Un hombre hablando en un podio con banderas de la Unión Europea y España a su lado.
POLÍTICA

Un líder por delegación: el gran problema de Puigdemont con Sílvia Orriols

Puigdemont es un líder sin combustible: desde Waterloo, no puede contener la fuga que le provoca Aliança Catalana

Todo empezó con las últimas elecciones generales en España. Sin puentes entre PP y PSOE, uno de los partidos que recibió la llave de gobierno fue Junts. Esto supuso un cambio de paradigma en Waterloo; de ser un partido que practicaba la automarginación, Junts pasó a ser un socio de gobierno.

Como ha sido evidente desde un principio, Junts, en connivencia con un PSOE cuya prioridad es el poder, optó por un perfil duro. Ahora bien, era un perfil de cara a la galería. Ya ha pasado el suficiente como para que esto resulta innegable: Junts mantiene a Sánchez en la Moncloa porque necesita la mano del PSOE en el Constitucional para la ley de amnistía.

Este perfil duro Junts lo rellenó de derechas: multirreincidencia, inseguridad, control migratorio, cerrar el grifo a los ‘menas’, etc. Y como también es evidente, Junts tomó este perfil mirando a Sílvia Orriols, que divide de manera estructural al electorado conservador. Según el último CEO, Junts pierde siete diputados, que son los que crece Aliança Catalana.

Una mujer de pie hablando en un micrófono en un entorno formal con varias personas sentadas detrás de ella.

La inoperancia de la dirección

Dejando ahora de lado que Puigdemont culpe al árbitro y diga que el CEO está viciado, el gran problema que tiene Junts es que su líder está perfectamente inutilizado. Además, está inutilizado a dos niveles: simbólico y operativo. Asunto distinto es que la disidencia interna de Junts haya sido silenciada, y muy bien silenciada, por Turull, que es el cancerbero de Puigdemont en España.

A nivel simbólico, los lamentos procesistas de Puigdemont ya no tienen recorrido en ningún sentido posible. Y el motivo es que el CEO (que ahora tanto critica Puigdemont) constata que el independentismo cotiza muy a la baja. Pero es que, después, está la gran contradicción: Puigdemont carga día sí, dia no, contra España al mismo tiempo que es una de las razones de la estabilidad de España. 

Y a nivel operativo, Puigdemont es una representación digital: una pantalla en los actos del partido o parrafadas en redes sociales. La demostración de que Puigdemont no ejerce de líder de facto es que no aceptó el cargo de líder de la oposición en el Parlament, que es un cargo institucional ¿Y por qué no ejerce? Porque desde el principio cayó en la gran trampa del PSOE: la amnistía. La trampa consistía en tomar como rehén a Puigdemont y pacificar Cataluña (la operación ha sido un éxito: Illa y Collboni).

Un grupo de personas está reunido en un salón viendo una proyección en una pantalla grande.

Una legislatura complicada

Con este panorama, Puigdemont tiene muy difícil enfrentarse a la jugada envolvente que le hace Orriols. Además, Junts ha cometido el clásico error de los partidos de derechas que ven el surgimiento de la derecha identitaria: la equidistancia contradictoria. De esta manera, Salvador Vergés dice un día que la inmigración “colapsa” el sistema, pero al día siguiente Agustí Colomines pide “cursos de derechos humanos” para los imanes radicales.

Un hombre de traje y gafas habla en un parlamento mientras otras personas lo observan desde sus asientos.

Ahora, la gran incógnita está en saber qué hará Junts durante esta legislatura. Su gran reto no es tanto hacer oposición a Illa como hacer oposición a Orriols. El problema está en que hacer oposición a Orriols exige usar unas herramientas que Junts no se atreve a usar. Al fin y al cabo, Junts paga el precio de estar pendiente de la salvación judicial de su líder.

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