
El encantador pueblo catalán que tiene unas playas que parecen sacadas de un cuento
Calles empedradas, torres medievales y vistas a las Illes Medes convierten este rincón en un destino imprescindible
Cataluña está llena de pueblos con encanto, pero pocos reúnen tanta historia, tradición y belleza como este rincón del Baix Empordà. Entre campos fértiles, mar y memoria medieval, el pueblo de Pals se ha ganado un lugar destacado entre las visitas imprescindibles. Sus calles empedradas parecen transportar al visitante a otra época y al mismo tiempo invitan a descubrir un entorno vivo y en constante movimiento.
La proximidad con Girona, situada a unos 40 kilómetros, convierte este municipio en una excursión accesible para los visitantes o residentes de la ciudad. Con algo más de 2.500 habitantes, Pals mantiene la esencia de un pueblo pequeño, con una riqueza patrimonial y natural que sorprende a cada paso.

Orígenes y herencia medieval
El nombre de Pals proviene del latín Palus, que significa “terreno pantanoso”, en referencia a las antiguas marismas que lo rodeaban. Desde la Edad Media, el núcleo creció protegido por murallas y torres que aún hoy se conservan. Este legado lo convierte en uno de los conjuntos medievales más auténticos de Cataluña y en un gran destino para los amantes de la historia.
La arquitectura medieval domina el centro. Destacan la iglesia de Sant Pere, documentada desde el siglo XI, y la muralla con sus torres defensivas, que marcan el perfil característico del pueblo. Entre ellas sobresale la Torre de les Hores, construida entre los siglos XI y XII, y convertida en el símbolo indiscutible de Pals.

Calles, arrozales y Mediterráneo
Pasear por el casco antiguo es un viaje en el tiempo. El Carrer Major y las plazas concentran la mayoría de actividad, con restaurantes y tiendas que se han integrado sin romper la armonía del lugar. Los balcones llenos de flores y las casas de piedra dorada evocan el ambiente de un pueblo del sur de Francia, reforzando su carácter pintoresco.

Pero Pals no se entiende sin sus arrozales: desde el siglo XV, la llanura cercana se convirtió en un centro de cultivo de arroz, aprovechando las aguas y el terreno húmedo. Hoy, este producto es una seña de identidad gastronómica y cultural. Durante el otoño, las jornadas dedicadas al arroz atraen a visitantes que quieren conocer su historia y probar recetas locales.

El municipio también cuenta con playas de gran atractivo. La Playa de Pals, extensa y abierta, ofrece vistas únicas sobre las Illes Medes, uno de los paisajes más emblemáticos de la Costa Brava. La combinación de mar, historia y naturaleza ha convertido al pueblo en un destino turístico de primer orden.

Tradición y vida cultural
Más allá de su arquitectura y su entorno, Pals mantiene vivas sus tradiciones. Las fiestas mayores y las ferias locales llenan las calles de música y actividades populares, reforzando el sentido de comunidad. Estos eventos muestran cómo el pueblo ha sabido combinar el turismo con la preservación de su identidad.

Visitar Pals no es solo recorrer un conjunto medieval. Es descubrir un lugar donde el pasado convive con el presente, donde los arrozales marcan el paisaje y las playas abren la puerta al Mediterráneo. Un destino que demuestra que la Costa Brava es mucho más que sol y arena: es historia, cultura y belleza en estado puro.
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