Una persona desenfocada frente a un edificio con un cartel que dice "Direcció General d'Atenció a la Infància i l'Adolescència" y "Departament de Drets Socials".
POLÍTICA

DGAIA, el mayor escándalo reciente de Cataluña que partidos y medios quieren enterrar

La DGAIA representa la esencia política de la Cataluña procesista: prensa comprada y alianzas interesadas

En Cataluña crece la sensación de que se intenta tapar un escándalo de dimensiones históricas: el escándalo de la DGAIA. Este organismo ha gestionado durante años cientos de millones de euros que ahora están bajo sospecha de haber sido administrados de forma irregular. Y lo más grave: buena parte de la clase política y de la prensa subvencionada ha optado por el silencio.

Las denuncias apuntan a un sistema que permitió el cobro de ayudas a jóvenes que no cumplían los requisitos, adjudicaciones irregulares y sobreprecios en el alojamiento de menores. Algunas de estas entidades, lejos de destinar los fondos íntegramente a la atención de los menores, habrían invertido en ampliar su patrimonio inmobiliario. A ello se suma un preocupante circuito de “puertas giratorias” entre cargos de la DGAIA y las mismas fundaciones beneficiadas.

Del silencio a la crisis política

La magnitud del caso empezó a trascender gracias a informes de la Sindicatura de Cuentas, que en abril de 2024 detectó irregularidades en la gestión del organismo durante el período 2016-2020, bajo gobiernos controlados por ERC. Sin embargo, el informe coincidió con la campaña de las elecciones catalanas y fue relegado a un segundo plano. En noviembre, ya con Salvador Illa, los tres partidos (PSC, ERC, Comuns) votaron en contra de aplicar las recomendaciones de la Sindicatura, cerrando filas en torno a su socio republicano.

Una persona con cabello rubio y traje oscuro sostiene un micrófono mientras está de pie en un entorno formal con alfombra roja.

El verdadero punto de inflexión llegó con un caso estremecedor: una menor tutelada de 12 años víctima de una red de pederastia. El impacto mediático fue tal que el Govern no pudo seguir eludiendo el problema. La consejera de Derechos Sociales, Mònica Martínez Bravo, anunció una “transformación integral” de la DGAIA. Esta transformación incluía la creación de unidades externas de control, la retirada de su potestad para contratar nuevas plazas y el traspaso de las ayudas a otro departamento.

Una reforma bajo sospecha

El Govern promete incorporar 300 nuevos profesionales hasta 2027, auditar a las entidades del tercer sector y revisar códigos éticos para prevenir conflictos de interés. También reconoce que la externalización excesiva de servicios fue el caldo de cultivo de las irregularidades. Sin embargo, mantiene externalizada la acogida de menores y conserva en puestos clave a perfiles vinculados a la etapa bajo sospecha, lo que alimenta el escepticismo.

La oposición denuncia que la comisión de investigación aprobada en el Parlament es una “cortina de humo” destinada a ganar tiempo y diluir responsabilidades. Y no solo ERC queda señalada. Junts, PSC y Comuns han mostrado, en distintos momentos, reticencias a empujar el caso hasta el final. Los críticos hablan de un “pacto de silencio” para evitar que la DGAIA se convierta en un nuevo “caso 3%” que desgaste a todos.

Una pila de periódicos en un quiosco con titulares visibles en las portadas.

Un escándalo estructural

Más allá de los nombres, el caso DGAIA expone un modelo fallido en el que la gestión de la infancia vulnerable se ha convertido en un nicho de negocio para determinadas entidades. La trama combina corrupción administrativa, intereses cruzados y opacidad informativa. Esto explica la resistencia a que el caso tenga recorrido mediático, sobre todo cuando es un asunto progresista.

En redes sociales, muchos ya lo consideran el mayor escándalo de Cataluña y se preguntan cómo es posible que apenas ocupe espacio en la agenda informativa. La respuesta apunta a un ecosistema político y mediático donde las subvenciones y las alianzas parlamentarias mandan. El Govern confía en que la reforma anunciada sirva para cerrar la crisis. Pero el historial, la cronología y las resistencias internas alimentan la sospecha de que, en el fondo, todo cambie para que nada cambie.

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