José María Quiñones de León en blanco y negro con bigote y traje oscuro sobre un fondo con los colores de la bandera de España y detalles en rosa
OPINIÓN

Quiñones de León, un hombre del Rey

A pesar de su gran trascendencia, José María Quiñones de León es uno de los grandes olvidados en la historia de España

Imagen del Blog de Joaquín Rivera Chamorro

José María Quiñones de León, diplomático de excepcional influencia durante los últimos años del reinado de Alfonso XIII y la dictadura de Primo de Rivera, es una de esas figuras históricas cuya huella, aunque no siempre visible, fue crucial para el desarrollo de la política española en un periodo marcado por grandes transformaciones. Su carrera, jalonada por una habilidad diplomática innegable, destaca en un contexto internacional complejo y febril, en el que la estabilidad de España y la defensa del régimen monárquico eran prioritarias para los que intentaban defenderlo a toda costa.

A lo largo de su carrera, Quiñones desempeñó un papel decisivo en las relaciones de España con Francia, en la mediación en la Sociedad de Naciones, y en la defensa del régimen en un momento de gran agitación política. Su gestión fue vital para la cooperación franco-española en el Protectorado que se consolidó con el Desembarco de Alhucemas y la intervención gala desde el sur, haciendo una pinza sobre Abd el-Krim y desbaratando sus sueños de que la República del Rif prosperara.

José María Quiñones de León con bigote y traje oscuro sentado frente a una pared clara y un cuadro enmarcado al fondo

Sin embargo, su legado no está exento de sombras, especialmente en relación con la persecución de los opositores políticos, incluidos los republicanos, a los que trató de neutralizar desde sus posiciones diplomáticas.

Un hombre de confianza del Rey, sin carrera diplomática convencional

José María Quiñones de León comenzó su ascenso a la diplomacia española en un contexto marcado por la cercanía con Alfonso XIII. Hijo de una familia exiliada en Francia (su padre siguió a Isabel II en su marcha más allá de los Pirineos), Quiñones desarrolló una relación estrecha con el monarca desde su juventud, lo que le permitió avanzar rápidamente dentro de las esferas de poder, a pesar de no seguir la carrera diplomática tradicional. Su nombramiento como ministro plenipotenciario en Burdeos durante la Primera Guerra Mundial y, más tarde, como embajador en París, fue una consecuencia directa de esta cercanía con el Rey, más que de su formación en el ámbito internacional.

A pesar de las críticas que recibió, especialmente por su falta de credenciales diplomáticas, Quiñones mostró una capacidad excepcional para gestionar las relaciones internacionales de España, convirtiéndose en un personaje clave para los intereses del régimen monárquico. Su habilidad para conectar directamente con los altos círculos de poder franceses y sortear las tensiones internacionales fue crucial para mantener la neutralidad española en la Primera Guerra Mundial, y también le permitió facilitar acuerdos estratégicos que beneficiaron a España, aunque muchas veces a costa de los intereses de los opositores internos.

Durante la Primera Guerra Mundial, España se encontraba en una posición delicada, siendo fundamental para los Gobiernos de la transición, dirigidos por los dos partidos dinásticos, mantener una posición neutral mientras las grandes potencias luchaban. Quiñones de León desempeñó un papel crucial en la diplomacia española, manejando las relaciones con Francia con gran habilidad. A pesar de las dificultades, fue capaz de asegurar la cooperación francesa, aprovechando su estrecha relación con los diplomáticos y funcionarios galos, quienes lo consideraban un interlocutor directo del rey Alfonso XIII, puenteando directamente al embajador, ya que viajaba constantemente a San Sebastián y Madrid para entrevistarse con el Rey, quien le consideraba su amigo.

A lo largo de estos años, Quiñones se ganó la confianza de líderes clave en Francia, como el presidente Raymond Poincaré, y su influencia fue determinante para que España se mantuviera al margen del conflicto, protegiendo sus propios intereses mientras manejaba con destreza los asuntos internos. Su habilidad para actuar de manera autónoma, incluso por encima de los propios embajadores, le permitió convertirse en un referente en la diplomacia española, aunque su autonomía generó desconfianza en algunos sectores del gobierno.

La defensa de la monarquía y la reacción de los republicanos

Para los monárquicos, Quiñones de León representaba una figura de lealtad inquebrantable al rey Alfonso XIII y a la causa monárquica. Su cercanía con la Casa Real y su capacidad para navegar en los complejos entornos internacionales se convirtieron en sus principales méritos, y muchos le reconocen la habilidad para preservar la estabilidad del régimen monárquico frente a las turbulencias internas y externas. En este sentido, su figura se asoció con la defensa del régimen de Primo de Rivera, al que apoyó firmemente, tanto en el ámbito interno como en sus gestiones diplomáticas.

Retrato de un hombre con uniforme militar oscuro y condecoraciones.

