Puigdemont y la cuestión de confianza
Sánchez y Puigdemont se mantienen con vida el uno al otro porque comparten un mismo objetivo: escapar de la cárcel
Se parece Carles Puigdemont a un trapecista que, cuando el circo ya ha cerrado, continúa haciendo piruetas que ya a nadie interesan. Ahora parece decidido a apretarle las tuercas a Pedro Sánchez con el argumento de que los pactos suizos no se han cumplido y la cuestión de confianza no se ha tramitado. Por supuesto, cualquier noción de rigor político o intelectual está fuera de sitio en todo esto, puesto que si Sánchez es un mentiroso, Puigdemont lo es por partida doble. Ambos han retorcido sus promesas hasta dejarlas irreconocibles; ambos están en una huida hacia adelante solo orientada a su supervivencia personal; ambos se dirigen ya solamente a un menguante reducto de fieles fanatizados.
¿Sánchez mintió? Por supuesto que sí. Los perros ladran, las vacas mugen y Sánchez miente. Pero recordemos que Puigdemont no se queda atrás, en cuanto a mentiroso patológico. Sin considerar todos los hechos de 2017, en este último ciclo electoral prometió por activa y por pasiva que los votos de Junts x Cash no servirían para investir a Sánchez y que si no se hacía con la presidencia de la Generalitat, abandonaría la política. Se trata, pues, de un auténtico choque de trenes entre los Embusteros del Milenio. Han mentido tanto que cualquier cosa que digan se contradice, de manera automática, con mil otras afirmaciones de los últimos tiempos. Están quemados, agotados, amortizados. Se mantienen con vida el uno al otro porque, al fin y al cabo, escapar de la cárcel es un objetivo que los malhechores suelen compartir.
Puigdemont tiene sus siete escaños decisivos, con los que puede acabar la legislatura en cuanto quiera. El problema radica en que acabar con la legislatura significa justamente acabar con sus siete escaños decisivos, porque las próximas mayorías parlamentarias no van a necesitar de sus enredos y milongas. En una palabra: tiene una sola bala de plata, con la que se hace respetar, pero sus enemigos saben que no la disparará. Eso sí, puede dedicarse a hacer que los socialistas pierdan votaciones en el Congreso, para diferenciarse de ERC y marcar espacio político propio ante el ascenso de Silvia Orriols. En toda Europa el plano político está escorándose a la derecha y el eje Bildu-ERC debería ir debilitándose respecto al eje PNV-Junts. Si tuvieran un mínimo de visión, se abrazarían de inmediato a Feijóo para que el PP no tuviera que ponerse en manos de Vox, pero su retórica inflamada de estos últimos años les deja sin margen de juego.
Cuando lleguen las elecciones, que llegarán más pronto que tarde gracias a los Ábalos & Begoñas, todo este viejo orden caerá y por primera vez VOX será decisivo a nivel nacional. Entonces Puigdemont lamentará tantos años de trampas y mentiras. Al menos Pujol mantenía el discurso de la gente de orden. Artur Mas echó a la gente a la calle y Puigdemont los calcinó a base de fraudes y engaños y se puso en manos de la izquierda. Al trapecista ya no le quedan trucos y, lo que es peor de todo, ya no le queda red de protección. Esta caída será la última.
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