Salvador Illa, en un segundo plano, mira atentamente a Pere Aragonès, en primer plano, mientras este habla desde su escaño en el Parlament
POLÍTICA

2024, el año que ha puesto patas arriba la política catalana e inaugura un nuevo ciclo

El PSC ha impuesto la pax catalana, el procesismo se hunde y hemos dicho adiós a Pere Aragonès y Ada Colau

Dentro de unos días, los catalanes dirán adiós a 2024. Con él se va un año bisagra, un punto de inflexión que ha cambiado radicalmente la política catalana para bien o para mal. Con 2025 empieza una nueva etapa, que muchos ya han coincidido en llamar el post-procesismo.

Recapitulemos. El año empezó con un gobierno acorralado por la crisis, desde los sanitarios hasta el sector educativo y las manifestaciones de los agircultores. El suelo se abría bajo los pies mientras el gobierno, arrogante y autocomplaciente, se empeñaba en seguir bailando.

Plano medio de Pere Aragonès hablando en el discurso de Sant Esteve con una senyera en el fondo

El golpe de realidad lo asestó, quien iba a decirlo, los Comuns. Más por un error de cálculo que por convicción, pero su intransigencia con el Hard Rock acabó llevándose al Govern por delante. Pere Aragonès dimitió y convocó unas elecciones decisivas para la reconfiguración del escenario político catalán.

Crisis migratoria e inseguridad

2024 había empezado también con una agudización de la crisis migratoria y de seguridad. De hecho, este fue un factor clave del desgaste de un gobierno agotado en su propio buenismo. A su vez, el descontrol migratoria y la delincuencia desatada reforzó el auge de partidos como el PP de Alejandro Fernández, Vox y Aliança Catalana.

Si 2023 fue el año de la irrupción de Aliança Catalana, 2024 ha sido el de su consolidación. El contexto favorable y los cordones sanitarios han beneficiado a la formación de Sílvia Orriols. Esta anunció que se presentaría a las elecciones catalanas del 12 de mayo, lo cual generó unas grandes expectativas.

Fotografia de Silvia Orriols en Ripoll

Las elecciones se presentaron así mismo como un pulso entre Salvador Illa y Carles Puigdemont para presidir la Generalitat. El PSC le ganó claramente la partida a Junts, presentándose como la garantía de un nuevo ciclo político en una Cataluña extenuada. Las elecciones del 12 de mayo certificaron la debacle de ERC, y la consolidación del frente PP-Vox.

Aliança Catalana entró con dos diputados, mientras que CUP y Comuns vieron confirmados sus peores pronósticos. Las elecciones dieron paso a una intensa negociación para la formación de gobierno. Esta culminó con el acuerdo PSC-ERC, refrendado por las bases republicanas en una consulta in extremis.

Pero además, la crisis del partido provocó la dimisión de Oriol Junqueras, que anunció su intención de someterse al juicio de la militancia. El expresidente de ERC y Marta Rovira se citaron en un último duelo que se decidiría en un congreso nacional. Junqueras se impuso por la mínima el pasado 14 de diciembre, anunciando el inicio de una nueva etapa en Esquerra.

El sainete de Carles Puigdemont

En cuanto a Junts, la pesada digestión de los resultados electorales y la investidura de Salvador Illa motivaron un nuevo sainete de Puigdemont. Este anunció su regreso para estar presente en la sesión de investidura. Lo que tenía que ser un acto masivo acabó con un puñado de fieles y una huida de película con humillación de los Mossos incluida.

Puigdemont volvió a su autoexilio mientras Salvador Illa era investido presidente de la Generalitat. Junts, habiendo fracasado en su intento de recuperar el poder, anunció la convocatoria de un congreso nacional para renovar la ejecutiva y revisar su estrategia.

El Congreso de Calella culminó con la entronización de Carles Puigdemont y sus fieles, sin contrapesos. Laura Borràs fue relegada a un cargo honorífico y los Turull y Nogueras iniciaron el giro a la derecha propugnado por su líder. Sin capacidad de influencia en el Parlament, juega ahora la baza de la presión a Sánchez mientras intenta taponar la sangría de Aliança Catalana.

Carles Puigdemont con traje oscuro hablando en un podio con micrófonos.

Salvador Illa inició una legislatura basada en la normalización institucional, el bajo perfil y la ruptura en ámbitos como la Consejería de Interior. Este ha sido el año en el que las autoridades han reconocido el problema de la inseguridad en Cataluña. Gobierno central, Generalitat y ayuntamiento de Barcelona han presentado un plan de choque contra la multirreincidencia.

Adiós a Pere Aragonès y Ada Colau

Pero el PSC gobierna en minoría gracias a ERC y Comuns, y en muchos otros ámbitos ha aplicado el continuismo. Empiezan ahora las negociaciones de los presupuestos para 2025. Los socialistas ya han avanzado que serán presupuestos continuistas con el Govern Aragonès.

En todo caso, el gobierno de Salvador Illa ha conseguido lo que parecía imposible, estabilizar la política catalana. Sigue la fragmentación, con bloques muy estancos sin una mayoría clara para ninguno de ellos. El independentismo ha perdido la mayoría, el constitucionalismo sigue dividido, y PP y Vox no tienen aún suficiente fuerza.

Pero han desaparecido las guerras de banderas y el gobierno parece dedicarse a solucionar los problemas de los catalanes. Algo ha cambiado, el tiempo dirá si estamos ante un cambio de ciclo o todo no es más que otro fiasco.

2024 ha sido el año del adiós de Pere Aragonès y Ada Colau, a quienes nadie echará de menos. Se consolidan liderazgos como el de Sílvia Orriols, Alejandro Fernández e Ignacio Garriga. El procesismo pelea para mantenerse a flote, mientras el PSC aprovecha para ocupar un espacio de centro que le permitirá governar los próximos años.

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