Sin embargo, la figura de Quiñones resultó profundamente controvertida para los republicanos, que lo veían como un fiel defensor de un régimen autoritario que obstaculizaba el avance de la democracia en España. Su lealtad al monarca y su apoyo al dictador Primo de Rivera fueron interpretados como un obstáculo para los ideales republicanos, que buscaban una transformación radical en el país. Para los ellos, Quiñones personificaba la resistencia al cambio, la permanencia de una monarquía obsoleta que, a su juicio, debía ceder paso a un sistema más democrático y moderno.

Uno de los aspectos más oscuros de la figura de Quiñones de León es su implicación en la persecución de los opositores al régimen, especialmente de los republicanos. Como embajador en París, Quiñones no solo se encargó de los asuntos diplomáticos, sino que también actuó como un vigilante activo de los movimientos republicanos que se encontraban en el exilio. Su estrecha relación con las autoridades francesas le permitió montar una red de espionaje que sirvió para neutralizar las actividades de los exiliados y opositores al régimen de Primo de Rivera.

En este contexto, la figura de Ramón Franco Bahamonde, hermano del futuro dictador de España y uno de los principales republicanos exiliados en París, se convierte en un ejemplo claro de la persecución a la que Quiñones sometió a los opositores. Franco, quien se encontraba en la capital francesa tras huir de tras la fracasada intentona republicana de diciembre de 1930, sufrió las consecuencias de la vigilancia del embajador. Las fuerzas de seguridad francesas, bajo la influencia de Quiñones, trabajaron en estrecha colaboración con la policía española para vigilar a los republicanos y dificultar su capacidad de organizarse. El propio Emilio Mola Vidal, durante su periodo al frente de la Dirección General de Seguridad, recordaba en sus libros como Quiñones monopolizaba toda la acción represiva sobre los opositores en Francia llevando siempre la iniciativa y sin coordinarse con los agentes españoles destacados en Francia.

Franco y otros exiliados fueron objeto de una constante persecución política, y sus movimientos fueron monitorizados por la red de informadores que Quiñones había establecido en París. Este control sobre los exiliados republicanos era una de las estrategias clave para mantener el régimen de Primo de Rivera, al evitar que los opositores pudieran organizarse y, en última instancia, desestabilizar el orden impuesto por la dictadura.

La propuesta de Severiano Martínez Anido y la intervención de Quiñones en la Guerra Civil

En los días previos al golpe de Estado de 1936, Quiñones de León jugó un papel crucial en los movimientos internos del bando monárquico. Tras la muerte del general José Sanjurjo el 19 de julio de 1936, Quiñones trató de promover la figura de Severiano Martínez Anido como líder del nuevo gobierno militar. Sin embargo, Martínez Anido, aunque cercano al monarca, rechazó la propuesta, argumentando que su vinculación con la dictadura de Primo de Rivera podría resultar un obstáculo para la restauración monárquica.

Este episodio refleja la complejidad del papel de Quiñones, quien, a pesar de no lograr que Martínez Anido aceptara la propuesta, siguió siendo un agente clave dentro de los círculos monárquicos. A través de su influencia, trató de garantizar que un hombre cercano al Rey asumiera el liderazgo de los sublevados, con el objetivo de asegurar la continuidad de la monarquía. Sin embargo, las tensiones internas y el rechazo de algunos sectores a los hombres del régimen anterior dificultaron el establecimiento de un liderazgo monárquico sólido en los primeros días de la sublevación.

Severiano Martínez Anido con bigote vestido con uniforme militar antiguo y condecoraciones sobre el pecho

En la valoración del legado de Quiñones de León, es imposible ignorar las dualidades que marca su figura. Para los monárquicos de su época, Quiñones fue un defensor de la causa real, un diplomático astuto que, a pesar de las críticas, supo actuar en momentos cruciales para garantizar los intereses de la monarquía y la estabilidad del régimen. Para los republicanos, por otro lado, su figura simbolizaba la represión y la opresión, la cara visible de un sistema que se negó a aceptar la modernidad y que utilizó el aparato del Estado para sofocar las voces disidentes.

La persecución de los opositores políticos, especialmente a través de sus contactos con la policía francesa, y su implicación en los esfuerzos por silenciar a los exiliados republicanos, muestran el lado más oscuro de su carrera. Su relación con los movimientos republicanos y su empeño por desbaratar sus intentos de organización en el exilio refleja la actitud de un hombre dispuesto a emplear todos los medios a su alcance para proteger un régimen que consideraba legítimo, sin importar las consecuencias para aquellos que se oponían a él.

En conclusión, la figura de José María Quiñones de León es un ejemplo de la complejidad de la diplomacia y la política en un periodo de grandes turbulencias para España. Su habilidad para gestionar las relaciones internacionales, su lealtad al rey y su firme defensa del régimen monárquico le aseguraron un lugar destacado en la historia que no se vio reflejado por la historiografía. De hecho, es uno de los grandes olvidados de su época a pesar de su trascendencia en. Momentos claves de la historia de España.

Su relación con el rey tenía tal implicación que cuidó de una hija natural de este, aunque... esa es otra historia digna de ser contada.

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