Dos mujeres mayores caminando junto a una bandera estelada mientras una mujer joven pasa por el lado opuesto.
POLÍTICA

El procesismo asume su debilidad y confía la Diada al flanco institucional

Partidos y entidades llegan a este 11 de Setiembre enfrascados en una guerra fratricida

Uno de los cánticos que triunfó durante los años dorados del Procés fue aquel que exclamaba que ‘els carrers seran sempre nostres’. Era una metáfora de la mayoría social que se arrogaba el independentismo para justificar su plan de secesión unilateral. Las movilizaciones sociales, como las Diadas masivas de 2012, 2013, 2014 y 2015, eran su mejor escaparate.

Varios jóvenes juegan con una pelota en la manifestación de los CDR durante la huelga general en Catalunya en reacción a las penas por el 1-O, en Barcelona (Cataluña, España), a 18 de octubre de 2019.

El principal síntoma del declive procesista ha sido precisamente la deriva de las entidades cívicas y los sucesivos pinchazos en las movilizaciones. Sus impulsores se han empeñado en mantener el pulso de la calle en las últimas Diadas, pero no han hecho más que confirmar la pérdida de apoyo social. Los números hablan por sí solos.

Asistencia a la manifestación del 11-S 

2012
1 500 000
2013
1 600 000
2014
1 800 000
2015
1 400 000
2016
875 000
2017
1 000 000
2018
1 000 000
2019
600 000
2020
59 000
2021
108 000
2022
150 000
2023
115 000
2024
60 000

Fuente: Guardia Urbana

Parece que las entidades soberanistas han asumido finalmente su debilidad y han adaptado la próxima Diada al desencanto social que acompaña el momento presente. Por un lado han llamado a la movilización masiva y unitaria. Pero por otro lado han organizado una Diada de mínimos, trasladando el peso de las calles al ámbito institucional.

Se consuelan con una gran bandera en el Parlament

ANC, Òmnium Cultural y el Consell de la República han llamado a participar en la manifestación ‘Independencia, con más motivos que nunca’. En previsión de otro pinchazo, han preparado un recorrido de mínimos entre La Rambla y Pla de Palau.

Ante la desmovilización en las calles, el procesismo cede el peso de la Diada al ámbito institucional y en particular al Parlament. Su presidente Josep Rull recupera este año las tradiciones de los expresidentes Jordi Pujol y Pasqual Maragall.

Ha anunciado la colocación de una senyera de 54 metros cuadrados y 25 metros de altura. También recuperará la recepción institucional que se celebró todos los 11 de Setiembre desde 1980 hasta 2008. 

Un hombre con gafas y traje oscuro está sentado frente a banderas con franjas rojas y amarillas.

En Barcelona, Junts ha pedido al ayuntamiento que los autobuses luzcan la bandera catalana durante la Diada. El procesismo vuelve así a sus esencias, el terreno simbólico. Con ello reconoce también implícitamente su pérdida de la mayoría social y su declive.

Crisis del independentismo: desmovilización y fractura

La Diada de este año llega en plena crisis de las dos grandes entidades cívicas que orbitan alrededor de Junts. La ANC y el Consell de la República han experimentado una fuga masiva de afiliados y dirigentes. Especialmente en la Assemblea, que ha perdido el 25% de sus afiliados en los últimos cinco años, y ha anunciado pérdidas económicas de un millón de euros.

Òmnium Cultural sigue siendo de largo la entidad con más afiliados, aunque sus ingresos también se han visto mermados. Además, su cercanía a ERC ha erosionado su legitimidad a ojos del independentismo. Si durante el Procés, bajo el mando de Jordi Cuixart, fue punta de lanza del independentismo más radical, ahora se ve más como una entidad catalanista de defensa de la lengua.

El declive de estas entidades coincide con la división interna en el independentismo, que ha derivado en una guerra fratricida. Esto también se refleja en la Diada de este año. A diferencia del año pasado, esta vez las entidades han excluído a Aliança Catalana de la manifestación del 11-S por su discurso "contra los derechos humanos".

➡️ Política

Más noticias: