
Vuelta al cole
Aunque faltan muchos meses para que acabe el curso que arrancamos hoy, nuestros políticos volverán a suspender
Hoy es 1 de septiembre. Y además cae en lunes. No hay mejor excusa para creernos oficialmente que empieza un nuevo curso y que hay que volver al colegio. Algunos pisarán por primera vez un centro de primaria, posiblemente con lágrimas en el primer día. Otros dejarán atrás esta etapa, amistades incluidas en muchos casos, y sentirán la efervescencia de hacerse mayores, de la adolescencia, en su primer día de instituto.
En todos los casos mencionados, las familias han tenido que hacer un esfuerzo importante para unas matrículas, libros de texto y material escolar que cada vez son más caros. Y a nuestros políticos, los únicos que cada año cobran más, les da igual. Les importa absolutamente nada. Sus prioridades son otras.
También los políticos —y los periodistas que les tenemos que aguantar— estrenamos hoy nuevo curso. Aunque su vuelta al colegio, en este caso al Congreso de los Diputados, no será hasta la semana que viene. Quizá es que, con el mes y medio de vacaciones que llevan, no les ha bastado y necesitan unos días extra.

Pero, miren, mejor. Así nos dejan unas jornadas más de tranquilidad al resto. Y es que cuando vuelvan los políticos de primer nivel, volveremos a escuchar los gritos del patio del colegio. Volveremos a las carreras por ver quién sale primero cuando termine el pleno, para ir corriendo a coger el AVE y volver a casa, como en el colegio. Volveremos a oír sus peleas que, visto el nivel de algunas, dejan en conflicto diplomático las de muchos niños de primaria. Sí, vuelven, pero no a arreglarnos los problemas que muchas veces nos generan.
Después del curso intenso que hemos dejado atrás, y del que espero se hayan recuperado nuestros servidores públicos y vuelvan descansados y con la lección aprendida —de esto ya dudo más—, los deberes que tienen para este primer trimestre se les acumulan. En pocos días debería empezar la distribución por la península de los menores migrantes de Canarias, que ya no puede esperar más.
El Gobierno español debería informarnos de las conclusiones definitivas del Gran Apagón eléctrico de abril. Sánchez debería proponernos las primeras medidas reales contra la corrupción mientras, seguramente, conozcamos nuevos informes de personas muy cercanas a él y en las que ha confiado totalmente que nos evidenciarán, una vez más, lo podrido que está el actual gobierno español.

Sí, todo esto es lo que debería pasar de forma inmediata. Déjenme confiar, y seguramente pecaré de optimista y utópico, en que así será. Pero vista la experiencia, me parece que los niños migrantes de Canarias todavía tendrán que esperar un poco más, en medio de la batalla política entre el Estado y las comunidades. Que el Gobierno de Pedro Sánchez hará todo lo posible por evitar que conozcamos la verdad de lo que pasó el día que España se quedó a oscuras. Y que, con el juzgado y la Guardia Civil investigando cada vez más al partido que nos gobierna, nadie se atreverá a dar lecciones de limpieza democrática. La gran duda es si algunos de los socios que hasta ahora les han sostenido comenzarán a alejarse.
Hoy es la vuelta al colegio, sí, y quedan muchos meses para que acabe el curso y dos años para finalizar la promoción, o eso es lo que dice Pedro Sánchez. Pero si uno fuera el profesor, hoy ya me atrevería a pronosticar que nuestros políticos volverán a suspender. Que nos seguirán importando poco. Y que, cuando vuelva a haber un problema grave, se lanzarán los platos por la cabeza en lugar de buscar una solución, apropiándose de la solidaridad ciudadana. Una solidaridad forzosa por culpa de su incapacidad voluntaria y manifiesta de hacer aquello para lo que los elegimos y les pagamos: hacernos la vida más fácil y cómoda.
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