
Cordón sanitario en Cataluña: crónica de un fracaso anunciado
El acoso a Vox y Aliança Catalana solo ha servido para disparar sus expectativas electorales
El cordón sanitario es un viejo concepto ideado para imponer vetos a determinados partidos, por razones ideológicas o estratégicas. Pero lo que tradicionalmente quedaba ceñido a los pactos, últimamente se ha extendido al acoso institucional. Los cordones se han convertido en un instrumento de los partidos tradicionales para desactivar la amenaza que representan los nuevos partidos antiestablishment.
Cataluña, como en muchas otras cosas, también ha sido vanguardia en esto. El experimento catalán ha demostrado que los cordones sanitarios solo sirven para mostrar las propias debilidades y fortalecer al adversario. Aquí, el fracaso ha sido más estrepitoso si cabe.

La petición de alcaldes de Junts a la dirección para romper el cordón sanitario evidencia que la realidad ha acabado pasando por encima de estos partidos. Estas formaciones están intentando dar un giro ideológico a la desesperada para intentar competir con el auge de los partidos antiinmigración. Pero ya es demasiado tarde, y su obsesión por imponer un relato oficial al margen de la realidad ha acabado perjudicándoles.
Crónica de un fracaso anunciado
La entrada de Vox en el Parlament, en febrero de 2021, llevó a PSC, ERC, Junts, CUP y Comuns a firmar el primer Pacto Antifascista. Su objetivo era vetar cualquier pacto con este partido y obstaculizar su actividad parlamentaria. Estos partidos reeditaron el cordón sanitario en 2024, tras la entrada de Aliança Catalana en el Parlament.
Aunque estos partidos ya llevaban meses ejerciendo el acoso al partido de Sílvia Orriols, desde que accedió a la alcaldía de Ripoll en 2023. Lo hicieron sobre todo a través de la prensa pública y subvencionada. TV3 llevó a cabo una campaña de acoso y derribo contra Aliança Catalana, vetando a sus líderes y haciendo reportajes donde les estigmatizaban como racistas y ultraderecha.
El éxito fulgurante de los postulados de Orriols llevaron a un recrudecimiento del acoso mediático. En enero, El Periódico, uno de los medios más subvencionados de Cataluña, desató una campaña institucional contra la alcaldesa de Ripoll por el empadronamiento.

La otra trinchera del cordón sanitario ha sido en el Parlament, donde el presidente de la cámara, Josep Rull, ha ejercido de censor de los disidentes. Ha quitado la palabra y reprendido a diputados de Vox y Aliança. Pero se ha negado a sancionar a diputados como David Cid y Agustí Colomines, que han llamado “nazi” y “fascista” a Sílvia Orriols.
El cordón sanitario actúa también utilizando su mayoría en los órganos de gobierno para vulnerar los derechos parlamentarios de las formaciones consideradas como indeseables. El acoso político se combina con un obsesivo intento de controlar el relato público. Los partidos del pacto antifascista se erigen en jueces del bien y del mal, y deciden aquello de lo que se puede hablar y lo que no.
Pero en un momento de crisis como el actual, y de auge de las redes sociales fuera del control del establishmente, la sociedad ya no traga. La gente se ha cansado del buenismo y la corrección política. Esto ha llevado al fracaso estrepitoso del cordón sanitario. Sus integrantes se hunden, y algunos como Junts empiezan a plantearse la necesidad de romper.
Junts, el eslabón más débil
Junts siempre ha sido el eslabón más débil del cordón sanitario, por la contradicción ideológica que supone estar en el mismo frente con ERC, CUP o Comuns. En un momento de derechización del electorado, el Pacte Antifeixista es una rémora para Junts. Esto le ha llevado a romper el cordón en la moción de censura de Ripoll y en el Pacto Nacional del Padrón.

Además, una nutrida representación de alcaldes de Junts se acerca más a los postulados de AC que a los de ERC, CUP o Comuns. Esto ha evidenciado un distanciamiento de las bases respecto de la dirección. O lo que es lo mismo, la cruda realidad del día a día en los municipios, con temas como la seguridad o la inmigración, han hundido el relato oficial.
Jordi Turull evitó el pasado viernes pronunciarse sobre su posible ruptura del cordón sanitario. Pero parece haberse impuesto la tesis, también en la dirección, de que el cordón sanitario perjudica a Junts y beneficia a Orriols. La propia Sílvia Orriols vaticinó días atrás que es cuestión de tiempo ver como Junts rompe el cordón sanitario.
El anunciado fracaso del cordón sanitario demuestra que en la nueva política ya no sirve la utilización del poder para controlar a las masas. En la era de la batalla cultural y el auge de las redes sociales, la censura acaba perjudicando al censor y beneficiando al censurado.
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