Vista panorámica de una ciudad con la Sagrada Familia al fondo, un emoji triste y un círculo que resalta una entrada de edificio desenfocada
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Adiós definitivo: el comercio de casi 100 años que baja la persiana en Barcelona

A las puertas de su centenario, un emblemático comercio que marcó a varias generaciones se despide de sus vecinos

Que el comercio en Barcelona atraviesa una grave crisis desde hace ya años no es ningún secreto. El cierre de negocios muy emblemáticos de la ciudad condal se ha convertido en una constante. Sin embargo, no deja de ser una mala noticia, porque para muchos significa una pérdida de identidad irremediable para la capital catalana.

Por desgracia, muchos oficios tradicionales se ven incapaces de seguir adelante, ya sea por dificultades económicas o por falta de relevo generacional. Prueba de ello es el reciente cierre del taller de forja artística de Sant Antoni, con casi un siglo de vida. El negocio, conocido como 'Construccions de Ferro Josep Ullod', pasó por tres generaciones y ya forma parte de la historia del barrio.

La memoria de un taller centenario de Barcelona

El local estaba en la esquina de la calle Sepúlveda con Comte Borrell. Era uno de los últimos de su clase que seguían abiertos en la ciudad. Allí, un horno encendido y vitrinas repletas de piezas antiguas mantenían viva la esencia de un oficio casi extinto.

Taller de herrería antiguo con herramientas y muebles de metal, bancos con cojines y paredes decoradas con objetos de hierro

Su interior parecía un pequeño museo. Había cerraduras centenarias, llaves hechas a medida y objetos de hierro forjado que contaban historias pasadas. Cada rincón transmitía el esfuerzo y la dedicación de una familia que trabajó el hierro durante décadas.

El responsable del taller era, tal y como indica Metrópoli Abierta, Josep Ullod i Brosa. Nieto e hijo de forjadores, combinó sus estudios en la Escuela Industrial con el aprendizaje del oficio en casa. Su vocación y su técnica le convirtieron en un artesano muy respetado.

La enfermedad crónica degenerativa que padece cambió el rumbo del negocio. Josep no podía mantener el ritmo de un trabajo que requiere fuerza, precisión y constancia. El taller pasaba largas horas inactivo, incapaz de sobrevivir en esas condiciones.

Hombre trabajando en una fragua encendida dentro de una herrería

Tres generaciones de forjadores

La historia del negocio arranca en 1927. El abuelo de Josep abrió el taller en Sant Antoni y lo transmitió a su hijo, que hizo lo mismo en un futuro. Josep, la tercera generación, comenzó a aprender con apenas 14 años y nunca abandonó la profesión.

Durante décadas, el taller fue un lugar de referencia en el barrio. Encargos, reparaciones y piezas personalizadas salían de sus manos. La tradición familiar se mantuvo viva mientras el barrio cambiaba a su alrededor.

Ante la imposibilidad de continuar, Josep buscó alternativas. Intentó traspasar el negocio para evitar su desaparición. Sin embargo, nadie quiso asumir un oficio tan exigente y tan alejado de los intereses de las nuevas generaciones.

El cierre no es solo el final de una empresa familiar. Es también la pérdida de un espacio con memoria, donde cada pieza hablaba del talento de tres generaciones. Ahora quedará en el recuerdo de vecinos y clientes.

Un legado forjado en hierro

Entre las piezas más valiosas había más de 200 cerraduras antiguas. Muchas conservaban sus llaves originales, otras habían sido adaptadas por encargo. Todas mostraban un cuidado artesanal difícil de encontrar hoy en día.

Varios cerrojos y llaves antiguas de hierro están montados en una pared blanca

Las vitrinas guardaban también flores de hierro, cabezas de dragón y volutas ornamentales. Eran trabajos delicados que exigían paciencia y dominio de la técnica. Cada figura era fruto de una tradición transmitida de padres a hijos.

Para Josep, el hierro era mucho más que un material. Lo entendía como una forma de expresión y un arte que transformaba la dureza en belleza. Creía que debía protegerse como parte del patrimonio cultural de la ciudad.

Con el cierre se pierde un testimonio vivo de esa visión. Los objetos permanecerán, pero ya no habrá nuevas piezas que continúen la historia. El taller deja tras de sí un legado único.

Escultura de una rosa hecha de metal sobre una mesa de madera con fondo de ladrillos

Un adiós inevitable

La clausura refleja un problema más amplio. Los oficios manuales desaparecen poco a poco en Barcelona, desplazados por un comercio más estandarizado. Con ellos se apaga una parte de la identidad de los barrios.

El taller de Sant Antoni era el último horno en activo en la zona. Hoy el fuego se ha apagado y los martillos ya no resuenan sobre el hierro. Su cierre marca el final de una etapa y recuerda el valor de una tradición que merece no ser olvidada.

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