Un hombre en traje oscuro está sentado frente a un micrófono con papeles en la mano, detrás de él hay misiles verdes y una bandera de Rusia ondeando.
OPINIÓN

Rusia y la verdadera amenaza nuclear

Rusia, como potencia nuclear de primer orden, cuenta con una doctrina que combina firmeza y contención estratégica

Imagen del Blog de Joaquín Rivera Chamorro

En medio de un contexto internacional cada día más complejo, con la administración Trump reventando todas las dinámicas de las últimas décadas, el papel de Rusia en el equilibrio europeo vuelve a ocupar un lugar central. Las alarmas han sonado en Bruselas tras la amenaza de abandono de su principal salvaguarda de Defensa: la disuasión militar norteamericana.

La vieja Europa se ha quitado la cinta en el pelo con el anagrama de Gerald Holtom y ahora pretende buscar en el trastero las botas, el uniforme y la gorra de plato de Winston Churchill. El plan de Rearme Europeo 2030, presentado hace tan solo unos días, enfatiza la necesidad de los estados miembros para invertir más en defensa, planteando la posibilidad de desbloquear 650.000 millones de euros de inversión adicional a nivel nacional.

Todas estas prisas obedecen a la necesidad de disponer de una autonomía estratégica de la que Europa se ha desentendido desde 1949. Los principios que marcan el plan son los de: comprar más, mejor, juntos y producto europeo. Este eslogan, que podía ser una adaptación de aquel señor con gafas que vendía tambores de Colón para lavadoras, marcará el futuro reciente de los países miembros. La agenda 2030 ha pasado del multicolor al verde.

Banderas de la Unión Europea ondeando junto a un círculo que muestra aviones en formación en el cielo.

Pero ¿por qué todo esto? No negarán los que leen estos artículos que ya vaticinamos hace muchos meses que este impulso se veía venir por pura necesidad. Rusia ha desbaratado gran parte de su arsenal convencional y su capacidad táctica en una guerra que se le ha atragantado desde el principio. No obstante, sigue siendo el país con el mayor arsenal atómico del mundo y, además, merece especial atención por sus recientes actualizaciones doctrinales en política de disuasión. Sin embargo, más allá de los titulares alarmistas, de "asustabuelas" de redes sociales y de la retórica beligerante, la realidad nuclear rusa continúa anclada a principios que, aunque flexibles, siguen priorizando la disuasión antes que la acción.

En noviembre de 2024, el presidente ruso Vladímir Putin aprobó una nueva doctrina nuclear. Esta sustituye a la publicada en 2020, y fue presentada en un contexto marcado por el uso de armamento occidental por parte de Ucrania para alcanzar objetivos militares en territorio ruso. Aunque los medios occidentales lo interpretaron como una respuesta directa a ese escenario, los cambios doctrinales ya habían sido esbozados en septiembre del mismo año ante el Consejo de Seguridad del Kremlin.

El documento reafirma la naturaleza defensiva del uso de armas nucleares. Rusia, en principio, no contempla el uso preventivo de su arsenal, pero sí deja abierta la posibilidad de emplearlo en respuesta a un ataque convencional que suponga una amenaza crítica a su soberanía o integridad territorial, incluyendo la de Bielorrusia, país al que explícitamente protege bajo su "paraguas nuclear".

Este viaje desde la doctrina de 2020 que se basaba en proteger la mera "existencia del Estado" a salvaguardar la "soberanía e integridad territorial", ha sido interpretado por algunos analistas como una rebaja en el umbral para el uso nuclear. Pero siendo prudentes, la práctica rusa ya contemplaba estos escenarios desde años anteriores, y la inclusión en la doctrina formal responde más a una lógica de coherencia interna que a un verdadero giro estratégico.

Rusia establece que puede emplear armas nucleares en cuatro supuestos: 1) en respuesta a un ataque nuclear o con armas de destrucción masiva; 2) en caso de agresión convencional que amenace gravemente su soberanía; 3) si hay evidencia clara de un ataque masivo con misiles de precisión sobre su territorio; y 4) ante una agresión que involucre a un Estado no nuclear con apoyo de otro que sí lo sea.

Este último punto ha llamado especialmente la atención, ya que aparece como novedad en la doctrina de 2024. Pero, de nuevo, su inclusión parece tener una carga simbólica más que operativa: pretende enviar una advertencia a coaliciones como la OTAN, sin que ello implique un cambio automático de postura. Todo parece indicar que esta introducción busca aumentar su capacidad de disuadir en beneficio de su propia defensa.

Montaje de fotos de Vladimir Putin y la sede de la OTAN de fondo

Por otro lado, el presidente Putin sigue siendo el único autorizado para aprobar el uso de armas nucleares. No hay delegación de mando ni automatismos. Esto indica que, incluso en escenarios de crisis, las decisiones pasan por un control político centralizado, lo cual reafirma todavía más lo escrito en el párrafo anterior.

Durante años, se ha debatido si Rusia adoptaba una estrategia conocida como "escalar para desescalar", es decir, el uso limitado de armas nucleares tácticas para forzar el fin de un conflicto convencional en términos favorables. Para los más profanos en esto de la autodestrucción planetaria que es un tema poco apasionante, diremos que las armas tácticas son aquellas que no están destinadas a la destrucción de grandes ciudades, sino a objetivos militares que no tienen una importancia estratégica. Es decir, que no se acabaría el mundo por el empleo de alguna de estas armas. Sin embargo, ninguna doctrina oficial —ni la de 2020 ni la actual— recoge el concepto de "escalar para desescalar".

