue formando parte de la comitiva de periodistas que acompañaba al entonces líder de UDC, el socio minoritario de CiU, Josep Antoni Duran i Lleida. Viajó allí a entrevistarse con Isaac Rabin y a fomentar la inversión empresarial conjunta. Recuerdo que, ya a la salida, pasando los infinitos controles de seguridad del aeropuerto, hubo no sé qué duda, no sé qué resquemor, sobre de dónde veníamos y para qué, y a mí no se me ocurrió otra cosa que decirle a la oficial que me interrogaba: "Mire, nosotros somos catalanes; los catalanes somos al resto de los españoles lo que ustedes, los judíos, son a los palestinos". Ella me miró intensamente, sonrió, y me hizo pasar el control como una bala.

Ay qué tiempos, cuando yo me creía catalanista porque me creía que el catalanismo era integrador y romántico. El caso es que mi boutade no se alejaba mucho de lo que entonces pensaban muchos catalanes. Israel daba envidia por su ejemplar singularidad, por su terca razón de ser frente a sus hostiles y obtusos vecinos.

Desde entonces, mi visión del papel de Cataluña en el conjunto de España ha variado mucho. No así la del papel de Israel en el mundo. En el suyo y en el nuestro. ¿Quién me iba a decir a mí que acabaría teniendo que plantar cara en mi tierra a la comedia del 'procés'...y a la tragedia de la judeofobia?

Si hacemos un repaso de cómo se posiciona el actual mapa político catalán respecto al tema, llegamos a conclusiones interesantes. No hay ni que decir que toda la izquierda antisistémica y autoritaria (CUP, Comuns...) es judeófoba hasta las cachas. Lo divertido es que chillan más cuánto más se contradicen: para ir a una 'manifa' propalestina con la banderita LGTBI hay que tener mucho estómago o muy poco cerebro.

¿Qué pasa con la izquierda más 'normal', esa a la que con toda su buena fe esperaba en vano conmover Itzik Horn? ERC, que ya tiene más almas que la Niña del Exorcista, se debate entre echarse al monte de Hamás junto con el resto de izquierdas periféricas (ay Rufián...) y algunos remordimientos nacionalistas. ¿El PSC? Pragmático como siempre, en sus filas hay de todo. Antisionistas convencidos, antisionistas oportunistas y gente que sabe que ahora no es el momento de decir lo que de verdad piensa. La cuestión judía es un medio, no un fin. Hay cosas más importantes por las que retratarse. O no.

Dos hombres vestidos de traje se dan la mano mientras se miran en un entorno formal con una puerta de madera al fondo

No hay antisemitas en el PP. Pero el grado de beligerancia a la hora de combatir el antisemitismo varía según la persona, el día y las encuestas. Atrapados entre la ferocidad de la propaganda progre y el aliento de VOX en la nuca, a veces no queda claro si nadan o si guardan la ropa. Ciertamente los catalanes Alejandro Fernández y Daniel Sirera son, junto con la madrileña Isabel Díaz Ayuso, las voces más coherentes y menos ambiguas. Otra cosa es si siempre tienen a todo el partido detrás.

Lo cual nos deja frente a la paradoja de Itzik Horn: judío progre ninguneado por sus afines ideológicos, y solo defendido con firmeza acorde a la gravedad de la situación por los de VOX y los de Aliança Catalana. Hasta Junts per Catalunya, el partido formalmente heredero de Pujol, el único partido de derechas dotado de una comunicadora con una potencia de fuego comparable a la de la izquierda, Pilar Rahola, tiene dudas y temblores de piernas. Seguramente no es casualidad que, en estos momentos, Pilar Rahola haya optado por alejarse un tiempo de Cataluña. Su estruendosa ausencia, que cada cual valorará según considere, objetivamente es un indicio de indefinición, por no decir descomposición, de todo un espacio político.

Habrá quien haciendo una pérfida regla de tres piense que más a su favor: si a defender Israel alto y claro, o por lo menos a pedir un debate serio sobre el conflicto, solo se atreven partidos oficialmente estigmatizados como de ultraderecha, y además asociados al discurso más duro posible contra la inmigración, pues blanco y en botella, Israel es cosa de fachas.

Solo que, ¿qué es un facha? ¿Y qué es un progre? Itzik Horn y su hijo todavía en poder de Hamás no son los únicos que se lo preguntan. Cada vez más futuros votantes de algo distinto de lo que siempre votaron hasta ahora, también. No hace falta ser Dios para reconocer un Caín cuando lo tienes delante. Y para oír la sangre de Abel clamar desde la tierra.

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