Tres hombres vestidos de traje se saludan y conversan en un ambiente formal.
POLÍTICA

El independentismo cae 10 puntos en ocho años, pero el procesismo sigue gobernando

La política catalana sigue condicionada por una minoría que paraliza las instituciones y frena el crecimiento

El independentismo ha tocado fondo en Cataluña según la última encuesta del Centre d’Estudis d’Opinió (CEO) de la Generalitat. Según el barómetro, sólo un 38% de los catalanes se declaran a favor de la separación, por un 54% que contrarios. El apoyo a la independencia baja por primera vez del 40%, y registra su peor resultado desde el inicio del Procés en 2012.

Montaje con un primer plano de Oriol Junqueras y Carles Puigdemont, los dos con cara seria

El dato es aún más clarificador si nos fijamos en 2017, el año álgido del procés en el que el apoyo a la independencia rozó el ansiado 50%. Desde entonces, en solo ocho años, el independentismo ha pasado de representar el 48% al 38% de la sociedad catalana.

Son resultados que reflejan el agotamiento y la frustración de la sociedad catalana tras una década larga de procés. Pero el vuelco social contrasta con la representación institucional. Pese a que el independentismo ha caído diez puntos en ocho años, ERC y Junts siguen manejando los hilos de la política tanto en Madrid como en Cataluña.

El lastre del independentismo

Esto refleja un perverso funcionamiento de la democracia representativa en España y en Cataluña. La suerte de millones de ciudadanos sigue estando en manos de partidos que representan una minoría. Demuestra también que los partidos procesistas siguen siendo influyentes solo en la medida que sirven para mantener a flote a una izquierda en retroceso.

Esto se ve no solo en su capacidad de marcar la agenda con temas que ya no interesan a la sociedad. Sino también en la pervivencia de una forma de gobernar que ha condenado a Cataluña a la parálisis institucional y la ruina económica. 

A finales de marzo ni el Gobierno central, ni la Generalitat de Cataluña ni el Ayuntamiento de Barcelona tienen presupuestos. Gobernar sin presupuestos significa menos inversiones y menos capacidad de maniobra para hacer cambiso y mejoras. El caso de Cataluña es más dramático si cabe, porque el Govern tiene que negociar con ERC y los Comuns un suplemento de crédito a cambio de concesiones.

Pero además ERC y Junts siguen condicionando los respectivos gobiernos con la misma retórica de hace diez años, como si nada hubiera pasado. Siguen agitando el señuelo del referéndum de autodeterminación y apelando a lugares comunes como el España nos roba.

Cataluña sigue atada al declive procesista

El caso del caos de Rodalies ilustra a la perfección este perverso mecanismo de funcionamiento que guía a los partidos procesistas. Se lanzan las culpas unos a otros como si no hubieran gobernado estos últimos años en Cataluña. Y echan la culpa a España como si no fueran ellos quienes llevan desde 2019 sosteniendo a los gobiernos de PSOE y Podemos-Sumar.

Una multitud de personas se manifiesta con banderas de Cataluña y un cartel que dice

Mientras, Junts y ERC siguen vendiendo la ficción de la independencia a sus votantes de espaldas a la realidad. Junts alimenta la esperanza del regreso de Carles Puigdemont que, una vez amnistiado, reunirá a todo el independentismo para llevarlo a la tierra prometida. Junqueras apelas al ensanchamiento de la base y asegura tener un plan para que Cataluña será independiente en 2031. 

Mientras los partidos procesistas se agarran al poder haciendo volar castillos en el aire, los catalanes siguen sufriendo las consecuencias de sus años de gobierno. La vivienda por las nubes, una economía hipotecada, falta de inversiones, impuestos a tutiplén, y decadencia y degradación en todas partes. Cataluña no solo ha perdido el liderazgo, sino también el tren de la modernidad.

➡️ Política

Más noticias: