Irene Montero sentada en una silla con un fondo rosa y un puño levantado con un símbolo femenino en la muñeca.
OPINIÓN

El 8M, Irene Montero y los agujeros negros

Irene Montero se hunde sin remedio en su propia oscuridad de rabia y fanatismo estúpido, quedando como carne de meme

Imagen del Blog de Octavio Cortés

Hermosa ciencia, la astrofísica: nos dice que una estrella masiva, al colapsar (cuando la fuerza de la combustión ya no supera la presión gravitacional) puede convertirse en un agujero negro, que succiona toda la materia alrededor, de modo que ni siquiera la luz puede escapar más allá de cierto "horizonte de sucesos": una sima de oscuridad irredimible al que no puede uno ni asomarse si no quiere ser aniquilado para siempre. Dicho en jerga política: la Asombrosa & Triste Historia de Irene Montero.

Irene pudo ser la gran estrella de la izquierda española, pero todo lo hizo mal. Quemó y quemó cuanto combustible tenía a mano hasta que ya nada pudo soportar la presión gravitacional de su ego masivo. Entonces se convirtió en un pozo de atracción letal y, cuanto a ella se acerca, acaba desapareciendo en su oscuridad aniquiladora. Las fronteras de Podemos antes llegaban a las esquinas de cada barrio; ahora apenas cubren los cuatro o cinco metros cuadrados que rodean a Irene, superficie habitualmente abarrotada de señoras histéricas con cazadoras de tela vaquera y pancartas sin sentido.

Irene Montero, Ione Belarra y otras mujeres sostiene un cartel de Podemos mientras se protegen de la lluvia con paraguas de colores.

Ya solo vive en su microcosmos Irene, fagocitando las pocas víctimas que le van quedando. Ya solo se mueve en su pequeño manicomio de bolsillo, cobrando su sueldo de seis cifras, con sus tics de neo-pija de urbanización, con sus modales de empollona folladora de primero de carrera. ¿De qué habla, qué propone? Ya a nadie le importa. Aislada como está en su Burbuja de Imbecilidad, los paisanos la contemplan como a un chimpancé de feria, una criatura sucia pero inofensiva, neutralizada, solo merecedora de lástima ocasional.

Sigue gritando, Irene, en las manifestaciones, sigue soltando frases aliñadas con el léxico venenoso de la izquierda postmoderna; tiene las santas narices de seguir hablando de "proteger a las víctimas de la violencia machista" cuando ella misma y su equipo de amigas silenciaron las denuncias contra Monedero; sigue hablando del "consentimiento" cuando por las calles se pasean con toda libertad más de un millar de agresores sexuales gracias a su "legislación antipunitivista"; sigue clamando por la Palestina gobernada por Hamás, donde la mujer tiene más o menos los mismos derechos que un taburete usado. Ni siquiera la luz puede escapar del agujero negro: ya no queda un solo destello luminoso en Irene, solo la mueca, el alarido perruno, el gesto maleducado, la necedad infinita.

Hipotecado su destino al disparate de las "mujeres con pene" y el "feminismo islámico", Irene se hunde sin remedio en su propia oscuridad de rabia y fanatismo estúpido. Como alguien dijo, Irene ha conseguido ser indistinguible de su propia caricatura: nada queda en ella que no sea carne de meme. ¿Qué es lo más ridículo de todo? Que el espacio a la izquierda del PSOE no será aniquilado por ninguna malvada internacional ultraderechista. Irene solita lo destruirá todo. Es, de hecho, nuestra mejor aliada.

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