
El procesismo vuelve al pasado y se apunta otra vez a las pequeñas batallas
El procesismo siempre ha compensado su carencia de resultados con luchas culturales de poco alcance
Ante la falta crónica de una orientación política real, el independentismo se ha concentrado en las pequeñas batallas. Casi siempre son conflictos anecdóticos relacionados con temáticas culturales y lingüísticas. El último ejemplo, que ha alcanzado incluso dimensión internacional, es el de la heladería DellaOstia.
El negocio, fundado por un ciudadano argentino en el barrio de Gràcia, se vio envuelto en una tormenta política tras un desencuentro lingüístico con la pareja de un concejal de ERC. Un malentendido por la palabra catalana “maduixa” derivó en acusaciones de discriminación, "fascismo" y catalanofobia. En cuestión de horas, figuras del independentismo como Antonio Baños o Jordi Borràs señalaron públicamente el local, que poco después amaneció con pintadas, carteles y un alud de reseñas negativas en internet.
La polémica, lejos de quedarse en el ámbito vecinal, fue amplificada por los propios dirigentes políticos. ERC denunció el caso ante la Generalitat como un ejemplo de “discriminación lingüística”, mientras sectores independentistas llamaban a no volver a consumir en el establecimiento. La heladería pasó así de ser conocida por la calidad de sus helados a convertirse en símbolo de la enésima disputa cultural del procés.
Por si fuera poca épica, algunas figuras nacionalistas elevan esta situación a revuelta social. En una pieza de opinión, Jordi Subirana hablaba de que que "ha tardado en pasar, pero la revuelta de los catalanes en defensa de su lengua ha empezado":
La contrarreacción: más procesismo
Como ocurre habitualmente en este tipo de episodios, la reacción independentista trajo consigo una contrarreacción desde el bloque contrario. Partidos como PP y Vox aprovecharon el caso para reclamar al Ayuntamiento protocolos de protección. Por su parte, y con la ironía habitual, Alejandro Fernández comparaba esta situación con el Desembarco de Normandía:
La controversia dio además un salto internacional. Diarios argentinos como Clarín se hicieron eco del caso por la nacionalidad del propietario, movilizando la solidaridad de centenares de compatriotas. En cuestión de días, un asunto menor se convirtió en un choque político que traspasó fronteras.
Procesismo en horas bajas
Para entidades como Òmnium o la Plataforma per la Llengua, el episodio se enmarca en la lucha contra lo que califican de “catalanofobia”. Sin embargo, lo cierto es que este tipo de controversias ilustran el estado actual del independentismo. Un movimiento incapaz de fijar un rumbo político fáctico y refugiado en guerras culturales que apenas van más allá del ruido mediático.
La crisis de objetivos, la fragmentación interna y la pérdida de apoyo social han reducido el procesismo a episodios como el de la heladería de Gràcia. Lo que hace unos años eran movilizaciones masivas hoy se traduce en campañas de boicot y discusiones sobre un helado de fresa.
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