Europa murió en Rotherham
La izquierda británica no ve un problema en las víctimas infantiles de la pedofilia islámica, sino en lo que hace Elon Musk
En 2017 medios como The Guardian, la BBC o The Independent se hicieron eco del informe encargado por el Rotherham Metropolitan Borough Council acerca del funcionamiento de bandas islámicas organizadas de pedofilia y tráfico humano, que habían causado más de 1400 víctimas entre los menores de la zona. Se documentaron casos de grooming, abuso sexual individual o grupal, secuestro, violencia física inhumana; lo peor de todo, se documentó el modo en que las autoridades trabajaron para ocultar el tema para no alterar la idea de que la convivencia multicultural era un éxito. Lo primero para políticos, jueces y policía fue no “dar alas” a la islamofobia o a la extrema derecha. Las víctimas fueron obscenamente desatendidas por la administración y hasta el día de hoy las familias luchan para que se haga justicia.
¿Por qué ha vuelto el caso de Rotherham al debate público? En primer lugar, por el empeño personal de Elon Musk en decir lo que le venga en gana, usando su libertad de expresión, cosa que la izquierda británica considera poco menos que actividad criminal. Es decir, consideran que el problema no son las miles de víctimas infantiles de la pedofilia islámica, sino el hecho de que un billonario sudafricano haga públicas sus opiniones al respecto.
En segundo lugar, porque Tommy Robinson está sufriendo prisión en aislamiento por denunciar el caso; porque esta misma semana un usuario de redes sociales fue condenando a 20 meses de prisión por publicar opiniones contra los inmigrantes que violan a niñas inglesas; en tercer lugar porque nadie ha pagado aún su responsabilidad en el ocultamiento del más salvaje caso de abuso infantil de la historia de la Inglaterra moderna.
En tercer lugar, porque ya sabemos cuando y donde murió Europa, la Europa de Petrarca y Cervantes, de Velázquez y Modigliani, de Bach y Mendehelsson, de Newton y Heisenberg, de Montesquieu y Stuart Mill. Murió en Rotherham, a manos de aquellos que prefirieron defender un relato antes que defender a niños indefensos en manos de animales subhumanos. Hubo que escoger entre la justicia y el Corán y escogieron lo segundo para poder proseguir con su agenda de arruinar dos mil años de una civilización que nació de Atenas y de Jerusalén y que a través de la Roma cristiana y el Renacimiento produjo un esplendor que jamás ha producido ninguna tribu de pederastas camelleros rebozados en arena, ignorancia y lujurias demoníacas.
Europa murió, Europa colapsó, Europa acabó. De esto hay que ser conscientes, para no vivir engañados. Lo que queda es un avispero en que nadie vendrá a defendernos si no nos organizamos. El Islam fue, es y será contrario a los valores occidentales. Pero ahora no solo hemos abierto la puerta a nuestros enemigos, sino que nuestras autoridades (hay un lugar muy especial en el infierno para traidores como estos) luchan para que la hegemonía e impunidad de estos bárbaros mugrientos sean absolutas. Europa murió: no hay escenario al que regresar, no hay marcha atrás posible para recuperar lo que perdimos. Ahora se trata de mirar a los ojos al destino y saber que las posturas cómodas ya no son posibles. Las guerras culturales son culturales, claro está, pero son guerras al fin y al cabo.
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