En 2018, el propio Putin declaró que la estrategia rusa no contempla ataques preventivos, sino que se basa en una política de "lanzamiento bajo ataque", es decir, solo ante evidencia de un ataque en curso. Las armas nucleares tácticas siguen formando parte del arsenal, pero su uso está más ligado a la incertidumbre estratégica que a una intención real de empleo. La demostración empírica de esta afirmación es que no han sido empleadas en Ucrania ni siquiera cuando ha sido atacado el territorio ruso.

El mayor arsenal del mundo

Es cierto que Rusia posee actualmente el mayor arsenal nuclear del planeta. Según estimaciones de marzo de 2024:

- 5.580 ojivas nucleares en total de las que:

  • 4.380 ojivas activas u operativas
  • 1.200 ojivas retiradas en proceso de desmantelamiento.

De las 4.380 ojivas activas, unas 1.710 están desplegadas estratégicamente. El resto son reservas o armas tácticas, cuyo número (1.558) no está limitado por ningún tratado vigente.

Las armas están distribuidas bajo el principio de la tríada nuclear: capacidad de lanzamiento desde tierra, mar y aire. El 95% del arsenal ha sido modernizado, según cifras oficiales rusas, lo cual tiene una fiabilidad relativa. El despliegue incluye misiles balísticos intercontinentales como el Yars, sistemas hipersónicos, misiles balísticos lanzados desde submarinos, y aviones estratégicos.

Desde 2008, Rusia ha invertido intensamente en renovar sus capacidades nucleares. Entre los desarrollos más destacados están:

- El misil hipersónico Kinzhal

- El vehículo planeador hipersónico Avangard

- El torpedo nuclear de propulsión autónoma Poseidón

- El misil crucero de propulsión nuclear Burevestnik

Aunque muchos de estos proyectos han enfrentado retrasos y problemas técnicos, Rusia ha logrado mantener una capacidad de disuasión creíble. El objetivo central: asegurarse de que ningún sistema de defensa antimisiles occidental pueda neutralizar su capacidad de respuesta.

Gráfico de barras que muestra el número estimado de ojivas nucleares por país en 2024, con Rusia y Estados Unidos liderando con 5580 y 5250 ojivas respectivamente, seguidos por China, Francia, Reino Unido, Pakistán, India, Israel y Corea del Norte con cantidades menores.

Rusia suspendió en 2023 su participación en el tratado New START, que limitaba el número de armas nucleares estratégicas desplegadas. No obstante, el Kremlin ha afirmado que sigue respetando los límites cuantitativos. Además, continúa informando sobre lanzamientos de misiles estratégicos.

También ha revocado la ratificación del Tratado de Prohibición Completa de Ensayos Nucleares (CTBT), aunque asegura mantener una moratoria voluntaria sobre pruebas.

En términos diplomáticos, Moscú ha dejado claro que podría retomar su participación en estos tratados si Estados Unidos demuestra "voluntad política y reciprocidad". Esta posición, aunque firme, deja abierta una vía de negociación futura.

La opacidad en los presupuestos de defensa rusos impide conocer cifras exactas de gasto nuclear. Sin embargo, estimaciones independientes como la del ICAN (Informe del gasto nuclear en 2024) calculan que Rusia invirtió 8.300 millones de dólares en programas nucleares en 2023, equivalentes al 7,6% de su gasto militar total.

Esto sitúa a Rusia por detrás de Estados Unidos en términos de gasto, pero con un énfasis creciente en programas de largo plazo. La guerra en Ucrania ha obligado a redistribuir recursos, pero no ha alterado las prioridades estratégicas del Kremlin en materia nuclear, donde saben perfectamente que nadie ataca a una potencia atómica.

El aumento de la tensión y las prisas europeas no implican que estemos al borde de una guerra. La doctrina rusa sigue siendo fundamentalmente disuasiva. Las armas nucleares están diseñadas para no ser usadas, sino para evitar que otros las usen. Ahora bien. Europa, por sí sola, apenas dispone de esa capacidad disuasoria y conseguirla en el futuro, cuando Rusia se haya lamido las heridas de una guerra que le ha salido cara, evitará cualquier intento de repetir una Operación Militar Especial, sea en Ucrania o en algún estado de la Unión donde hay población étnicamente rusa.

Primer plano de Vladimir Putin

Prudencia, no paranoia

Rusia sigue siendo una potencia nuclear de primer orden, con una doctrina que combina firmeza retórica y contención estratégica. Aunque ha flexibilizado sus condiciones para el uso de armas nucleares, no ha abandonado la lógica de disuasión que ha prevalecido desde la Guerra Fría.

La modernización de su arsenal, el discurso ambiguo y la suspensión de tratados generan inquietud. Pero no estamos ante un escenario de agresión inminente. Más bien, asistimos a una reconfiguración del equilibrio nuclear en un mundo multipolar, donde los incentivos para evitar un conflicto nuclear siguen siendo superiores a cualquier lógica de confrontación. La autodestrucción no da votos e implica que los hijos de los que aprietan el botón correrán la misma suerte que los de un Martínez cualquiera.

Es tiempo del pragmatismo y la prevención. A veces, un esfuerzo económico mayor puede evitar una catástrofe para las generaciones venideras. La desinformación y los alarmistas de tres al cuarto favorecen la demagogia y el aprovechamiento de los que venden lo que todos queremos oír: que no haya necesidad de gastar un euro en cosas de matar, pero es el mismo discurso de algunos antiguos ácratas que pensaban que no habría crímenes si no hubiera policías.

Fuentes empleadas:

  • House of Commons Library Nuclear Weapons Profile: Russia. CBP-9091, diciembre 2024
  • SIPRI Yearbook 2024
  • Federation of American Scientists
  • Bulletin of the Atomic Scientists
  • ICAN Nuclear Spending Report 2024.
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