
La foto
Tras muchos meses de espera, Illa se ha reunido con Puigdemont en Bruselas, sin dar muchos detalles sobre el encuentro
Han tenido que pasar trece meses, trece, para que el presidente de la Generalitat, Salvador Illa, se reuniera con quien fue presidente entre 2015 y 2017, Carles Puigdemont. La cita, en Bruselas, en pleno corazón del barrio europeo, fue fría, sin demasiadas explicaciones sobre lo que se habló durante cerca de una hora y media. En general, y lo dice quien estuvo presente, parecía más un encuentro furtivo entre una pareja de amantes que una cita institucional. A pesar de los paralelismos que el equipo de Illa intentó hacer entre el hall de entrada y la Galería Gótica del Palau.
La sala donde se reunieron los dos líderes políticos era blanca, con un par de sofás individuales de color negro y una mesa de vidrio que podría encontrarse en cualquier portal de muebles baratos. No había mucho más que dos ficus, uno a cada lado de la sala, que formaban parte de la única decoración visible. Ninguna bandera, ni de Cataluña, ni de España, ni de Europa. No fuera que Puigdemont se sintiera violentado.

De hecho, las banderas, a pesar de lo que digan desde el Gobierno, se escondieron explícitamente en una esquina de la sala de exposiciones en la planta baja. Un lugar por donde el líder de Junts no debía pasar en ningún momento. Incluso cuando el equipo de TV3 desplazado a Bruselas, con lluvia en el exterior, intentó hacer una conexión en directo desde la planta baja, se les impidió porque aparecían las banderas. Y que digan lo que quieran desde el Govern, más de uno escuchó la prohibición por parte de la funcionaria de la delegación de la Generalitat ante la Unión Europea.
A juzgar por la cara y la gesticulación, Puigdemont parecía mucho más cómodo que Illa. Tal vez por el hecho de haber obligado al presidente a viajar a Bruselas para reunirse con él, evidenciando así que la normalidad que profesan los socialistas no es tal. O por haber logrado que ninguna bandera, ahora que el presidente del Ejecutivo las había recuperado en los espacios institucionales, formara parte de la foto.
A nadie se le escapa que, de la reunión en Bruselas, Illa poco beneficio personal pudo sacar. Que todo tenía otro objetivo, como demuestra el hecho de que la cita fue pactada semanas antes en la residencia de vacaciones de Pedro Sánchez en La Mareta (Lanzarote), después de que el enviado de la Moncloa en Ginebra, José Luis Rodríguez Zapatero, comprobara que Puigdemont estaba enrocado.

El líder de Junts no transmitió ninguna certeza a Salvador Illa respecto a aquellas carpetas que el dirigente socialista llevaba bajo el brazo. El representante de Sánchez, que aún no se atreve a hacerse la foto con Puigdemont, buscaba un "Sí" a los Presupuestos del Estado, a la 'ley Bolaños' y algún tipo de apoyo a su propio Govern, a pesar de saber que cualquier entendimiento con JxCat puede tener graves consecuencias con ERC y la CUP. Y de todo esto, según quienes saben cómo fue la reunión, nada de nada. Ni presupuestos, ni 'ley Bolaños', ni nada de eso que dijo en su momento el mismo Illa sobre la amnistía, que ahora le ha aplicado directamente a su rival en las urnas.
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