
Ya llegó Trump, y ahora ¿qué?
Europa, atrapada entre intereses globales y su propia división, enfrenta un futuro incierto mientras busca su independencia energética

Las dos guerras fratricidas más mortíferas de la historia se dieron entre europeos, aunque luego se añadieran otros estados para convertir el conflicto en global. Las razones del inicio de ambas contiendas se sustentaban en conflictos de intereses azuzados por aspiraciones expansionistas, nacionalismos irredentistas y sueños coloniales.
Millones de europeos dejaron de existir por la incapacidad de sus líderes de encontrar un proyecto común, una razón para estar unidos, o una motivación que se apoyara en una cuestión civilizacional y no de rivalidad regional.
Al finalizar la segunda de las guerras mundiales, cuya precuela se vivió en los campos y ciudades españolas, el viejo continente estaba tan exhausto que tuvo que recibir ayuda para reconstruirse. Los Estados Unidos se convirtieron en el país protector, tanto militarmente como desde el punto de vista financiero. Exportaron todo lo exportable, reforzaron el inglés como la lengua universal, inundaron las roídas piedras en las que se sustentó la civilización durante siglos de películas que promovían un estilo de vida liberal, atractivo, deliciosamente ajustado para que apenas llegaran efluvios de las zonas más deprimidas de Alabama o Missisipi, donde la pobreza era tan miserable y mezquina como la que representaban los directores europeos en sus producciones.

A falta de presupuesto, el tema social era lo que vendía y se exportaba la idea de una Europa de harapos que apenas podía sostener su orgullosa identidad. Los Felini o Buñuel ofrecieron esa imagen con vocación de denuncia, pero eso contribuyó a crear una fotografía de una Europa en las últimas. Eso sí, en las relaciones internacionales, las viejas naciones se mostraban altivas, aunque no pudieran disimular la apariencia del hidalgo empobrecido enfundado en una capa roída y remendada.
Un mercado común ofreció un punto de encuentro entre los viejos enemigos. El comercio se impuso a las rivalidades, a las trincheras, a los irredentismos con bigote y a la posibilidad de volver a escabecharse destruyendo patrimonio y hacienda.
En todo este contexto, los europeos del lado izquierdo del mapa se alinearon con los norteamericanos que ya estaban en plena Guerra Fría con la Unión Soviética. Se creó la OTAN, que en pocas palabras constituía el paraguas defensivo frente a una posible invasión de la URSS a través de la inmensa planicie que abarca desde la estepa rusa a los pirineos sin mediar alguna elevación que merezca el título de montaña.
Las armas nucleares, tan malas, tan dañinas, tan mortales, tan amenazantes, consiguieron que nadie se atreviera a pulsar un botón que siempre traía guadaña de ida y vuelta. La disuasión nuclear salvó vidas y cosechó prosperidad. Los europeos se volcaron en el comercio y sus dirigentes supieron manejar el doble juego: por un lado, moviendo la ventana de Overton para que se generara un espíritu antibelicista, y por otro, formando parte de la OTAN y haciendo de fieles escuderos del lustroso caballero que venía del otro lado del Atlántico.
Los años pasaron y la OTAN fue creciendo. La URSS se desmoronó y los estrategas occidentales consideraron aplicar la misiva de que toda victoria debe seguirse de un aprovechamiento del éxito para mermar la capacidad de recuperación del rival. No fuere a pasar lo de Alemania en los años 30.

Las fronteras de la estrella atlántica se desplazaron como una mancha de aceite hasta llegar a engullir regiones donde el ruso era la lengua vehicular. Nadie quiso ver que eso podría tener problemas en el futuro, porque los nacionalismos han sido y siguen siendo la primera causa de conflicto bélico en el mundo, pero los norteamericanos siempre han sido especialmente miopes y simplistas a la hora de interpretar las dinámicas de las tribus, las etnias o las naciones, porque ellos no gastan de esas cosas, al menos de momento.
Los líderes europeos contribuyeron durante décadas a esconder la realidad del mundo. Se vestían de la demagogia del pacifismo, de la reducción del gasto militar, de la eliminación de los reclutamientos forzosos, mientras se contribuía a las campañas con escasa implicación que se reducía al envío de ridículos contingentes para colocar la bandera, como el que acude a un tanatorio a cumplir, se deja ver por el qué dirán, y se vuelve a casa porque el Atleti juega a las 9 y no se lo puede perder. Al mismo tiempo que en las cumbres se daban palmadas en el pecho por haber participado, se contribuía a alimentar el caldo de cultivo fomentado durante décadas por la esfera marxista del antiamericanismo. Ese sentimiento de insana envidia al vecino que tiene mejor coche, mejor trabajo y que además es simpático, aunque haya llegado mucho más tarde al vecindario. Como diría algún sabio con boina y bastón, somos de natural envidiosos.
En relaciones internacionales los escrúpulos se someten siempre a los intereses. No se puede ser digno cuando no se dispone de independencia energética o financiera. Algunas dictaduras se miran con los prismáticos al revés, otras escandalizan y las que tienen recursos necesarios directamente reciben pleitesía.
La llegada de Donald Trump, acompañado de su amigo Musk, a los que auguro alguna desavenencia entre ellos que dará mucho que hablar en los próximos meses, se ha caracterizado por una ofensiva sin precedentes para desacreditar al presidente ucraniano y ejercer sobre él una presión que se sitúa, exactamente, en el lado contrario del seguido por la administración anterior y que ha puesto patas arriba todas las dinámicas tradicionales.

