Un hombre es arrestado por dos policías mientras al lado aparece un gráfico de barras ascendentes sobre un fondo rosa.
OPINIÓN

Los datos son extremadamente fascistas

Mientras el progresismo intenta apagar fuegos con storytelling, las cifras siguen hablando por sí solas

Imagen del Blog de Octavio Cortés

Hoy queremos ayudar a todos los camaradas antifascistas en su heroica lucha, a todos ellos. Al okupa rabioso, al podemita demenciado, al machetero de los callejones, al votante de los Comuns fascinado por el escroto de Bob Pop, al activista LGTB que apoya a Hamás, al socialista fan de Sarah Santaolalla, al ecologista que confina a las gallinas. A todos ellos un mensaje de clarificación estratégica: los datos son el enemigo, los datos son tan fascistas que no queda más remedio que acabar con ellos.

Decimos esto a raíz del debate suscitado por la publicación de los datos oficiales sobre delincuencia en Cataluña y Euskadi, donde, con una evidencia despiadada, se establece la relación entre inmigración e inseguridad. Por ejemplo, en Euskadi, los extranjeros representan como mucho el 14% de la población, pero son responsables, según los datos oficiales, del 71% de los delitos de lesiones, el 68% de las agresiones sexuales, el 81% de los robos con fuerza o intimidación o el 64% de la sustracción de vehículos.

Un hombre es arrestado por tres policías en una calle estrecha

En Cataluña las cosas tienen más o menos el mismo color: un 18% de extranjeros a nivel de población total son responsables del 66% de los robos, el 66% de la ocupación de vivienda y representan el 53% de la población penitenciaria.

El problema es que aquí no tratamos con material ideológico, sino con la fría contabilidad de las fuerzas del orden. Son simples hojas de datos. Imaginemos un mundo en que los zurdos, o los pelirrojos, o los fans de Taylor Swift mostraran ratios de delincuencia de hasta cinco veces más que el resto de la población. Como poco, habría un debate al respecto.

El antifascismo tiene, pues, el deber de acabar con los datos. Esto se puede hacer de varias maneras. La que ha intentado el PSOE es poner al frente de las estadísticas oficiales a un autor de ciencia ficción, el entrañable Tezanos, que ha convertido el CIS en una franquicia de Disney.

José Félix Tezanos con barba y gafas hablando frente a un fondo rojo con letras blancas.

La opción catalana es más infantiloide: mirar hacia otro lado mientras el fuego devora el país. Esto se demuestra ante el continuo aluvión de datos sobre el descenso en el uso social del catalán. La izquierda pretende que creamos que el hecho de que lleguen cada año más de 100.000 extranjeros no tiene la menor relación (ni que sea minúscula) con el retroceso del catalán. Se espera que creamos que los miles de africanos que importamos a diario llegan aquí fascinados por la gramática de Fabra, los versos de Mossén Sinto o las novelas de Rodoreda.

Si quieren acabar con la malvada ultraderecha, tendrán que acabar con los datos. Pero aquí toparán con un problema: al contrario que el relato, la realidad se caracteriza por ser real, como su nombre indica. Y la realidad es tozuda hasta el infinito y solo sobreviven, a las buenas o a las malas, quienes se adaptan a ella.

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