
Abascal contra los obispos
No debería haber problema en afirmar que ciertas expresiones religiosas deben de gozar de protección frente a otras

A raíz de los acontecimientos de Jumilla, el líder de VOX, Santiago Abascal, criticó la postura de la Conferencia Episcopal con cierta aspereza, diciendo que el posicionamiento de los obispos a favor de la cesión de espacios públicos para los ritos islámicos se debe, bien a las subvenciones que recibe la Iglesia, bien "a los casos de pederastia". Asistimos, pues, a un choque de trenes entre dos de los pilares del conservadurismo, circunstancia muy ilustrativa.
Durante los años del pontificado de Bergoglio, la Iglesia estuvo tomando posturas muy explícitas a favor de una política de fronteras abiertas y "Refugees Welcome", con apelaciones a la caridad, al humanitarismo y a la dignidad de las personas. La visita papal a Lampedusa sirvió, en este sentido, de icono perdurable. Como los partidos contrarios a la inmigración masiva tienen, en toda Europa, fuerte conexión con las bases católicas, el conflicto estaba servido. Sucedió en Polonia, en Italia, está sucediendo en España.

La pregunta es muy sencilla. ¿Debe defenderse, en nombre de la libertad religiosa, la ocupación islámica de los espacios públicos? El debate deja a todo el mundo fuera de sitio, hasta el punto de que los camaradas de Podemos, siempre dispuestos a estar equivocados en cualquier asunto, han salido a defender a los musulmanes con el mismo ardor con que protestan cuando las procesiones de Semana Santa ocupan las calles. El problema es que todo el mundo parece pasar por alto el detalle fundamental: no todas las religiones son iguales, no todos los ritos son iguales, no todas las tradiciones tienen el mismo impacto social.
Se mire como se mire, Europa se construyó contra el Islam. La fiesta del cordero o el Ramadán son elementos que simbolizan todo aquello cuya derrota fue necesaria para el establecimiento de nuestra civilización. El Islam es enemigo de las libertades fundamentales, de la dignidad de la mujer o de la diversidad sexual; puede funcionar como una "religión", pero en la práctica opera como una ideología totalitaria y expansionista, consagrada de manera explícita a instaurar un nuevo tipo de orden social fundamentalista.
La postura de los obispos refleja una mediocridad intelectual alarmante. No debería haber ningún problema a la hora de afirmar que ciertas expresiones religiosas deben de gozar, en nuestro país, de protección frente a otras. Sobre todo cuando en el mundo musulmán se practica la degollina del judío y del cristiano con la máxima naturalidad. Que lo pregunten a los cristianos de Irak o de Siria o las víctimas de Boko Haram en el África subsahariana.

Pero claro, estamos hablando del mismo grupo de obispos que han pactado la "resignificación" de Cuelgamuros o que se gastan millones en 13TV, los mismos que han asentido de manera bovina cuando Bergoglio incorporó las monsergas climáticas al magisterio eclesial en la encíclica Laudato Si, o cuando el pontífice afirmaba que tomar las vacunas COVID constituía "un acto de amor".
Lo religioso no puede ser defendido sin más, dado que existen prácticas religiosas aberrantes. Los prelados de la Conferencia Episcopal, ¿hubieran exhortado a Hernán Cortés a tolerar los sacrificios humanos de los aztecas, en nombre de la libertad de culto? Del mismo modo, la deshumanización de la mujer en el Islam, así como su voluntad bárbara de conquista y sometimiento, deben de ser combatidos allí donde se encuentren, sin medias tintas, sin apelaciones melifluas a la tolerancia o la diversidad.
Lo sentimos por los señores obispos, pero en todo esto, irónicamente, Abascal tiene más razón que un santo.
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