
Un año de la fuga de Puigdemont: sin amnistía, más aislado y hundido en las encuestas
Lo que tenía que ser un revulsivo acabó siendo el inicio de la decadencia de su figura y su proyecto
Hoy 8 de agosto se cumple un año de la segunda fuga protagonizada por Carles Puigdemont en el día de la investidura de Salvador Illa. Aún sigue abierta la investigación interna de los Mossos para esclarecer qué falló. Más allá de dejar por los suelos el prestigio de la policía catalana, aquel espectáculo no sirvió para relanzar la imagen y el proyecto de Carles Puigdemont.

Más bien lo contrario. Un año después de su frustrado retorno a Cataluña, su partido está más aislado y su figura más discutida. En estos doce meses ha visto la consolidación del gobierno de Salvador Illa, el fracaso de su alianza con Pedro Sánchez, el hundimiento de Junts en las encuestas, y el auge de su principal competidora Sílvia Orriols.
Lo peor para Carles Puigdemont es que su sumisión al PSOE no ha servido para beneficiarse de la amnistía como pretendía. Waterloo pone el foco en los jueces, pero el independentismo lo ve como una confirmación del fracaso de su estrategia. Está por ver el coste político que tendrá para un Puigdemont cuya popularidad está cada vez más tocada.
Su liderazgo, cada vez más discutido
Aunque quería utilizar su regreso como revulsivo para relanzar su figura, desde entonces todo ha ido a peor. Su renuncia a liderar la oposición en Cataluña ha dejado a Junts aislado entre el bloque de gobierno (PSC, ERC, Comuns) y la derecha en auge (PP, Vox y Aliança Catalana). En Madrid, la crisis de corrupción en el Gobierno de Pedro Sánchez ha dejado a Junts en una posición incómoda y muy delicada.
Atrapado en el impasse de la política española y sin influencia en el escenario catalán, Junts se hunde irremediablemente en las encuestas. El partido de Carles Puigdemont se ha consolidado como el partido que más diputados pierde en Cataluña, en contraste con Aliança Catalana que es el partido que más crece. Una situación preocupante teniendo en cuenta que estamos a menos de dos años del nuevo ciclo electoral.
Puigdemont consiguió revalidar su liderazgo y reunificar el partido en el congreso nacional de octubre de 2024. Pero la situación actual plantea serias dudas entre las propias filas de Junts. Cada vez son más quienes creen que la figura de Puigdemont está agotada, y que su errática estrategia les condena a acabar devorados por Sílvia Orriols.
El procesismo en horas bajas
El annus horribili de Carles Puigdemont ha coincidido con una aceleración del proceso de descomposición del procesismo. El mejor reflejo de ello es la crisis en las entidades sociales vinculadas a Junts, como la ANC de Lluís Llach o el Consell de la República. Además de la fuga de afiliados, en las últimas semanas ha habido guerras internas y dimisiones de dirigentes.

El auge de Aliança Catalana indica un agotamiento del independentismo y su búsqueda de nuevos líderes. Los principales señalados son Oriol Junqueras y Carles Puigdemont, representantes de la élite procesista a quienes culpan del descarrilamiento del Procés. Su huida hacia adelante pactando con el PSOE no ha hecho más que empeorar las cosas.
La huida de hace un año fue una muestra más de la contradicción en la que cabalga Puigdemont desde que invistió a Pedro Sánchez. También de la pérdida de apoyo entre el propio independentismo. Se va consolidando la idea sobre la necesidad de dar un paso lado para abrir una nueva etapa que permita recuperar la hegemonía del nacionalismo conservador en Cataluña.
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