Un niño con gafas se sostiene la cabeza con las manos mientras mira un cuaderno sobre una mesa con un fondo rosa y un marco de líneas negras.
OPINIÓN

Alumnos clínicamente limitados

El gran debate sobre los planes individualizados: ¿mejoran la educación o perpetúan el fracaso escolar en España?

Hay alumnos que evidentemente necesitan de nuestra ayuda. Y es muy duro para unos padres que su retoño no alcance un nivel normal. Hoy en día la pedagogía y política vigentes defienden que los alumnos pueden ser lo que deseen, algo que para algunos resulta falaz y frustrante si su genética no dio para más. Y ya sabemos que una buena ciencia ficción resulta más creíble que una torpe película histórica, es decir, muchos padres creerán antes que su hijo puede alcanzar el éxito, ficción, que no, de haberlas, sus limitaciones clínicas.

Pero, ¿qué hacer si un hijo padece una limitación real para el aprendizaje? Pues en tales ocasiones, y si se puede, mejor encontrar un buen médico, que es un científico, y hallar el foco del problema para aplicar las terapias correctoras. Luego, e informado el centro, este ya diseñará una adaptación curricular o un P.I., un plan individualizado. En ello se debería rebajar el nivel, pero no el esfuerzo. Pues la política actual facilita más el aprobado que la voluntad de superación, algo que engrosa los malos resultados en PISA y alimenta todavía más el fracaso escolar nacional.

Cada día hay más estudiantes que por ley, se sienten tan protegidos con temarios rebajados, que inconscientemente dejan de esforzarse. En cierta forma, eso resulta una estafa a sabiendas de que los últimos avances en neurobiología demuestran que el trabajo sostenido influye más que la capacidad innata en el aprendizaje. Es decir, si un centro rebaja el esfuerzo, entonces adormece las capacidades intrínsecas del estudiante.

Un niño estudiando en un escritorio con un libro abierto y tomando notas en un cuaderno.

En Estonia, país con excelentes resultados en PISA, se aplica muy poca la adaptación individual y se exige que todos los estudiantes aprendan lo que se enseña bajo un mismo currículo nacional y una reválida para pasar de ciclo. Es más, el docente se halla obligado a impartir esos contenidos bajo ley para asegurar que sus alumnos tengan derecho y obligación a la educación, aunque al final siempre se pueden hacer ajustes en las notas si el alumno no llegó, pero se lo ganó. Por eso es tan importante, y como ocurre en Estonia, diagnosticar y tratar en infantil aquellos alumnos que sufren alguna disfunción en el aprendizaje.

Aquí, en España, quien tiene dinero y conocimientos manda a su hijo al médico y corrige la disfunción. Los pobres y poco versados atizan el fuego sin levantar la llama de sus vástagos. Los alumnos con dificultades innatas deben ser diagnosticados y tratados ya en infantil. Por tanto, sin terapias precoces y sin esfuerzo estudiantil, ningún estudiante se acercará a su potencial heredado. Y es que fracasa quien abandona una vez, triunfa quien empieza mil veces.

Pongamos el caso de una alumna durante el curso 1998. Esta era muy buena persona, con padres comprometidos pero nefasta en matemáticas. Cursaba primero de la ESO en Granollers y ya tuvo graves problemas de cálculo en primaria. La asesora pedagógica de aquel centro instó al claustro a una adaptación curricular pertinente pero no a un diagnóstico clínico. Se adaptaron los ejercicios a la escolar y se le asignó una profesora especialista. A partir de ese instante cambió radicalmente, ahora obtenía trimestre tras trimestre, y sin apenas trabajar, notables en cálculo y álgebra. Luego, y en segundo de la ESO, y vuelta a la clase normal, continuó suspendiendo las matemáticas ante la perplejidad de sus padres, ¿ven el engaño? Por suerte se avisó a los padres de la estafa y estos lo agradecieron. Al final de curso, pero, la directora no me renovó la plaza. Se ve que le resultaba demasiado bullicioso.

Una maestra está de pie frente a una pizarra verde en un aula mientras varios estudiantes están sentados en sus escritorios prestando atención y algunos levantan la mano.

En un centro educativo de El Prat ocurría algo paradójico con la etnia gitana. Ante la presión política de la reforma y la necesidad de escolarizar a la mayoritaria de gitanos de ese barrio, el centro se veía obligado a expedir los títulos de la ESO a churros. Es decir, aquellos calés que terminaban su cuarto de la ESO siendo analfabetos integrales, se les regalaba el título de secundaria bajo su adaptación curricular pertinente.

Lo perverso llegó años más tarde, cuando muchos de esos gitanos solicitaban su acreditación de analfabetos para saltarse la teórica escrita para la licencia de conducir. La sorpresa les venía cuando se les denegaba tal acreditación, ya que el título de la ESO implica que debían saber leer y escribir. Es decir, constaba en su boletín un nivel correcto de dominio lingüístico nacional. Aquella adaptación curricular para todos enajenó a más de un gitano ante la dificultad de obtener su licencia de conducir. Regalarles la ESO a los calés no fue una sabia decisión, aunque tampoco lo fue a otros, y es que el problema tiene un mayor calado.

Lo más falaz de los P.I., o planes individualizados, es que poco se habla de subir el nivel a los buenos, sino solo de bajárselo a los malos. Por tanto, la atención a la diversidad no resulta ser cierta, ya que solo se atiende a los alumnos de bajo rendimiento, una minoría, desatendiendo a la normalidad y destacados, la mayoría. Hay que exigir a todos según sus posibilidades si queremos alumnos cultos, críticos y sagaces. Hay que tener en cuenta lo que ocurre en Japón, Corea del Sur y Taiwán. Con una media de trece horas semanales de trabajo y estudio en casa, sus alumnos obtienen en PISA unos resultados óptimos y muy homogéneos entre todos sus centros. En Estonia hay grandes esfuerzos en la detección precoz de deficiencias, pero no en rebajarles la exigencia, a lo sumo se baja la ratio de diecisiete a diez chiquillos por clase. Aquí pasamos a menudo de los treinta.

➡️ Opinión

Más noticias: