Un grupo de personas alineadas participando en una oración al aire libre, con las manos levantadas y los ojos cerrados.
POLÍTICA

El problema con la integración del islam: las segundas generaciones

Una parte importante de la actividad antiterrorista consiste en evitar la radicalización de los más jóvenes

En España, como en otros países europeos, se percibe con claridad que la integración de los musulmanes no es homogénea entre generaciones. De hecho, el tiempo nos permite constatar que el gran problema no está con los padres, sino con los hijos. Francia, Bélgica o Países Bajos son ejemplos paradigmáticos: allí, el integrismo y la radicalización se da entre las segundas generaciones.

Los casos de radicalización demuestran que el riesgo se concentra cada vez más entre personas jóvenes, que aprovechan las redes digitales para formarse y actuar. Recientemente, por ejemplo, un reportaje de El Confidencial narraba la intervención policial sobre un grupo digital que, por lo menos desde 2023, presentaba patrones de conducta radicales. Hablaban de someter a mujeres, pegar a "maricones" o hacer bombas.

En este sentido, la policía tiene detectados canales digitales con nombres como “Islam en español” o “Lobo Basado chat”; vemos así la convergencia entre el lenguaje de la nueva derecha y el integrismo islámico. En estos grupos se difunden contenidos radicales dirigidos particularmente a los jóvenes. La radicalización, pues, no se limita a la violencia física: incluye adoctrinamiento ideológico y social. De hecho, los datos más recientes de operaciones antiterroristas ponían el foco en este adoctrinamiento.

Hombre entrando descalzo a un edificio de puertas abiertas con arco decorativo en la parte superior

'Nunca me he sentido integrado aquí'

Con Cataluña como epicentro de la actividad antiterrorista, las autoridades policiales destacan el trabajo de captación de jóvenes para que estos a su vez capten más jóvenes. Los expertos en seguridad subrayan como factores desencadenantes el aislamiento social y la existencia cerrada de contracomunidades. Esto da lugar a una situación muy llamativa: las dinámicas excluyentes del islam se potencian con personas ya nacidas aquí. Lo normal es justo lo contrario, es decir, que las segundas generaciones diluyan su herencia cultural.

Hace meses, por ejemplo, un reportaje de El Periódico mostraba esta realidad. Varios jóvenes musulmanes de Vic decían identificarse más con un país islámico que con un país occidental. Es más, estos jóvenes mostraban unos patrones de religiosidad muy marcados. “La integración es imposible. Nunca me he sentido integrado aquí, pero cuando voy a Marruecos me siento uno más: hay la misma creencia, ideología, vestimenta… estás más tranquilo”, decía uno de los jóvenes entrevistados.

Un agente de policía con pasamontañas detiene a una persona encapuchada junto a un coche en la calle

Paralelo a esto, no hay que olvidar - aunque en Occidente sea muy difícil asumirlo - que la inmigración es para los países islámicos una herramienta geopolítica. Tal y como explicaba Taleb Alisalem estos días, Marruecos intenta pilotar las comunidades de marroquíes en España. Esto se lleva a cabo a través de una infiltración de servicios secretos, espionaje y financiación.

Finalmente, en el apartado político, la situación tampoco tiene ningún misterio. La reacción de la política europea ha sido en gran medida la nueva derecha, o incluso la islamofobia explícita, como puede ser el caso de Orriols. En realidad, el debate no ha hecho más que empezar.

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