A eso se une la injerencia y la propaganda a través de las redes sociales apoyando a determinadas fuerzas políticas europeas, tratando de influir en la decisión del electorado, lo que no funcionará, porque el elector europeo y el norteamericano se mueven por motivaciones diferentes.
La competición estratégica global se dirime entre los Estados Unidos y China, Trump lo sabe y, más allá de los aspavientos, salidas de tono y declaraciones duras, actúa al amparo del asesoramiento de sus analistas, que conocen bien la realidad mundial. Los conflictos europeos han pasado de ser el eje principal del planeta para convertirse en asuntos de carácter regional. Una Europa dividida es mucho más débil e incapaz de presentar cualquier desafío económico, industrial, tecnológico o militar. Una Europa unida que sea capaz de confluir esfuerzos y cobre sentido de sí misma y de la necesidad de actual con pragmatismo, es un rival potencial para el futuro.
Rusia ha dejado de tener el poderoso ejército que se presumía, pero continúa manteniendo un nada desdeñable arsenal nuclear. El coqueteo de China con Rusia asusta en Washington que quiere traer a Putin de su lado y tratará de aislar al gigante asiático para demorar lo inevitable, el sorpasso hegemónico que todos pronostican.
El juego de los intereses sobre los escrúpulos se está cobrando su primera víctima, Ucrania. El que ha tenido ocasión de hablar con soldados ucranianos conoce la voluntad de victoria, el tesón, la resistencia y el inimaginable sacrificio que han demostrado. Su presidente no será perfecto, pero no es un dictador y ha desplegado su determinación desde el principio, recabando apoyos en todas partes. Eso de hacer tuits de política de serie de Netflix sobre decenas de miles de cadáveres es grotesco, indecente y muy propio de quienes se saben seguros de no tener esa experiencia en su territorio.
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Hasta ahora, Europa convergía en intereses con el Tío Sam, el momento divergente podría haber llegado e impondrá medidas drásticas, valientes y sensatas. No es tiempo de populismos, sino de unificar criterios y buscar objetivos comunes. Las manadas de herbívoros sobreviven por la masa, los elementos aislados tienen muchas más posibilidades de ser devorados.
Independencia energética es apoyarse en el hidrógeno como combustible. El otro día tuve la oportunidad de conducir uno de esos coches y me quedé impresionado. Son coches eléctricos, pero sin el descomunal peso de las baterías, por lo que, en lugar de parecer carros de combate, se asemejan a vehículos normales. El hidrógeno se hace con electricidad y agua. Lo primero se puede generar y de lo segundo hay en toda Europa. De momento es más caro que la gasolina, pero puede ser el futuro y el fin de la dependencia energética. Es solo un ejemplo de que es preciso innovar y no perder más trenes.
Si no queremos que nuestros nietos tengan que emigrar a Marruecos a buscar mejores oportunidades en el futuro, toca trabajar para revertir la situación. Recuerden, no obstante, que esto es un artículo de opinión, y que no todos debemos pensar lo mismo, porque ni es sano, ni es normal. Lo que tampoco es normal es que cada vez que alguien se expresa con educación en una red social reciba una jauría de lobos atacándolo inmisericordemente, como ha sucedido con algunos periodistas estos días. Ya está bien de negar el debate, los puntos de vista y la conversación serena. Ya está bien de dogmas, de trincheras y de odios absurdos generados por quienes están interesados en que nos odiemos. Qué cada uno se exprese libremente, que critique, que pleitee, que patalee si quiere, pero que permita a los demás decir lo que les salga del aparato urogenital correspondiente.
Un saludo y hasta la semana que viene.
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