Recuperemos el 'seny' y el orden
Solo hay un camino hacia el sentido común, el orden y el respeto a las tradiciones: el camino de Roma
Hemos comenzado el año con la noticia de la ocupación de la casa de Jordi Riera en Girona. Es un nuevo síntoma de cómo la administración no solo descapitaliza a los catalanes a través de impuestos como el de sucesiones, donaciones, patrimonio, renta o IVA, sino que, además, añade la deshonra de incitar a otros grupos criminales a apropiarse de lo que es nuestro. ¿Remota itaque iustitia, quid sunt regna nisi magna latrocinia? "Sin justicia, ¿qué son los estados, sino grandes bandas organizadas de ladrones?", se preguntaba San Agustín de Hipona en La Ciudad de Dios, un texto que reflexiona sobre la caída de Roma en manos de los bárbaros y la corrupción política y moral de sus dirigentes.
Mil seiscientos años después, con un peligroso retroceso, volvemos a repetir los mismos pasos. Mientras los limes del Imperio están asediados por los nuevos vándalos, observamos cómo nuestros representantes se sumergen en un mar de corrupción, nepotismo y financiación ilícita. Y todo esto mientras la propiedad privada, ahora despreciada, queda reducida a un vestigio del pasado, asaltada ante la permisividad de un poder político omiso, con el aplauso de una izquierda que, retorciendo el lenguaje, ha corrompido todos los valores que definían a Cataluña.
El tribalismo
Ya no somos el país novecentista del seny, el orden y la propiedad privada, la tierra de industriales visionarios, 'indianos' emprendedores, inversores audaces y mecenas generosos. Ahora nos hemos convertido en el país del 'Sindicato de Inquilinas' y el gremio de manteros, de la DGAIA, los menas y los manuales de okupación. La Cataluña de Junts, con sus políticas migratorias teñidas de perspectiva de género; de Esquerra Republicana, con su flagrante incapacidad para fomentar la integración de los musulmanes; y de la CUP -nuestros hipócritas dulcinista- defensores del asalto a inmuebles (ajenos) mientras veranean en Cadaqués o la Corona de Bolvir. Una nación avanza hacia la civilización cuando progresa hacia la sofisticación y el orden romano, pero se encamina al caos y la decadencia cuando se apresura a abrazar el enfrentamiento y el tribalismo, ya sea por razones de clase, género, origen, religión u orientación sexual. Hemos abandonado la Cataluña que construía y cohesionaba sobre valores seculares para convertirnos en una suma dispersa de tribus, donde cada fragmento exige su derecho por encima del sentido común y la libertad de los demás.
Ante la destrucción de todo aquello que nos había hecho fuertes en el pasado y la desaparición de la seguridad jurídica, nos encontramos en una situación desoladora: las mafias ocupan nuestros pisos impunemente, la ley protege a quienes no pagan, y el Estado impide establecer alquileres que garanticen un mínimo de rentabilidad. Pero lo que es aún más alarmante es que nuestros representantes políticos han caído en la forma más profunda y devastadora de corrupción: la de las ideas. Han manipulado y pervertido el lenguaje hasta el punto de glorificar a los malhechores como si fueran luchadores sociales, mientras demonizan a los propietarios como usureros y especuladores. Y mientras dificultan el acceso a la vivienda con sus nefastas regulaciones, fracasadas en toda Europa, nos enfrentan entre nosotros por miedo a señalar el verdadero problema del país: sobra gente.
La cobardía de Junts
Esta degradación del discurso es grave en cualquiera de nuestros partidos autonómicos, pero resulta especialmente escandalosa en Junts per Catalunya. Esta formación, heredera de tradiciones que deberían haber representado un país de ley y orden, con raíces en la Biga, el Carlismo y la Lliga, debería haber defendido los principios de autoridad y respeto, la seguridad jurídica y la cohesión social como bases irrenunciables de un proyecto de nación sólida y próspera. En lugar de eso, los antiguos herederos de Convergència han elegido la cobardía como hoja de ruta. Han renunciado a cualquier lucha ideológica y han hecho del retroceso su única respuesta ante la guerra cultural promovida por la extrema izquierda. Esta rendición, este abandono de su espacio propio, no solo evidencia su debilidad, sino que contribuye a la descomposición del país que, en teoría, deberían haber defendido. Hace años que no son una herramienta útil y la única pregunta que debemos hacernos es: ¿Cuánto tardarán en disolverse?
Ad Romam
Solo hay un camino que conduce a la verdad, y ese camino es el de los valores firmes y la valentía. El del seny, el orden y el respeto a las tradiciones que nos definen. Es el camino de Roma, no solo como cuna de nuestra civilización, sino como inspiración en su respeto sagrado por el principio de propiedad. El ius utendi, ius fruendi et ius abutendi no es solo una fórmula jurídica; es el fundamento de la libertad y la decencia colectiva. Ningún funcionario, ningún político profesional que vive de sembrar división y conflicto entre nosotros, puede decidir qué debemos hacer con lo que es nuestro. Menos aún pueden entregar nuestra propiedad a otra mafia bajo el pretexto de redistribuirla. Esta verdad elemental, que cualquier niño puede entender, pero que el discurso público niega, será una de las grandes ideas que debemos reivindicar en 2025. Es hora de volver a los principios claros, sencillos e inmutables que hicieron grandes a las sociedades que nos precedieron.
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