Jóvenes concentrados realizando un examen en un aula escolar con un fondo editado en tonos rosados y negros
OPINIÓN

La edad de la no inocencia: la adolescencia

Los adolescentes no quieren ser tratados como niños, sino que se les hable con madurez, franqueza y seriedad

Sin comprender la adolescencia será imposible hallar soluciones al fiasco académico nacional. Cabe saber que, en primero de la ESO, y con la palabra juego, todo va viento en popa. Se puede jugar a hacer exámenes, prácticas y demás, ya que con sus 11 y 12 años todavía se sienten muy niños y la rebeldía no suele ser frecuente. En segundo de la ESO puede que la palabra juego funcione, pero en tercero la explosión de feromonas lo hace imposible.

De hecho, en ese curso, la eclosión deviene global, universal y para todos los alumnos. Y es que estamos en la plena adolescencia. Con tal subidón, los chavales exigen que se les vea como adultos, que se les trate como tales. Ellos así quieren sentirse y por ello imitan ciertos roles, buenos o malos, de los supuestos adultos, nosotros.

Estudiantes sentados en un aula mirando hacia el frente donde hay una pizarra y una pantalla.

Así aparecen los primeros cigarrillos, con o sin añadidos, los primeros combinados, con o sin resaca, y hasta las primeras relaciones sexuales, con o sin amor. Debo matizar que con ello no se está haciendo apología de las drogas, del alcohol y del sexo, todo lo contrario, porros, bebida y coitos son la primera puerta a las adicciones y a embarazos no deseados, pero todos ellos son una realidad que describir y a tener en cuenta.

Lo más apabullante a esa edad es que pasan ante nosotros, los adultos, tensos, estirados y retirando el saludo. Ese momento resulta algo fascinante. Si en primero, y hasta en segundo, siempre te saludaban y se acercaban a ti, ahora el pacto cambió. Ellos, los chavales, aparentan estar muy serios ante los adultos, como diciendo.

- He cambiado, ¿no lo ves?

Y cortan el puente de comunicación con los adultos; incluso puede que lleven la contraria, si uno es del Barça se hacen del Real Madrid, si uno es de izquierdas él de derechas, etc. Y esa rotura de puentes hay que contarla en clase y en casa como algo natural, como un futuro previsible de su humanidad. Simplemente han roto sus lazos con sus adultos para ellos comenzar a serlo.

Qué simple, qué audaz, qué maravilloso. Pero qué desastre para aquellos padres o docentes que no puedan llegar hasta ellos. Estos ahora se hallan vetados de la confianza de estos púberes. Aunque para contactar con ellos hay una esperanza, hacerles conscientes de ello y contarles que eso de no saludar por el pasillo es algo fabuloso, algo que les conducirá a su madurez, algo previsible.

Y, claro está, cuando se les llama "previsibles" resulta una afronta. Ellos, los púberes, jamás pretenden ser previsibles, sino todo lo contrario, buscan ser diferentes en todo. Con ello se logra que la mayoría de recalcitrantes vuelvan a saludar por los pasillos creando nuevamente un puente de confianza sin la necesidad de tantos gritos en el aula. Ahora, y al entrar en clase, se alegraban algo más de ver al tutor y poco a poco se van sentando para atender.

Pero algunos docentes pierden la voz gritando reiteradamente para imponerse o, si el grito no gusta, a veces se cae en lo contrario, en el arrullo, algo que repele a los adolescentes. Ellos no desean sentirse tratados como niños pequeños. Su acné y su interés por algunas imágenes de anatomía comparada delatan ese rechazo. Si un docente trata a sus adolescentes como a nenes de primaria con vocecitas y canturreos llenos de algodón, lo único que reafirmará será su negación del saludo y que perciban a ese adulto como un ser infantil, falto de autoridad e hipócrita.

Simplemente hay que hablarles con madurez, franqueza y seriedad, algo que sí abre puentes con ellos. Y algo muy importante, tengan o no tengan razón, hay que escucharlos, pero cuando estén en calma y respeto. En caso contrario límites y a esperar que amaine el vendaval. Sólo cuando esté pasado lo caliente será efectivo hablar de lo ocurrido con prontitud. De esa forma el escolar acepta de mejor grado la autoridad adulta y empieza a entrenarse para la siguiente fase, el cuarto de la ESO y en el cambio de la razón.

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