
La izquierda insiste en la Cataluña de los 10 millones a pesar de sus peligros
La situación es llamativa: Cataluña no puede gestionar ocho millones de habitantes y ya piensa en dos más
La Generalitat de Cataluña ya trabaja con un horizonte demográfico que supera los 10 millones de habitantes en 2050. De hecho, el Govern de Salvador Illa ha presentado un ambicioso plan de infraestructuras para preparar a Cataluña para esa cifra. Según explicó el presidente, está convencido de que un crecimiento poblacional así traerá un “crecimiento económico sostenible”.
Sin embargo, las alarmas ya han comenzado a sonar entre expertos y ciudadanos, más que nada porque, con los actuales ocho millones, ya hay problemas. En este sentido, un aumento de otros dos millones lleva a Cataluña a una tierra de nadie bastante incierta. El poder político, claro, lo compensa con planes faraónicos de inversión a largo plazo.
Y es que, si atendemos a la situación actual, sobre todo en la vida cotidiana, se observan problemas de enorme calado con esta presión demográfica. Informes del Síndic de Greuges, entre otros, evidencian que Cataluña arrastra tensiones en servicios básicos como sanidad, educación y seguridad. Hasta los ayuntamientos han advertido de que están al límite de sus capacidades.

Saturación de servicios
El crecimiento de Cataluña en los últimos 20 años se ha producido, en un 71%, gracias a la inmigración extranjera. Esta transformación social, lejos de estar acompañada por una ampliación eficaz de servicios públicos, ha derivado en una situación de saturación crónica. Las listas de espera, la sobrecarga de las aulas y el colapso del transporte son solo la cara más visible de un modelo agotado.
El Govern insiste en que el desarrollo de nuevas infraestructuras ferroviarias, carreteras y desalinizadoras permitirá absorber el impacto del crecimiento demográfico. Sin embargo, muchos de estos proyectos están pendientes de financiación o arrastran décadas de retrasos. La situación actual de los Rodalies, con continuas averías y retrasos, es el reflejo más evidente de la distancia entre planes y realidad.
A todo esto, hay que destacar un factor que es tan vulgar como determinante: el escaso horizonte temporal de la partitocracia. Para comprenderlo basta ver la situación actual. El tripartito, que literalmente pende de un solo diputado, se propone unos horizontes de estabilidad que ni muchos menos están asegurados. El problema está en que, mientras tanto, se ceba el círculo de inmigración/saturación.
Además, y a tenor de los cambios políticos que se observan en Europa, no hay nada que indique que los gobiernos socialdemócratas tengan mucho futuro. El primer y más destacado efecto de esta situación es el endurecimiento general de la política migratoria. En este sentido, algunas declaraciones del primer ministro británico, laborista, aquí serían catalogadas de "extrema derecha". Pero, como ya se ha explicado en E-Notícies, España y Cataluña han decidido ir al revés de Europa.

La inseguridad y el desorden migratorio: efectos inmediatos
Otro de los efectos colaterales de esta política de crecimiento descontrolado es el aumento de la inseguridad ciudadana. Según los datos oficiales, ocho de cada diez detenidos en Barcelona son extranjeros, y más de la mitad de los presos son de origen inmigrante. La incapacidad natural de la administración para integrar a los nuevos residentes ha generado bolsas de exclusión social que derivan en delincuencia.
El impacto de esta realidad ya se percibe en la convivencia diaria, con episodios de violencia, aumento de robos y sensación de desorden. Pese a ello, la Generalitat se niega a plantear una revisión de su política migratoria, apostando por un modelo de “Cataluña constelación”. Esto implica una redistribución de la población por el territorio, aunque no haya un modelo económico que lo justifique, como sí ocurre en Euskadi.
La trampa del PIB per cápita: más población, menos riqueza
A nivel económico, las proyecciones del Govern obvian otra cuestión fundamental. En un modelo productivo poco productivo, un crecimiento desordenado de la población no se traduce en más riqueza per cápita. Al contrario, la inmigración masiva en sectores de bajo valor añadido ha contribuido al estancamiento del PIB per cápita, tal y como ha señalado recientemente el informe del Círculo Cívico de Opinión.
España (y Cataluña) ha visto cómo en lo que llevamos de siglo XXI su renta per cápita apenas ha crecido en comparación con la UE-15. El crecimiento económico, diluido entre más habitantes, ha desembocado en un empobrecimiento relativo. Además, los más perjudicados de esta situación son, además de los jóvenes autóctonos de extracción humilde, los propios inmigrantes.

Una política de hechos consumados sin debate público
La insistencia de la izquierda catalana en asumir como irrenunciable la Cataluña de los 10 millones se produce sin un debate público sobre sus consecuencias. Los sucesivos gobiernos han optado por alimentar el flujo migratorio sin establecer filtros ni políticas de integración efectivas. Paralelo a esto, el crecimiento demográfico no se plantea como un debate democrático, sino que una imposición necesaria desde el poder político.
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