
Pol Izquierdo, periodista de TV3, señala a su jefa: 'Se ha acabado'
Pol Izquierdo rompe el silencio y deja un mensaje muy claro
La tormenta que atraviesa TV3 en los últimos días no solo viene desde fuera. También desde dentro del propio canal han empezado a escucharse voces que, por su contundencia, sacuden los cimientos de la televisión pública catalana. Una de ellas es la de Pol Izquierdo, periodista y trabajador de la casa, que este domingo publicó una reflexión amarga y directa. Su conclusión es demoledora: “TV3 se ha acabado por nuestra desidia".
Las palabras no fueron pronunciadas en un plató ni en una rueda de prensa. Surgieron de una conversación privada entre compañeros de larga trayectoria en la cadena. Según explicó él mismo en redes sociales, tras esa charla íntima, el diagnóstico fue claro.

El proceso de degradación de TV3 es responsabilidad de quienes forman parte de ella. Una autocrítica que no deja margen a interpretaciones suaves.
Pol Izquierdo no se muerde la lengua
Izquierdo habla de miedo. Miedo a discrepar, a levantar la voz, a enfrentarse a las decisiones de una dirección que describe como autoritaria. Asegura que la presidencia actual, bajo Rosa Romà, ha impuesto una forma de liderar que sofoca el pensamiento crítico. Y que esa cultura del silencio ha contribuido a que la programación actual esté por debajo de lo que debería ofrecer una televisión con tantos recursos.
El periodista reconoce también que los trabajadores se han acomodado. Que el cambio les ha pillado mayores, sin energía ni voluntad de lucha. Y que mientras tanto, se han ido contratando perfiles que él califica sin rodeos: analfabetos bien pagados. El resultado, según su visión, es una televisión pobre en contenido, alejada de la excelencia, y cada vez más irrelevante en el plano cultural y lingüístico.

Su reflexión llega justo el mismo día del estreno de Bestial, el nuevo programa de Bibiana Ballbé, que ha sido recibido con un alud de críticas por parte del público. Las redes sociales se llenaron de comentarios negativos. Se habló de ruido, de superficialidad, de falta de respeto por el catalán.
El programa fue calificado como “un insulto”, “lamentable” y “vacío”. Pero lo que Pol Izquierdo denuncia va mucho más allá de un simple fracaso televisivo. Habla de un proceso de erosión institucional que lleva años en marcha.
TV3, dice, ha perdido su papel y ya no representa lo que representaba. Ya no cuida el idioma como antes, no lidera con criterio ni con valentía. Asegura que se ha convertido en una televisión de feria, sin alma, pero que aún conserva el liderazgo en audiencias. Un liderazgo que, según él, se sostiene sobre la rutina, no sobre el mérito.
La gravedad de su testimonio no reside solo en el tono: está en la fuente, no es un espectador más. Es alguien que ha formado parte del engranaje, que ha vivido la evolución del canal desde dentro. Y que ahora, con pesar, se reconoce vencido.
Las palabras de Pol Izquierdo resuenan como una llamada de atención urgente. No solo para quienes dirigen, sino para quienes todavía creen que TV3 puede ser algo más que una marca. Porque si la crítica ya viene desde las propias tripas del sistema, el problema no está solo en lo que se emite. Está en lo que se ha dejado de defender.
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