El año del perro

Cada país tiene sus problemas, cada sociedad tiene sus retos. Nosotros tenemos, incrustada en el alma sufriente de la nación, la figura de un Presidente que ha mentido en todo, que ha arruinado a una generación y conducido al país a la más espantosa debacle moral. Y el hombre, que estos días estaba esquiando en Cerler entre los insultos de la concurrencia, dice que tiene impulso para tres años más.

El Perro Sanxe no es más que el perfecto explotador de todos los defectos del sistema. El método absurdo de elección del CGPJ y del Constitucional le ha permitido acabar con la separación de poderes; el caos de la Ley D'Hondt le ha permitido sustentar su mayoría en Bildu y ERC; la dependencia política de los medios generalistas le ha permitido armar un relato a prueba de realidad, en medio de los escándalos de corrupción más graves que se recuerdan desde la época de Roldán, Mariano Rubio & Co.; la inutilidad absoluta de Rey Felipe VI le ha permitido legislar de manera obscenamente contraria a los intereses del pueblo, solo buscando su beneficio personal; en una palabra, todos los fallos estructurales del entramado institucional han servido como nido de sus maldades.

¿Cómo caerá Sánchez? No será gradual, desde luego. En algún momento el castillo de naipes fallará, hay demasiados flancos abiertos: la fragilidad parlamentaria, las pesquisas del Juez Peinado, los audios y watsapps de Aldama, los muertos de la DANA, las pateras y la delincuencia, la inflación fuera de control. Entonces podremos saber si la nación sigue viva: porque lo peor que podría pasar es una alternancia sin riesgos que nos traiga a Feijóo y a Cuca Gamarra, en la típica legislatura conservadora que solo sirve para ir consolidando los sucesivos avances de la izquierda.

España necesita una sacudida en sus cimientos, para que caiga toda la hojarasca. Pero semejante cosa, por lo que se ve, va a tener que hacerse contra la clase política en su conjunto. Lo cual no es un obstáculo, sin todo un aliciente.