Un hombre con traje oscuro y corbata habla en un podio levantando un dedo.
POLÍTICA

Gabriel Rufián desata otra tormenta de insultos y acusaciones con el entorno de Junts

Una pelea más entre los dos grandes partidos procesistas

En las últimas horas, los diputados Gabriel Rufián y Francesc de Dalmases han intercambiado tweets increpándose mutuamente. La ciudadanía observa una vez más cómo los líderes independentistas se pelean entre ellos. Mientras, los asuntos que realmente afectan al día a día de la gente quedan arrinconados.

Todo este intercambio empezó con un grito al aire más del líder de ERC en el Congreso de los Diputados, Gabriel Rufián. Acusó tanto al PSOE como al PP de repartirse los jueces. Esta crítica se entiende mejor cuando se recuerda que ERC, el partido de Gabriel Rufián, es socio de investidura del PSOE en España y en Cataluña con el PSC.

Dos hombres con traje posan frente a un fondo desenfocado que parece ser un texto.

Estas declaraciones no pasaron desapercibidas para el diputado de Junts, Francesc de Dalmases, quien no dudó en llamarle colaboracionista de las “cloacas españolas”. También recordándole que, según su criterio, Rufián ha blanqueado la persecución de independentistas indefensos. Al final, a modo de burla, le recordó la bajada electoral la cual ha sufrido su partido.

Rufián, buscando desprestigiar a Junts, le adjuntó un titular donde se evidencia que Junts votó contra la reducción de la jornada laboral junto a PP y Vox. En el mismo tweet les llama “patriotas de cartón”, dejando clara su acusación de traición e hipocresía hacia la formación dirigida por Carles Puigdemont.

A falta de respuesta, esta mañana ha publicado un último tweet cargado de ironía y crítica. Desliza que si ERC hiciera lo mismo que Junts en ciertos encuentros con representantes del PSC o con la monarquía, no tardarían los medios convergentes en montar un escándalo.

Las peleas internas

Las disputas internas del independentismo evidencian su fragilidad estructural. ERC y Junts se atacan sin descanso en redes, lanzándose reproches y acusaciones cruzadas que parecen sacadas de un patio de colegio. Mientras tanto, los ciudadanos se mofan de su infantilismo, su incapacidad para coordinarse y su obsesión por protagonizar escándalos digitales en lugar de resolver problemas reales.

Cada choque entre ambos partidos deja claro que no existe unidad ni estrategia seria. Las acusaciones de traición se multiplican mientras los asuntos que realmente afectan a Cataluña —seguridad, okupas, inmigración ilegal, corrupción— quedan completamente olvidados. La ciudadanía observa cómo los dirigentes se enzarzan en rencillas y guerras digitales, perdiendo credibilidad y convirtiendo la política catalana en un circo de insultos y gestos ridículos.

La incapacidad de colaboración los transforma en objeto de burla para toda España. Sus disputas internas son un festín para partidos rivales y medios de comunicación, que se ríen de cada tweet, cada foto, cada reproche. Mientras ellos se devoran entre sí, los problemas de la ciudadanía permanecen sin solución, demostrando que la política del independentismo se ha convertido en un teatro inútil.

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