
El precedente Kirk: no son las formas, estúpido
El doble rasero mediático y político confirma que el verdadero problema no es cómo se dice, sino qué se defiende y a quién incomoda
El 10 de septiembre asesinaron a sangre fría a uno de los comentaristas conservadores más influyentes del mundo: Charlie Kirk. Un joven que apenas había pasado la treintena y que se había hecho conocido por acudir a los campus universitarios de Estados Unidos a debatir de forma pacífica. Centros de élite que presumen de promover la diversidad, los derechos humanos y la libertad de expresión, pero que en su cruzada contra el comunismo habrían dejado a McCarthy como un moderado. Y no olvidemos que son la avanzadilla de la izquierda identitaria. Las universidades siempre han estado dominadas por el mismo patrón ideológico; incluso en pleno franquismo, la mayoría eran un refugio de comunistas y socialistas.
Descubrí a Kirk en uno de los muchos vídeos en los que se hacía viral debatiendo con gente de esas instituciones tan prestigiosas (financiadas por los contribuyentes estadounidenses y por lugares tan “democráticos” como Catar), y enseguida se percibía la fuerza argumentativa del joven conservador: respetuoso, elocuente y bien preparado intelectualmente. Su ejecución pública marca un antes y un después.

Salvando las distancias, más de una vez me han reprochado que mi tono en redes no siempre es lo bastante respetuoso (aunque normalmente solo pierdo las formas cuando respondo a amenazas de muerte, insultos o improperios de todo tipo). Pues bien, viendo el panorama, debo insistirles: no, no son las formas, estúpido, es el fondo. Parafraseo aquella célebre frase de Clinton en 1992: “It’s the economy, stupid”. Scruton ya lo planteaba: la izquierda cree que los de derechas somos perversos; nosotros simplemente pensamos que ellos están equivocados.
¿Y ahora qué? ¿Cómo se puede digerir que los máximos defensores de los derechos humanos, la tolerancia y la diversidad sean unos auténticos sátrapas con las opiniones ajenas? Lo que podría parecer una exageración es, en realidad, un hecho irrefutable: los demócratas se negaron a guardar un minuto de silencio en el hemiciclo tras este atentado. Quiero recordar que quienes nos consideramos de derechas somos sistemáticamente acusados de ser poco menos que Hitler o discípulos de Mussolini, pero la realidad es que son los líderes de derechas los que hoy están siendo perseguidos: intentaron matar a Bolsonaro en 2018, a Trump en dos ocasiones (2024), asesinaron a Shinzo Abe en 2022, a Fernando Villavicencio en 2023 y a Miguel Uribe en 2025, entre otros. La violencia política debe rechazarse, venga de donde venga.
Todo este clima de crispación ha coincidido con otro caso que se ha hecho viral: el asesinato de una joven ucraniana, Iryna Zarutska. Los hechos ocurrieron el pasado 22 de agosto mientras caminaba tranquilamente con sus auriculares en un tren de Charlotte. Su asesinato fue a manos de lo que hoy en día los defensores de la tolerancia llamarían un “hombre racializado”.

Iryna no tendrá el reconocimiento de George Floyd. De hecho, basta comprobar cómo, hasta el 7 de septiembre, AP News (una agencia global de noticias) contabilizaba 74.221 piezas hablando de Floyd, pero ni una sola sobre la joven ucraniana. Los demócratas iniciaron en su momento una campaña en la que prácticamente obligaban a la gente a arrodillarse, mientras los ricos del mundo hacían el paripé para demostrar lo “concienciados” que estaban con el tema. Recuerdo perfectamente a Vinicius y a la mayoría de futbolistas haciendo esa performance en prime time para demostrar que eran buenas personas.
En este contexto, una opinión pública estadounidense está conmocionada por el vil asesinato de Iryna. El crimen vino acompañado por la mirada hierática de los pasajeros del tren, también ellos “personas racializadas”. Me ha costado mucho ver ese vídeo, pero desde que la apuñalan hasta que alguien se acerca pasan casi tres minutos; su sangre corre, su vida se apaga. Huía de una guerra. Se ha hecho muy viral el hecho de que esta joven tenía en su habitación un cartel de Black Lives Matter. Todas las vidas importan.
Volviendo a Kirk, lo único que siento es rechazo y decepción. Mucha decepción. Constato, impasible, que el problema no son las formas. Ya no sirve aquella máxima de Quintiliano: fortiter in re, suaviter in modo[firme en el fondo, suave en las formas]. No hay solución ni entendimiento con quienes, por el simple hecho de ser conservador, celebrarían tu muerte. Conozco a mucha gente de izquierdas, sé que la mayoría son buenas personas y rechazan la violencia. Aun así, sus ideas llevan implícito un poso de resentimiento que empuja a la confrontación. No puede haber puentes entre quienes defendemos el debate abierto y quienes querrían fusilarnos por pensar distinto.

Kirk defendía una vida en familia. Hoy dos niños pequeños se han quedado sin padre porque alguien no pudo soportar que otro pensara diferente y lo expresara con respeto. En Cataluña quizá muchos no comprendan quién era este chico ni por qué su asesinato puede tener repercusiones políticas. El propio Trump le ha dedicado varios tuits e incluso un vídeo desde la Casa Blanca denunciando lo ocurrido. Netanyahu, Meloni, Milei, Obama y otros líderes mundiales han alzado la voz. Han asesinado al símbolo de una generación que rechaza los postulados de la llamada “izquierda woke”. Muchos jóvenes de mi generación hemos seguido sus intervenciones: hemos discrepado, hemos aprendido, hemos admirado su valentía al enfrentarse a personas que, cegadas por su furia, te enviarían a un gulag sin pestañear.
Lo que más me duele es que los grandes medios, tan combativos con el caso de George Floyd, ahora han callado o, peor aún, han tratado de justificar el crimen apelando a sus ideas “polémicas”. ¿Lo más radical que decía? Que existen solo dos sexos, que era provida, sionista, que quería controlar la inmigración masiva y que defendía la familia tradicional. A Chesterton se le atribuye una frase que hoy cobra todo el sentido (parafraseándola): llegará un momento en el que habrá que desenvainar la espada para defender que la hierba es verde.
De todos los comentaristas de este perfil, Kirk no era, ni de lejos, de los que más se pudiera tachar de “radical”. El problema es que puedes matar a una persona y pensar, en tu materialismo, que todo se acaba ahí. Pero sus ideas permanecen, lo invisible perdura. La enorme cantidad de sangre derramada en nombre de religiones, nacionalismos y fanatismos de todo tipo nunca ha logrado borrar las ideas, porque no hay armas capaces de destruirlas. Como mucho, el tiempo puede transformarlas. Matarlo solo conseguirá que surjan más como él. Kierkegaard lo expresó con claridad: “el tirano muere, y su reinado termina. El mártir muere, y su reinado comienza”. El reinado de Kirk acaba de empezar.
Más noticias: