Un hombre con gafas y traje oscuro gesticula mientras habla en un entorno formal.
POLÍTICA

Salvador Illa se propone remendar el fracaso económico del procés

El plan de Illa para los próximos diez años es muy ambicioso: su principal obstáculo será el PIB per cápita

Aunque no lo haya explicitado de manera beligerante, el presidente Illa ha construido su legislatura en oposición a la década procesista. En algunas de sus primeras intervenciones parlamentarias, por ejemplo, dejó caer que su Govern seguiría el “principio de realidad”. Este fue un dardo directo a la retórica procesista de los últimos años; asunto distinto es que los procesistas se dieran por aludidos. 

En realidad, no es una gran sorpresa que haya optado por esta estrategia. El PSC sabe que está en Palau por el abstencionismo, que es un resultado directo del desengaño procesista. Del mismo modo, los socialistas son conscientes de que ERC y Comuns tienen un margen de maniobra para presionar muy escaso.

En este contexto, Illa se ha puesto el traje de impulsor de Cataluña, que ha visto como Madrid le ganaba la partida durante los últimos. A la postre, devolver el liderazgo a Cataluña se traduce en recuperar el liderazgo económico de España, que el procés tiró por la borda. El ejemplo más claro fue la huida de las empresas. En este sentido, Illa ya se ha apuntado el éxito de devolver La Fundación La Caixa a Cataluña.

Dos hombres de traje estrechando manos en un entorno de museo con fósiles en el fondo.

Un plan faraónico

Más allá de estas maniobras con las altas élites, el presidente Illa ya anunciado su plan económico para reimpulsar a Cataluña en un plazo de diez años. Este plan consiste en un enorme despliegue de financiación en varios sectores, y en armonía con la colaboración público-privada. Consiste en nada menos que poner en marcha 18.500 millones de euros en todos los órdenes: digital, automoción, recursos hídricos, energías renovables, turismo, etc.

En última instancia, este plan económico tiene como objetivo aumentar el santo grial de la economía: la productividad. Y es que, además de todo lo anterior, hay 38 planes de acción en conocimiento e innovación, que son la antesala de los aumentos productivos. Cabe destacar, por ejemplo, que la Generalitat montará un fondo de capital riesgo - una institución financiera para invertir en empresas no cotizadas - para participar en proyectos innovadores.

Imagen de dos trabajadoras, una delante de la otra, trabajando y manipulando varias piezas

Y para mayor gloria de la ambición, el plan de Illa también contempla 34 actuaciones en los ámbitos administrativos. Es decir, mejorar la administración catalana, que es manifiestamente lenta e ineficaz. De un tiempo a esta parte, las patronales y asociaciones empresariales catalanes han repetido por activa y por pasiva que el exceso de burocracia es un obstáculo cada vez más pesado.

El PSC, pues, ha venido con la intención de reformar Cataluña de arriba a abajo para aprovechar el hueco que dejó el naufragio procesista. Sin embargo, las dificultades son muchas y profundas, empezando porque el PIB per cápita está estancado. La duda no es tanto si el plan triunfará, sino si se le dará tiempo a hacerlo teniendo en cuenta el clima de descontento que se acumula en Cataluña.

La gran cuestión: el PIB per cápita

Este plan es típicamente político, es decir, sobre planos, es milagroso y se propone una renovación completa en el tejido productivo. Pero su aterrizaje es más complejo. Su gran obstáculo está en no potenciar la actual dinámica económica de Cataluña y España. Nos referimos a que los datos macroeconómicos son buenos (extraordinarios, de hecho), pero los microeconómicos van cada vez peor. Es decir, que no es contradictorio una mejoría económica y un empeoramiento de las condiciones de vida.

La semana pasada, por ejemplo, INSOCAT informaba de que cerca de 1,4 millones de personas viven en riesgo de pobreza o exclusión social en Cataluña. En el informe, se destacaba que este aumento progresivo de la pobreza se ha mostrado indiferente a los buenos datos de empleo. A pesar de que ahora hay un 11% menos de paro que hace 10 diez años, los catalanes pierden poder adquisitivo.

Carteles de aqluiler en una fachada

El gran culpable de esta situación es la inflación, que lleva años devorando el poder adquisitivo de los ciudadanos. Por todo ello, Cataluña, y en línea con el resto de España, consigue una tasa AROPE del 24%, que es mucho más alta que la del resto de países europeos. Unas cifras tan altas en la tasa AROPE son la contrapartida de un modelo económico poco productivo y que necesita mucho volumen de inmigración no-cualificada.

En el caso particular de Cataluña, todo depende de i) que la vivienda no actúe como un agujero negro de riqueza, y ii) que los saldos migratorios positivos no diluyan el PIB per cápita. 

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