
La crisis procesista y la tensión ideológica dejan una Cataluña más ingobernable
El último sondeo electoral señala una fragmentación aún más profunda del Parlament
Una de las consecuencias más profundas del procés fue la destrucción de los bloques ideológicos y la agrupación de los espacios políticos en dos campos irreconciliables: el independentismo y el constitucionalismo. El descarrilamiento del Procés tenía que llevar aparentemente a una congelación del conflicto nacional y el paulatino retorno de la división ideológica. Pero no ha sido así, o no exactamente.
El eje ideológico ha desplazado al eje nacional, pero la descomposición del procesismo y la ruptura del bloque constitucionalista lo ha complicado todo mucho más. Hasta el punto de llevar a Cataluña a un bloqueo político que a la larga parece irresoluble. Los dos síntomas más evidentes son la salida del PSC del bloque constitucionalista para aliarse con los partidos procesistas, y la irrupción de Aliança Catalana con el consiguiente giro del independentismo hacia la derecha radical.
La encuesta de Sigma Dos para El Mundo publicada el pasado lunes muestra una polarización cada vez mayor y un Parlament cada vez más ingobernable.

Ni el PSC logra crear un bloque hegemónico suficientemente amplio, ni sus detractores tienen suficiente fuerza para plantear una alternativa. El independentismo sigue lejos de la mayoría que ostentó en su momento, y su frágil mayoría se ve impedida por el cordón sanitario a Aliança Catalana. Pero la división ideológica también afecta al constitucionalismo, que sin el PSC está condenado a seguir siendo una minoría en la oposición.
La falta de consensos impide formar mayorías
La encuesta muestra un ligero descenso del PSC, que dejaría la coalición progresista de gobierno sin la mayoría absoluta. Solo con un eventual apoyo de la CUP lograría rebasar los 68 diputados. De hecho, estos resultados darían a la CUP la llave de la gobernabilidad.
Si el bloque de gobierno no suma, tampoco lo hace la sociovergencia. La suma de PSC y Junts daría 63 escaños. Le faltarían seis para llegar a la mayoría absoluta, y no hay una fuerza en el Parlament que se prestara siquiera a facilitar un gobierno en minoría.
Descartado el tripartito progresista y la sociovergencia solo quedarían dos opciones: un gobierno independentista o un ejecutivo constitucionalista. Veamos qué dice la aritmética.
Aunque Junts y ERC se avinieran a aparcar sus rencillas y armar un gobierno, no sumarían ni con el apoyo de CUP. Los tres partidos procesistas sumarían 50 diputados, así que ni los seis de los Comuns les permitirían formar gobierno.
¿Y con Aliança Catalana? Los 14 diputados de Sílvia Orriols más los 50 de Junts, ERC y CUP seguirían siendo insuficientes. Necesitarán los seis de los Comuns, pero ni el partido de Jéssica Albiach ni tampoco la CUP estarían nunca en ningún gobierno con Orriols. Por lo tanto, no hay ninguna fórmula que permita al independentismo acercarse a la mayoría.
El constitucionalismo también está roto
Llegados a este punto, la única fórmula que cabría explorar sería la de un pacto entre PSC, PP y Vox. Pero ni ahora mismo es posible imaginar un gobierno del PSC junto con Vox, ni de hecho sería suficiente para la mayoría absoluta. Los tres suman 65 diputados, así que necesitarían un apoyo externo de Comuns, algo aún más impensable.

Las encuestas nunca son del todo fiables, pero marcan una tendencia y en Cataluña esto se traduce en un bloqueo político que hace el territorio ingobernable. El estancamiento de los dos partidos hegemónicos (PSC y Junts) y la irrupción pero moderada de los nuevos partidos (Vox y Aliança) dejan un Parlamento fragmentado. Por si fuera poco, la polarización política, que está llegando incluso a la violencia verbal y física, incapacita la creación de consensos y mayorías que es la base de la estabilidad democrática. Cataluña se prepara para años de mucha tensión política y largos ciclos electorales.
Más noticias: