Industria emitiendo humo con el planeta Tierra y un gráfico de colores representando los objetivos de desarrollo sostenible sobre un fondo colorido
OPINIÓN

La estafa climática: estado de la cuestión

Actualmente, tras la farsa malvada de la COVID, el principal modo de asustar a la gente es el llamado 'Cambio Climático'

Imagen del Blog de Octavio Cortés

Puede valer la conocida tesis de Naomi Kelin acerca de la "doctrina del shock"; pueden valer muchas otras, pero lo cierto es que el conglomerado mediático dependiente del establishment se dedica, la mayor parte del tiempo, a asustar a la gente con profecías de calamidades inminentes. En nombre de la protección y seguridad, se van limitando las libertades y se amplía el alcance del estado orwelliano.

Después de la farsa malvada de la COVID, buena parte de la población desconectó para siempre, con los mejores argumentos. En qué ciencia y en qué expertos tenemos que confiar, ¿en aquellos que nos decían que podíamos quitarnos la mascarilla en los restaurantes cuando estábamos sentados, pero que convenía ponérsela si íbamos al servicio? ¿Los que nos vendieron como "vacuna segura y eficaz" una inoculación de RNA mensajero jamás antes experimentada en humanos?

Tráfico denso en una autopista con varios coches y una motocicleta avanzando por el carril izquierdo

Ahora el principal modo de asustar es el llamado "cambio climático", que consiste en que en verano hace calor en Almería, cosa jamás vista antes. También hay incendios forestales en el mes de agosto, fenómeno absolutamente insólito. Como que hace ya casi 30 años que los hielos tenían que derretirse, produciendo un aumento catastrófico del nivel del mar, y la cosa no acaba de suceder, el tema del "calentamiento" fue dejado de lado en nombre del "cambio climático", que viene a ser algo parecido al comodín del público.

Si llueve, es culpa del cambio climático, si no llueve, también. Todos recordamos cómo la sequía profetizada para esta primavera se tradujo en lluvias torrenciales y reservas hídricas en sus máximos. Es igual. La idea es que tenemos que comer insectos y pasearnos en bicicleta mientras China, EE. UU. y la India queman carbón con la furia de mil soles.

En la raíz del asunto, está la estafa del aumento del CO₂ como cosa catastrófica. Veamos los números. El CO₂ representa el 0,0407% de los gases atmosféricos, del cual solo un tercio proviene de la acción humana (datos de ChatGPT, poco sospechosos de ser munición ultraderechista). El grueso de esas emisiones humanas, porcentualmente ridículas, proviene de la actividad industrial y sin embargo, con el mayor impudor, se nos condiciona para que compartamos coche, para que comamos escarabajos y usemos pajitas de cartón. La estupidez es absoluta.

La anterior ministra de Medio Ambiente, la señora Ribera, llegó a protagonizar un vídeo desde su cuenta oficial en el que, termómetro en mano, explicaba que a la sombra hacía menos calor que al sol. Este es el tono. Con un tono apocalíptico, se lanzan continuas recomendaciones a la población para que en verano se hidrate y evite hacer esfuerzos al so en mediodía, como si fuéramos todos subnormales, como si necesitáramos publicidad institucional para beber agua cuando tenemos sed.

Cruz verde de farmacia con pantalla digital que muestra una temperatura de 39 grados frente a árboles y cielo nublado

El Perrosanxe, en su actual estado de Dorian Grey decadente, lanzó el otro día la propuesta de un Pacto de Estado por el Clima, que viene a ser como proponer un Pacto de Estado sobre la ley de la gravedad. Ante cualquier calamidad, lo importante es ofrecer una respuesta progresista, es decir, pagar más impuestos. Literalmente, el votante de izquierdas ha llegado a creer que a temperatura del planeta depende de los ingresos del ministerio de Hacienda.

Lo bueno de todo esto es que la desobediencia más insolente y tajante está al alcance de cualquiera. Comer buenos chuletones, pasearse en coche, dejar los insectos para los gorriones, beber agua cuando hace calor sin atender a propaganda milenarista. Pequeños actos de soberanía personal y rebeldía política, totalmente satisfactorios. Ah, y no olvidarse de apagar la televisión.

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