Pedro Sánchez de perfil con expresión seria y una urna de votación al fondo sobre un fondo rosa.
OPINIÓN

La noche oscura de la democracia

Con el sistema actual, cuando alguien gana una campaña electoral, acaba disfrutando de cuatro años de impunidad política

Imagen del Blog de Octavio Cortés

Un presidente corrompido hasta la médula, violencia callejera apoyada por el Gobierno, invención de un enemigo exterior, medios de comunicación estatales entregados a la propaganda y la agitación… Estamos cultivando la tormenta perfecta. Estos ingredientes ya se han combinado otras veces y son el paisaje habitual cuando las tiranías tocan a su fin. La diferencia es que lo que ahora está implosionando es un sistema que solía presentarse como “democrático”.

Es necesario hacer un poco de historia. Los actuales sistemas políticos del primer mundo se cuajaron frente a los totalitarismos de los años 30 con la intención (al menos en teoría) de preservar un sistema de libertades civiles mínimas. El hecho es que no se han actualizado desde entonces: sufragio universal cada cuatro años, parlamentarismo basado en sistema de partidos, intervención estatal en la economía, progresiva cesión de soberanía a instituciones supranacionales.

Policías antidisturbios con escudos avanzan por una calle iluminada de noche mientras al fondo se observa humo y personas dispersas

Visto el punto al que hemos llegado, la pregunta es si no hay alternativas, es decir, posibles sistemas de convivencia no tiránicos, respetuosos con las libertades civiles, que permitan superar el fallo estructural que se nos viene encima.

El problema de mantener sistemas políticos diseñados en los años 30 es que ya no estamos en la era del telégrafo y las ediciones vespertinas de los diarios en papel. La configuración social se ha visto alterada por la revolución de internet y la inmigración: la tranquila sopa homogénea de la Europa de entreguerras ha pasado por un acelerador de partículas y ahora intentamos manejar un campo de vectores láser con las herramientas de las que disponían Churchill y Truman.

Quizás sigua teniendo sentido el sistema de representación parlamentaria, pero hoy la idea de alguien gane una campaña electoral y luego tenga cuatro años de impunidad política para hacer lo contrario que prometió suena insoportablemente absurda. Cuando Sánchez dice que no dimite para no entregar el gobierno a la derecha, está reconociendo que gobierna ya contra el sentir de la población, pero el sistema le da carta blanca hasta dentro de dos años.

Plano medio corto de Pedro Sánchez sentado en su escaño en el Congreso de los Diputados y mirando hacia arriba

El Senado como institución decorativa, los aforamientos, la financiación irregular de los partidos desde la contratación de obra pública, la constante triplicación de instancias burocráticas, la imposible fiscalización efectiva del despilfarro público… Estas son grietas que trasladan el peso de un entramado ruinoso a los hombros de la población, que transforman ese peso en malestar y polarización.

Cuando se conduce a la ciudadanía a una situación sin salida, arrasando el poder adquisitivo de la clase media y reduciendo sus derechos políticos, se aboca al país a un estallido o, como mal menor, a una lenta implosión camino de la decadencia. En ello estamos, para bien o para mal. No vienen tiempos aburridos.

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