Giro de 180 grados en la vida de Ana Julia Quezada, la asesina del pequeño Gabriel

Ana Julia Quezada está presa desde febrero de 2018 por el asesinato del pequeño Gabriel. Desde entonces, la acusada no deja de sorprender con su actitud en la cárcel y son muchas las informaciones que se filtran sobre su conducta dentro de prisión. Y es que todo apunta a que su estancia allí ha podido cambiarle la vida.

A diferencia de otras reclusas, Ana Julia Quezada no tiene claro cuándo podrá volver a ser libre, ya que fue condenada a prisión permanente revisable. Sin embargo, siete años después del crimen, su vida en la cárcel se ha convertido en la de una presa “modélica”. Ella se ha adaptado de manera notable al día a día penitenciario, sin generar conflictos ni incidentes desde que comenzó a cumplir su condena.

Ana Julia Quezada ha experimentado una transformación en su vida en prisión. Según fuentes penitenciarias, la asesina de Gabriel busca ahora la paz a través de la meditación y el yoga, alejándose de su pasado y buscando la calma en actividades de autocuidado. Desde su llegada a la prisión de Brieva en 2019 —que fue trasladada desde El Acebuche (Almería)—, Ana Julia Quezada ha mostrado un comportamiento ejemplar.

La ajetreada vida de Ana Julia Quezada en prisión

La asesina de Gabriel ha colaborado en todas las tareas que se le han asignado, incluyendo su trabajo en la cocina, un lugar destinado a internas de confianza. También ha mantenido una actitud educada y respetuosa tanto con las demás reclusas como con los funcionarios. Paralelamente, pasa largas horas leyendo libros como El monje que vendió su Ferrari.

A pesar de su aparente adaptación, la vida en prisión no ha sido fácil para Ana Julia Quezada. Durante la pandemia, participó en actividades de voluntariado, como la fabricación de mascarillas para Cáritas. Pero su vida en Brieva no ha estado exenta de dificultades.

La reclusa pasó por un período de adaptación complicado, sintiéndose sola y aislada tras ser trasladada sin el apoyo de familiares ni amigos. De hecho, en sus primeros días en la prisión, su estado de ánimo empeoró tanto que llegó a intentar atentar contra su propia vida. En los últimos meses, la situación se ha complicado aún más para Ana Julia Quezada, quien fue trasladada a un módulo con presas “conflictivas” por obras de remodelación.

Una situación que se complica por momentos

Esta situación ha provocado que viviera en un entorno tenso, donde incluso se sintió amenazada. Para proteger su integridad, se aplicaron medidas especiales para limitar sus interacciones con las demás internas. Aunque la percepción de Ana Julia Quezada por parte de sus compañeras sigue siendo muy negativa.

Y es que su nombre está ligado al asesinato del pequeño Gabriel, lo que provoca una condena social tanto dentro como fuera de la prisión. El giro de 180 grados en la vida de Ana Julia Quezada refleja un contraste entre la tranquilidad que había encontrado inicialmente y las dificultades que enfrenta ahora. La suya sigue siendo una historia marcada por la tragedia de una mujer que, tras arrebatarle la vida a un niño, se enfrenta a una condena que parece no tener fin.