
Sí, Hernández Hernández, eres malísimo
Si un árbitro como Alejandro Hernández Hernández lo hace mal, tenemos que poder decírselo en la cara sin miedo
Hace dos jornadas volvimos a vivir uno de esos momentos esperpénticos y lamentables en el fútbol español. Ocurrió durante el partido que enfrentó al RCD Espanyol y al RCD Mallorca en el estadio de Cornellà - El Prat. El colegiado, Hernández Hernández, expulsó fulminantemente al goleador blanquiazul Pere Milla por el hecho de expresar una opinión que me atrevería a decir que compartimos gran parte de las aficiones respecto a este árbitro.
La tarjeta roja que le enseñó sin pensárselo no solo me parece excesiva e injusta. Me parece, además, una forma de coaccionar a los futbolistas para que no puedan ni siquiera manifestar su opinión. Si un árbitro es malo hay que decirlo y hay que poder decírselo a la cara. Esta protección hacia un colectivo que cobra lo que cobra y se cree intocable lo único que hace es perjudicar al fútbol.

En los últimos años, los mismos árbitros que callaron y escondieron la cabeza entre las piernas cuando algunos de sus compañeros se dejaban comprar por el Barça vía Negreira, han llorado y han lanzado exabruptos por las críticas que dicen recibir. Y pocas me parecen. ¿Quién se han creído para pedir que no los juzguemos, cuando ellos lo hacen partido tras partido, en muchas ocasiones condicionados por filias y fobias, ensuciando este deporte?
Será que los periodistas, los políticos, los policías, los jueces, los profesores o los hombres del tiempo no reciben críticas cada día. Que no recibimos ataques en las redes sociales o que, incluso, tenemos que esquivar a algún imbécil que nos interpela cuando vamos por la calle con la familia o estamos de fiesta con los amigos.

Creo, sinceramente, que debemos replantearnos el papel de los colegiados. Sobre la protección que tienen en el terreno de juego, sobre la falta de explicaciones que se les exige cuando actúan mal y a conciencia y, también, si deberíamos aumentarles las sanciones, no solo castigándolos sin arbitrar la siguiente jornada, sino también con multas económicas cuando el caso sea flagrante.
Entre unos y otros, por este tipo de cosas, han convertido el fútbol en algo que no me atrevo a definir muy bien, pero que ni es un deporte ni tampoco un espectáculo. Hoy en día el fútbol es el negocio de unos pocos que, mediante favores y un sistema de protección entre ellos, se hacen ricos a costa nuestra.
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