
Dinamarca, el país donde la izquierda ha conseguido revertir la inmigración masiva
Las medidas del gobierno para frenar la inmigración y fomentar la natalidad han neutralizado a la derecha radical
“La inmigración masiva es una amenaza para la vida cotidiana en Europa, y sobre todo para las clases trabajadoras europeas. La llegada descontrolada de inmigración devalúa los salarios, distorsiona el mercado y genera problemas de seguridad. Quienes más lo sufren son las clases populares, los más humildes”.
Estas palabras no las pronunció Georgia Meloni, ni Marine Le Pen, ni Santiago Abascal, ni Alice Weidel. Su autoría corresponde a Mette Frederiksen, presidenta del Partido Socialdemócrata Danés, primera ministra de Dinamarca. Es también la líder indiscutible de una nueva oleada de socialdemócratas europeos partidarios de efectuar un giro pragmático para neutralizar el ascenso de la extrema derecha.

El éxito de Frederiksen va más allá y se basa en unos datos arrolladores que convierten a Dinamarca en un oasis en medio de la crisis migratoria europea. En poco años ha reducido un 28% la inmigración del país y un 82% las solicitudes de asilo. El 85,9% de los bebés que nacen son de padres daneses, mientras que en Cataluña los autóctonos no llegan al 50%.
La receta danesa: menos ayudas y más mano dura
El secreto danés es una política de mano dura que genera un consenso casi total entre los partidos y en la sociedad. El punto de inflexión fue 2015, cuando la derecha radical consiguió un histórico 21,5% de los votos en las elecciones generales. Coincidió con el hundimiento del Partido Socialdemócrata, después de haber dado marcha atrás a las medidas antiinmigración del gobierno liberal conservador.
El Partido Socialdemócrata tomó nota de aquello e inició un giro que le llevaría de nuevo al poder cuatro años después. La política migratoria de los últimos años, guiada por la izquierda, se basa en tres ejes: el endurecimiento de las condiciones de asilo, la drástica restricción de las ayudas públicas, y una aceleración de las deportaciones.
Para obtener los papeles en Dinamarca hay que superar un examen de lengua y una prueba de conocimiento de la historia y la sociedad. Cualquier condena de cárcel impide automáticamente formar parte de la sociedad danesa. Además, se han endurecido los criterios para poder solicitar el asilo, lo que lleva a muchos solicitantes a desistir.

En paralelo se han restringido drásticamente las ayudas públicas a los inmigrantes con el fin de evitar el efecto llamada. La primera ministra socialdemócrata advirtió que a partir de ahora para cobrar una ayuda en Dinamarca había que trabajar. Las pocas ayudas que se conceden llevan como requisito un mínimo de horas de trabajo comunitario.
La otra vertiente de la política migratoria danesa tiene que ver con la mano dura. El Partido Socialdemócrata vincula sin complejos el aumento de la inseguridad con la inmigración masiva. Por esto se han impuesto penas más duras en las zonas donde se cometen más delitos, y se ha acelerado la deportación de inmigrantes ilegales.
Referente de la izquierda europea
El resultado de esta política migratoria es que el Partido Socialdemócrata volvió a ganar las elecciones en 2022. En cambio, la derecha radical populista, con las mismas recetas contra la inmigración ilegal, ha bajado del 21,5% al 2,6%. Más claro que el agua.
Mette Frederiksen se ha convertido en un referente para otros socialdemócratas europeos, como los alemanes o los nórdicos. El modelo danés nos enseña que el problema de la inmigración se puede afrontar también desde la izquierda. Por ejemplo, rechazando la inmigración ilegal para evitar una distorsión de los salarios.
El ejemplo danés demuestra también que la izquierda baja cuando en lugar de afrontar estos debates recurre a las etiquetas y los cordones sanitarios. Cuando esto ocurre, las clases populares tienden a asimilar a las izquierdas con la élite globalista que legisla contra sus intereses. Esto explica el auge de la derecha populista, que ofrece soluciones pragmáticas a estos problemas.
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