Una reivindicación más o menos cañera de Salvador Illa
Después de gente tan inverosímil como Torra o Puigdemont, las maneras de Illa son analgésicas
Afortunadamente, Salvador Illa no es un hombre divertido. Y si lo fuera, ya tenemos cubierta la nómina de graciosos; por no hablar de la nómina de talibanes, que entre los que van a deportar a 100.000 personas o bajar los alquileres a gritos ya no hay sitio para ningún iluminado más en Cataluña. A día de hoy, ser escéptico consiste en pasar olímpicamente de los crecepelos políticos.
A Illa se le reprocha que se reúna con los okupas por la mañana y con los propietarios por la tarde. Puede ser. Pero habría que diferenciar entre hacer eso por maquiavelismo cutre (¿a quién querría engañar? ¿a los presidentes de escalera?) y hacerlo porque eso existe.
Quiero decir: hay una diferencia clara y distinta entre la Cataluña realmente existente y la Cataluña de los ladridos partidistas. Políticamente, esto convierte a la región en el lugar del mundo más divertido, o sea, peligroso. Y es que, para bien, pero también para mal, en Suiza no pasa nada, y allí que se ha domiciliado toda la fauna exprocesista. Tal cual bajaban el puño cogían su pinchito de la fondue.
Es aquí cuando las maneras deslizantes de Salvador Illa, como de manso profesor de religión, dejan de ser una cuestión procedimental y pasan a ser una cuestión fáctica. Porque, ¿qué quieren que les diga? A mí me parece sensacional que Illa se haya reunido con Òmnium Cultural, pero también con Sociedad Civil Catalana; que se vea con Pujol y después con el Rey; que se haga una foto con el chiringuito nºx y después se felicite la navidad con Fainé. La política es aunar contrarios, que diría Ortega. Y en Cataluña, dar bien la hora ya es un mérito.
Las virtudes del contraste
Y después hay otra cosa que, en fin, ya se podrá dar misa en arameo, pero es innegable: a excepción de la amnistía, por ahora Illa no ha toreado a nadie ni con el tema de la vivienda o de la inseguridad. Como un campeón, yo me he chupado varios plenos del Parlament y doy fe de que Illa no ha prometido soluciones mágicas. Todo lo contrario: sus referencias a la “realidad” y a la ausencia de “varitas mágicas” han sido constantes. Después de gente tan inverosímil como Torra o Puigdemont, esto es casi un afrodisíaco.
Cuando yo le escuché decir en el primer o segundo pleno que el suyo iba a ser un Govern apegado al “principio de realidad” ya me di por satisfecho. ¿Hay que recordar que venimos de Puigdemont y sus repúblicas nanométricas, de Torra y sus épicas de lladró, de Aragonés y su cajita de música con la inseguridad y las “percepciones”? Uno puede no ser del PSC - que es un partido que a mí, personalmente, me despierta una muy particular modulación del bostezo -, pero eso no significa que no se pueda apreciar el contraste cromático.
Yo también preferiría tener a Alejandro Fernández de presidente y auditando chiringuitos, pero los milagros a Lourdes. Después de la década procesista - que por cierto es clavada a una estafa piramidal - nadie podía esperar un gobierno épico. Tocaba el vaticanismo del PSC. Porque no hay que olvidar que, en este preciso instante, Cataluña todavía escucha a cuánto sube la factura de la última década. Sin ir más lejos, este mismo jueves, un servidor explicaba que los resultados de matemáticas en los colegios catalanes son más o menos los que sacarían en el zoo.
Todo esto no implica que Illa vaya a levantar Cataluña. El jesuitismo llega hasta donde llega. Es como esa enfermedad rara que te lleva a no sentir dolor: suena bien, pero es extremadamente peligrosa. La anestesia no cura. Esta es el gran drama de los que van a la política con buenas intenciones. Pero por lo menos hemos centrado la pelota.
Informe de daños
Los españolistas, en resumen, se la tienen que envainar porque el caso es que aquí hay una parte importante de la población que es nacionalista, amén de insufrible a tiempo parcial. Y los turboindepes que se la envainen doblemente porque no toda Cataluña es como un pueblo de Gerona. De hecho, demografía mediante, cada vez se parece menos a un pueblo de Gerona.
Y a todo esto, que los indepes no se olviden de algo muy importante: es a vosotros a quienes os han engañado, así que al rincón de pensar. Tenéis mucha realpolitik que digerir. Que de la misma manera que os encomendasteis al sanedrín procesista ahora os encomendáis a Orriols. Y con razón, porque Orriols va en serio; un unionista inteligente le sigue la pista a Aliança Catalana, no a Junts.
¿Riesgos con Illa? Bueno, los habituales. O sea, estructurales, de ciclo. Habrá que ver si todas estas concesiones (inmigración, hacienda, etc.) se consuman. En tal caso, un futuro Govern nacionalista dispondría de más recursos para liarla. Lo que es seguro es que a grandes rasgos, a brocha gorda, los indepes han perdido este último ciclo y el Govern Illa ha venido a dar fe de la sepultura. El tiempo dirá si hemos enterrado a uno que estaba vivo.
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