Un grupo de personas camina por un pasillo con cortinas rojas, llevando carpetas y libros.
POLÍTICA

La CUP descubre el Mediterráneo de la comunicación política moderna

Los antisistemas apuestan por tener más impacto comunicativo para revertir su decadencia social y electoral

Que hoy en día un partido político se proponga tener éxito es sinónimo de que va a intentar llamar la atención. Esto supone asumir los canales de comunicación imperantes, además de dominar las técnicas de comunicación política. En este sentido, la nueva derecha le ha ganado la partida (y por mucho) a la izquierda.

El motivo es que el componente iliberal de la izquierda nunca ha tolerado bien la libertad de expresión en bruto. Por el contrario, su tendencia a la comunicación oficialista es el resultado natural de intentar mantener la uniformidad ideológica. Y en el caso de Cataluña, esto se ha traducido en una curiosa simbiosis entre la prensa oficialista (procesista) y los discursos más izquierdistas (ahora ‘wokes’).

Donald Trump sale de detrás de unas cortinas azules mientras es fotografiado por una multitud.

Por esta razón, la caída del procés ha implicado la devaluación súbita de los partidos ‘woke’. Y ante esta realidad, partidos como la CUP se encuentran con que deben asumir los nuevos cauces comunicativos. Y ahora, bajo el pintoresco rótulo de “nacionalismo de izquierdas”, la CUP se ha propuesto ganar terreno mediante la comunicación política moderna.

Esto está en continuidad con una de las conclusiones del Procés Garbí, que pedía un discurso más llano y claro. Porque, efectivamente, la CUP llevó al límite la complejidad del discurso, hasta convertirse en una parodia de sí misma. Como era natural, esto alejaba al partido de las masas populares y mostraba lo que siempre fue la CUP: un partido de minorías y de clases medias y medias-altas.

Regar la ideología con emociones

Asunto diferente es que a las élites nacionalistas-procesistas les fuera bien adoptar a la CUP para conseguir mayor transversalidad social. De aquí que TV3 y los medios subvencionados hayan dado mucha visibilidad a las anécdotas cupaires mediante, por ejemplo, toda la infraestructura de los famosos ‘chiringuitos’. Porque si algo es innegable es que el tejido burocrático de los ‘chiringuitos’, además de dar salida a las élites universitarias de letras, tiene una clara orientación de izquierdas (pacifismo, antirracismo, género, ecologismo, etc.).

Pero una vez que el PSC ha actualizado el fracaso procesista en una “normalización” de Cataluña, la CUP se ha visto obligada a reflexionar. Y sus conclusiones ya se empiezan a poner en práctica. Antes de esto, sin embargo, ha habido un proceso de explicitación de la propia estrategia. Esto se observa en las publicaciones del nuevo altavoz de la CUP: Nexe Nacional, que como ya se explicó en E-Notícies pretende ser un think-tank del “nacionalismo de izquierdas”.

Dos personas en una conferencia de prensa al aire libre con un micrófono y un cartel que dice

En una de sus últimas publicaciones, Mover montañas sin perder las raíces, se constata que mientras “el españolismo y la extrema derecha han construido un imperio en las redes sociales, el nacionalismo catalán de izquierdas está mudo”. La autora es Noelia Karanezi Martín, que forma parte del entramado mediático del oficialismo procesista, trabajando para RAC1 o Nació.

Más allá de todos los matices para salvar la superioridad moral de la izquierda (criticada por Carod Rovira en columna reciente), el artículo viene a pedir “construir puentes entre emociones e ideología”. De hecho, se dice explícitamente que la complejidad del discurso de izquierdas es “menos efectiva en la hora de generar contenido de impacto, y más pesada de seguir para una audiencia más amplia que, necesitada de estímulos, pierde la atención más rápidamente o queda alienada por el elitismo intelectual”.

Polarizar: ahora me toca a mí

A la hora de la verdad, esto se traduce en algo conocido por todos: contenidos virales, polémicos y con mucho impacto emocional. Es decir, etiquetas y evitar discursos hipercomplejos. La líder de la CUP en el Parlament, Laia Estrada, nos ha dado un primer ejemplo.

Ayer mismo, la diputada Estrada compartía un vídeo en redes sociales que tiene todos los ingredientes de la polarización. El vídeo es breve, con música tecno de fondo y con etiquetas insultantes. El presidente Illa es el “Comisario de la Moncloa” y el ministro Marlaska es un “encubridor de torturas”. Como es evidente, el único objetivo del vídeo es la viralización porque el interés social de este debate es objetivamente nulo en estos momentos:

Y un día antes, el nuevo secretario general de la CUP, Non Casadevall, al que han colocado en una posición más vaticana y menos polarizadora, decía que el asalto de las juventudes de la CUP al domicilio de Gerard Piqué fue una “acción propagandística”. Como también se señaló en E-Notícies, la izquierda catalana va a poner en marcha todo el populismo posible para capitalizar el problema inmobiliario:

En definitiva, que la CUP no hace más que actualizar en términos tecnológicos el populismo constitutivo (y reivindicado) de la izquierda contemporánea. De esta manera, el postprocesismo va cogiendo cada vez más forma. Ante esto, la gran incógnita política en Cataluña es si el Govern del PSC podrá mostrar resultados eficaces durante la legislatura. 

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