Una mujer con micrófono de diadema sostiene unos papeles amarillos mientras habla, al fondo un hombre con camisa roja y auricular observa atentamente
POLÍTICA

¿Cuatripartito en Cataluña? La CUP acelera su acercamiento al PSC ante el auge de AC

Al PSC se le acumulan las muletas: la CUP sabe que su único futuro está en una gran alianza de partidos de izquierdas

“Todos tenemos clarísimo que pactaríamos con el diablo por determinadas cuestiones”. Así se expresaba en una entrevista para Nació el cupaire Xavier Pellicer, sustituto de Laia Estrada en el Parlament. La frase de Pellicer se alinea completamente con la estrategia pactista de la CUP, que es fruto de la decandencia electoral.

Para diluir la cuestión, Pellicer justificaba que pactarían con el diablo - o sea, con el PSC, para ellos - si eso permitiera “garantizar una vivienda digna” para todo el mundo. La situación no alberga ningún misterio. Desde el inicio de la legislatura es muy evidente que la izquierda ‘woke’ quiere agarrarse al problema inmobiliario para salvarse. De hecho, los primeros acuerdos entre la CUP y el PSC fueron a propósito de política de vivienda.

Estas declaraciones de Pellicer llegan de manera paralela a varias encuestas electorales en Cataluña. La encuesta de El Mundo le daba 14 diputados a AC, y, poco después, la de La Vanguardia, 19. Por su parte, la CUP se mueve en la perfecta irrelevancia de un partido minoritario de unos cuatro o cinco diputados.

Salvador Illa sentado en su escaño del Parlament

La CUP también pedirá las migas a Salvador Illa

Lo interesante, sin embargo, es la imagen que proyecta esta situación. Si ERC y los Comuns se pegaron al tripartito para evitar elecciones, la CUP ya pide sitio en un eventual cuatripartito. La cuestión es mantener alguna cuota de poder a costa de Salvador Illa mientras se demoniza al PSC, cosa que a los socialistas no les importa especialmente.

Más aún: la CUP quiere aparentar que serán ellos los guardianes de las esencias progresistas en una alianza de cuatro partidos. Por lo demás, las intervenciones de las nuevas voces cupaires, como esta de Pellicer, muestran una llamativa incapacidad para cambiar de discurso. En este sentido, imputan la decadencia educativa o el retroceso del catalán a cuestiones como la financiación, el “Estado español” o la cobardía de Salvador Illa.

Ahora bien, en ámbitos municipales y rurales, la CUP coquetea con las primeras críticas al crecimiento demográfico, o sea, la inmigración. Estas pasadas semanas veíamos a la CUP de Gerona condenando la Cataluña de los diez millones. El problema de este cambio de discurso es que se nota demasiado que es forzado.

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