Primer plano de Pedro Sánchez con expresión seria sobre un fondo rosa donde se observa una manifestación con una pancarta que dice 'Palestina'.
OPINIÓN

La Vuelta y los signos de un Estado fallido

El deterioro de los servicios públicos y el caos en La Vuelta colocan a España la etiqueta de Estado fallido

Últimamente, a menudo oímos decir que España es un Estado fallido. Basta con hacer uso de los servicios públicos para entender de dónde surge esta idea: entras en la app para pedir cita con el médico de cabecera y no hay hasta dentro de diez días. La ventaja es que, cuando llega el día, el dolor ha remitido y así ya no colapsas el servicio. El transporte público tampoco se queda atrás. Cada trayecto se ha convertido en una especie de mystery trip: puedes acabar con un golpe de calor porque el aire acondicionado se ha estropeado o encargando un Glovo a medio camino, a pesar de tener el hotel reservado en pensión completa. 

Hasta ahora, esta sensación era más bien doméstica, pero hace dos semanas que se ha internacionalizado con la imagen que España ha proyectado en La Vuelta. Ciclistas llegados de todo el mundo han comprobado de primera mano cómo el Estado es incapaz de garantizarles la seguridad. Aún peor: tampoco ha parecido que se hayan puesto todos los medios. Víctimas de las excentricidades de un presidente que da los últimos coletazos, aferrado a cualquier cortina de humo, los corredores han tenido que esquivar las fechorías de unos manifestantes que de pacíficos solo tenían el nombre. 

Un ciclista pasa entre los manifestantes durante la 18ª etapa de la Vuelta a España, a 11 de septiembre de 2025, en Valladolid.

Todo esto tiene un origen más coordinado de lo que puede parecer. Poco antes del verano, Pedro Sánchez —outsider de la UE, coleccionista de felicitaciones de Hamás y convencido de que está por encima del bien y del mal— se erigió en juez del conflicto. En el Congreso, dejó una frase tan irresponsable como cautivadora para los nostálgicos de aquella extrema izquierda que vivía de reventar calles: calificó de Estado genocida a Israel.

Las sentencias internacionales que hasta ahora han negado una acusación tan grave le han sido indiferentes. También le ha dado igual que en Gaza todavía haya rehenes secuestrados, que el grupo terrorista Hamás difunda imágenes de Evyatar David absolutamente desnutrido cavando su propia tumba, o que incluso se retengan cadáveres de rehenes muertos. Todo ello ha sido engullido por una especie de amnesia colectiva, porque tenemos un sector de la población que considera sagrada la palabra de Sánchez y la de sus portavoces en los medios de comunicación.

A pesar de todo, el balance no podía ser más grotesco: el boicot al Israel Premier Tech se ha saldado con un maillot blanco para Mattehew Riccitello y con la caída de Javier Romo, víctima colateral del caos. La permisividad de las autoridades no solo no ha perjudicado al equipo israelí, sino que ha convertido el escenario en una trampa para los corredores locales.

Mientras tanto, Israel —referente mundial en tecnología, innovación y seguridad— decide retirarse del Mobile Word Congress 2026. En resumen, estamos ante un Estado fallido que ya ha entrado en la era 4.0.: ni tecnología ni seguridad, pero con una gran capacidad para pedalear al ritmo de un presidente desquiciado.

➡️ Opinión

Más noticias: