Tres hombres en traje con expresiones serias sobre un fondo rosa.
OPINIÓN

Zelensky en el Despacho Oval y otros desperfectos

Donald Trump y J.D. Vance se limitaron a decirle en la cara a Zelensky lo que llevan mucho tiempo diciendo de él

Imagen del Blog de Octavio Cortés

Fue Zelensky a buscar arroz y le dieron taza y media. Hasta aquí, no hay noticia. Lo novedoso es que esta vez todo sucedió ante las cámaras, en un rápido impromptu a tres voces y, casi sin tiempo para digerir el espectáculo, al día siguiente Musk volvía al podcast de Joe Rogan y al día siguiente Trump anunciaba su nueva política para criptomonedas y ponía patas arriba el mercado.

El problema para la prensa de izquierdas (esto lo advirtió Jon Stewart hace tiempo) es uno muy concreto: no hay manera humana de dejar de hablar de Trump y su gente. Producen contenidos 24/7, sin tregua, sin contemplaciones. Y en la peculiar economía de la atención que es la base de las redes sociales, vale aquello de Oscar Wilde: que hablen de mí, aunque sea bien. Lo importante es nunca dejar de ser 'Trending Topic'. Trump no es ni un nazi ni un dictador ni un racista, pero es ciertamente una anomalía.

Primer plano del presidente de Ucrania Volodymyr Zelensky

No está haciendo política, sino un Reality Show Planetario. Quiere cámaras, muchas cámaras, allí donde va: no por ánimo de transparencia, como creen los ingenuos, sino porque su negocio es otro. Antes que presidente fue una celebridad durante décadas, apareciendo en la lucha libre, en películas o en Saturday Night Live, con toda la naturalidad. Para él, la Casa Blanca no es más que el plató televisivo más importante del planeta. Y lo va a aprovechar, claro que lo hará.

En cuanto a Zelensky, Trump y Vance se limitaron a decirle a la cara lo que han venido diciendo de él durante meses. Incluso le echaron en cara su manía de ir por el mundo vestido de Rambo, como si saliera de un tiroteo en las trincheras. También le echaron en cara su falta de agradecimiento, su extraña insistencia en prolongar una guerra que no puede ganar y ha reducido su país a cenizas, su facilidad para gastar el dinero ajeno. La guerra de Ucrania ha sido cualquier cosa menos una guerra, eso lo sabemos todos. Para empezar, ha sido el más horrible esquema de lavado de dinero jamás realizado, contabilizado en miles y miles de muertos.

El dinero de los contribuyentes americanos sale para Ucrania en nombre de la "ayuda a la democracia frente al malvado Putin", luego Zelensky lo gasta en armas que compra a la industria americana, luego dicha industria riega de donaciones a la familia Biden, con el insigne Hunter a la cabeza. Toda la narrativa de los Macron y Starmer cae cuando fallan a responder a una sola pregunta, una muy sencilla: ¿Qué demonios estaba haciendo Hunter Biden en el apogeo de sus adicciones en el consejo de administración de Burisma, la empresa gasista Ucraniana? ¿Alguien puede explicarlo y a la vez seguir hablando del malvado Putin y sus malvados planes?

Un hombre de traje oscuro y corbata roja levanta ambos pulgares frente a varias banderas estadounidenses.

Zelensky, que puede ser un sátrapa, pero no es amigo de pasar estrecheces, dijo al día siguiente, antes de su reunión con los líderes europeos (el Orfeón Donostiarra 2.0) que la solución era clara: si USA cesaba en su ayuda, Europa iba a tener que poner sobre la mesa 250 billones para poder continuar la guerra, que es lo que todos queremos, porque somos tan progresistas. Como es natural, Sánchez, Macron & Co. se han apresurado a apoyar a Zelensky sin exigirle (como hizo el maligno Trump) que vuelva a convocar elecciones. Porque, a estas alturas, el fascismo de Trump se manifiesta en parar guerras y exigir elecciones, mientras que el progresismo apoya a un cocainómano que ha suspendido la democracia en su país para asegurarse que pueda ser devastado por las élites extranjeras en favor de la familia Biden.

La mala noticia para nosotros es que vivimos en Europa, en el último recodo de wokismo infernal y globalismo asesino, con las fronteras abiertas y la prensa libre amordazada. El discurso de Vance en Munich fue claro y diáfano: el enemigo de Europa está dentro y consiste en la traición a sus valores. Ojalá lo entendamos antes de que sea demasiado tarde.

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