Dos retratos de un hombre con barba y gafas, uno en blanco y negro y otro a color, sobre un fondo con detalles en tonos rosa y blanco.
OPINIÓN

Un hombre bueno y con valores

Con la muerte de Javier Lambán, expresidente de Aragón, se nos va una forma diferente de hacer política

Ha muerto Javier Lambán, expresidente de Aragón y exlíder del Partido Socialista en esta región. De Lambán, quienes lo hemos conocido de cerca, solo podemos decir cosas buenas. Porque era un hombre bueno, íntegro y con unos valores profundamente socialistas intactos, que mantuvo hasta el último día. Como también mantuvo su defensa de España y la Constitución. Costara lo que costara.

Este fin de semana, mientras veía las reacciones en X por su muerte, me preguntaba si Lambán había sido más odiado en el actual Partido Socialista o en el independentismo. Tanto el 'sanchismo' como el separatismo más recalcitrante han sido profundamente injustos con él. Hasta niveles vomitivos.

Javier Lambán con barba y gafas hablando en un atril del PSOE de Aragón mientras una mujer aplaude al fondo

Con Javier Lambán podías no coincidir. A servidor le ha pasado muchas veces. Incluso discrepar. Su naturalidad a la hora de expresar sus opiniones, a veces con cierta dureza o incluso alguna dosis de injusticia, podía provocar recelos. Como decía antes, principalmente en el PSOE que defendió hasta la muerte, mientras los actuales dirigentes cambiaban sus principios, y entre los partidos independentistas. Unas ideas, eso sí, que siempre ha defendido con una argumentación sólida.

En su despedida hemos visto de todo. Como siempre suele pasar en una sociedad tan dividida y a veces profundamente desagradecida. El adiós público de Pedro Sánchez, Pilar Alegría o Salvador Illa, sin ni siquiera mencionar su contribución al PSOE, ni usando la palabra "lamento", un clásico en estas ocasiones aunque sea por guardar las formas, demuestra la calidad moral de la clase política que nos gobierna hoy en día.

Con la muerte de Lambán se va parte de una forma diferente de hacer política. De un interés real por defender el territorio y servir a los ciudadanos. A pesar de que eso suponga anteponer el conjunto a las siglas de un partido y que, como hemos visto en estas últimas horas, suponga condenar al ostracismo más repugnante a quien trabajó por el bien común, aunque a veces ese bien común no coincidiera con sus intereses personales o partidistas.

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