
Las consecuencias de la okupación en Cataluña: amenazas y una brutal paliza
La okupación es la primera fuente de impunidad criminal: y aquí están los resultados
En Cataluña, la okupación se ha convertido en algo más que un conflicto de propiedad. Cada vez con más frecuencia, detrás de una okupación surgen focos de violencia que sacuden la convivencia de barrios enteros. La inseguridad, las extorsiones y las peleas terminan marcando el día a día de los vecinos, que denuncian vivir con miedo.
El caso más reciente ha ocurrido en L'Hospitalet de Llobregat, donde un vecino sufrió una brutal paliza tras tratar de defender a una mujer en plena plaza del barrio. Lo que comenzó como un intento de frenar un acoso se transformó en una escena de violencia extrema que dejó a la víctima con la nariz rota, una ceja abierta y múltiples contusiones. Lo peor llegó después: amenazas a su familia, extorsiones y la certeza de que los agresores seguían en libertad a pesar de haber actuado delante de testigos y agentes de policía.
Una agresión a plena luz del día
Los hechos se desencadenaron una tarde de domingo, cuando este vecino, trabajador autónomo, se topó con varios okupas que hostigaban a una mujer en la plaza frente a su casa. La mujer le pidió un teléfono para llamar a la policía. En un primer momento dudó, pero al ver cómo la rodeaban y golpeaban, decidió intervenir para pedir que la dejaran tranquila.

La reacción fue inmediata: los okupas se abalanzaron sobre él, convencidos de que intentaba grabarlos con el móvil. Entre varios lo sujetaron y empezaron a golpearlo en la cara, mientras otros lo empujaban al suelo y lo pateaban. La violencia terminó con heridas sangrantes y la víctima apenas pudo refugiarse en su almacén hasta la llegada de la policía.
La situación no se quedó ahí. Con un martillo en la mano, el hombre logró bloquear la puerta del local ocupado para impedir que salieran más agresores a la plaza. Cuando los Mossos llegaron, comprobaron que desde dentro trataban de derribar la cerradura a patadas hasta arrancarla.
Amenazas y extorsión posterior
La familia intentó denunciar de inmediato, pero la espera en comisaría hizo que pospusieran el trámite hasta el día siguiente. Lejos de calmarse, la tensión aumentó, y es que, al volver a pasar por el almacén, dos de los okupas lo interceptaron para exigirle que arreglara la puerta. Ante su negativa, lo abofetearon y le advirtieron que si no se marchaban del barrio prenderían fuego a su casa y violarían a su familia.
Las amenazas se extendieron a otros ámbitos. Según relata la familia, los okupas suelen estacionar de forma indebida y, tras recibir multas, responsabilizan al vecino agredido de haber alertado a la policía. Incluso llegaron a exigirle que pagara sus sanciones si quería “vivir en paz” con ellos.
Cataluña, epicentro de la degradación
El caso de L'Hospitalet refleja un patrón que se repite en otros municipios catalanes. En Montcada i Reixac, recientes disputas entre clanes en bloques ocupados derivaron en peleas multitudinarias. Y, en Terrassa, un incendio en una casa ocupada acabó en otra reyerta que dejó el inmueble inhabitable.

Cataluña concentra más del 70% de las detenciones por okupación en España y la media diaria supera las veinte denuncias. Aunque los números puedan parecer menores en términos globales, su impacto cualitativo es devastador. La okupación abre la puerta a empadronamientos fraudulentos, tráfico de drogas, extorsiones y violencia callejera. Y aquí están los resultados.
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