
El reparto de menas: hay para todos
La falta de coherencia del Gobierno de Pedro Sánchez en la gestión de la inmigración está sumiendo a España en el caos

Andan Sánchez & Puigdemont (la mejor pareja de baile desde Fred Astaire & Ginger Rogers) pactando el reparto de los menas como quien organiza una boda y va repartiendo a los invitados por las mesas. La confusión es absoluta. Las comunidades del PP dicen que se niegan a recibir más menas; las izquierdas critican al Gobierno que sostienen y amenazan con votar en contra de cualquier cosa; la prensa progresista se dedica a hablar de Trump o de los restaurantes de Mazón porque todo lo demás está en ruinas.
En general, el progresismo está metido hasta las trancas en un laberinto de contradicciones. Las cuestiones militares están resultando especialmente cómicas. Se plantea el envío de tropas a Ucrania, bajo el mandato histérico de Macron, porque el parecer la función del ejército español es defender la integridad territorial de Ucrania y no la de España.

¿Ucrania está siendo invadida? España también, de manera continua e insidiosa, pero al parecer el mandato constitucional hacía referencia a los países eslavos del este. Defender las fronteras es progresista, por lo visto, siempre que no sean las propias. Luego sale de vez en cuando la vicepresidenta balbuceando cosas sin sentido acerca de que el gasto en defensa que la UE exige ha de ser “no militarista”. Se supone que pueden pintar de lila los bancos de los cuarteles, para luchar contra el machismo, o hacer que los militares vayan en manga corta por aquello del cambio climático.
El tema de la inmigración, eso sí, parece que va a ser gestionado por la Generalitat, es decir, por el PSOE con ayuda del partido de Tània Verge y Rubén Wagensberg. Así las cosas, no vamos a tener políticas de inmigración, sino de islamización express, que es lo progresista. A los amigos de Junts x Cash les parece bien todo, porque en Barcelona se oponen con discursos heroicos a todo aquello que apoyan en Madrid. Allá ellos: le están haciendo gratis la campaña a Sílvia Orriols.

Para ser justos, no hay que pedir demasiada coherencia a la clase política catalana, que estos días mucho tienen con estar felicitando el Ramadán las 24 horas del día y defendiendo al okupa, al carterista, al navajero del metro. También es muy cansado estar llamando fascistas a los que defienden la propiedad privada o quieren pasear tranquilamente por la ciudad sin ser asaltados por africanos enloquecidos. Pero una cosa hay que reconocerles: están hundiendo el país, combatiendo todo lo noble y justo en este mundo, pero al menos no gobierna la derecha.
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