Gabriel Rufián y Míriam Nogueras en un entorno parlamentario con un diseño gráfico en el fondo.
OPINIÓN

Nogueras vs. Rufián

El tiempo ha demostrado que, a pesar de tener las mismas atribuciones en el Congreso, Rufián y Nogueras tienen poco en común

El Congreso de los Diputados se ha convertido en un circo desde 2016 en adelante. Coincidiendo, por cierto, con la llegada al hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo de Gabriel Rufián. El diputado de ERC, de quien hasta sus propios compañeros de partido reniegan, ha empleado un estilo de hacer política muy poco edificante. Empezando por las impresoras bajo el brazo, siguiendo por la espardeña en la mano y acabando, esta pasada semana, levantando el dedo, señalando a la bancada de Junts.

Con una portavoz juntaire, Míriam Nogueras, aguantando el chaparrón con cara impasible. Restando importancia a los gritos de quien dijo que estaría en el Congreso solo dieciocho meses y lleva más de seis años extra, cobrando 134.288,28 euros anuales. Y viviendo, por cierto, muy lejos de la Cataluña que debería representar.

Mujer hablando en un podio con fondo verde y texto de campaña política.

Lo que pasó la semana pasada en el pleno del Congreso es uno de los momentos más lamentables que recuerdo en la política nacional. Y mira que, por suerte o por desgracia, llevo casi quince años pisando la moqueta del parlamento español. Lo peor de todo es que la recriminación que hizo Rufián a Junts, con sus propios compañeros de grupo parlamentario mirándolo perplejos, es justo lo que lleva años haciendo él mismo. Entrando y saliendo, como si fuera uno más del PSOE, de la zona de Gobierno. Buscando, seguramente, una salida profesional o política para el día en el que se le acabe esto de la política, a la sombra de un Pedro Sánchez que no sería quien es sin la tenacidad de Rufián, cuando en la dirección de ERC más de uno decía "por aquí no podemos pasar".

Lo que hizo el portavoz de los republicanos en el hemiciclo del Congreso, levantando el dedo mientras señalaba a la portavoz de Junts, se parece mucho al tuit de las "155 monedas de plata" que le dedicó al presidente Puigdemont en 2017. Mucho. Y seguramente el objetivo de ambos hechos era el mismo: desprestigiar al rival que le está ganando la partida, tanto por lo que hace y las concesiones obtenidas, como electoralmente. Y no, Gabriel, la política ni es ni puede ser esto. No puede ser este 'macarrismo' acomplejado. Con un gesto serio, sin levantar demasiado la voz, utilizando siempre el catalán -por lo que tanto lucharon los partidos independentistas, que no tú-, Míriam Nogueras ha demostrado que se puede hacer buena política independentista en Madrid.

Hombre con traje azul y corbata marrón hablando en un podio.

Que, mientras unos apoyan a un constitucionalista como Salvador Illa para presidir el Govern, se puede seguir construyendo un Estado a base de ordeñar una vaca que, si se queda sin leche, no es problema de Junts ni ERC, que habrán bebido y disfrutado de esa leche. Es problema de los españoles que, si Dios quiere, algún día le pedirán explicaciones a Pedro Sánchez.

A pesar de que Míriam Nogueras y Gabriel Rufián tengan las mismas atribuciones en el Congreso, las de dar voz a Cataluña y defender los intereses de los catalanes, el tiempo nos ha demostrado que tienen muy poco en común. Empezando por lo más básico, el respeto a nuestra lengua común, y terminando por el histrionismo de un Rufián acostumbrado a hablar mucho para no decir nada, frente a una Nogueras que habla poco y dice mucho.

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