Junts y Puigdemont, atrapados entre Sílvia Orriols y Pedro Sánchez
Los procesistas descartan una moción de censura al presidente del Gobierno mientras giran obligados hacia la derecha
Junts per Catalunya sigue en su camino hacia no se sabe exactamente dónde. Desde que decidieron abandonar el unilateralismo y unirse al Frankenstein 2.0 de Pedro Sánchez, el partido de Carles Puigdemont entre su discurso y sus hechos en el Congreso de los Diputados.
Por un lado, ideológicamente se han visto obligados a girar hacia la derecha en algunos temas. El más claro es el de la inmigración y la delincuencia. El auge de Aliança Catalana y la previsible fuga de votos hacia el partido de Sílvia Orriols han obligado a los juntaires a cambiar su discurso en algunas cuestiones.
Por ejemplo, pasaron de pedir el cierre de los Centros de Internamiento de Extranjeros y agitar la bandera del “Queremos acoger” a pedir las competencias en inmigración para Cataluña porque están llegando demasiados. También han pasado de subir el impuesto de sucesiones en plena pandemia a pedir su abolición. O de tener un discurso tibio con la delincuencia a afrontar el debate sobre la expulsión de delincuentes multirreincidentes extranjeros.
El miedo a Sílvia Orriols es evidente en la formación de Carles Puigdemont. Sin embargo, este tímido y ligero giro hacia la derecha choca con su estrategia en Madrid. Allí, a pesar del ruido respecto a una posible moción de censura a Pedro Sánchez, ellos niegan la mayor.
Consideran una “broma macabra” sumarse a una moción de censura con el PP y Vox. Se trata de una negativa que les consolida dentro del bloque de la investidura. Ellos venden ahora una moción de confianza, un posible ‘no’ a los presupuestos y siguen con la amenaza de retirar su apoyo a Sánchez si no hay avances. Pero mientras consideren una “broma macabra” la posibilidad de una censura, cualquier intento de amenaza al Gobierno no deja de ser un chiste que no hace ni cosquillas a Pedro Sánchez.
El presidente del Gobierno, cada vez más rodeado de casos de posible corrupción, sabe que Junts tiene un margen de maniobra casi nulo mientras el Constitucional no se pronuncie respecto a la amnistía. Más allá de la presión judicial a la que está sometido y a las amenazas estériles de Junts, Sánchez tiene claro que puede contar con que Puigdemont y los suyos, por ahora, ni se plenteen pactar el PP y Vox para echar al líder socialista de la Moncloa. Ya pueden los procesistas advertir de que tomarán "decisiones que no gustarán al PSOE", que una cosa son decisiones que no gusten en Ferraz y otra distinta son decisiones que puedan hacer tumbar al Gobierno.
De este modo, tanto Junts como Carles Puigdemont están atrapados entre las necesidades personales del expresident de la Generalitat de conseguir la amnistía (que ya veremos si el Constitucional la permite) y la tostada que le está comiendo constantemente Sílvia Orriols en el plano ideológico.
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